No se puede hablar de la Escuela Nacional de Minas sin
mencionar su contribución al desarrollo de las empresas más emblemáticas, al
impulso de la ingeniería de minas y petróleos, de los primeros proyectos
hidroeléctricos, ferrocarriles y a la introducción de conceptos de administración
y planeación al país. Pero también fue el lugar de encuentro en la formación de
personajes destacados como Carlos Ardila Lülle, Nicanor Restrepo Santamaría,
Juan Felipe Gaviria, Luis Fernando Jaramillo, Adolfo Arango, Fabio Rico, Juan
José Echavarría, Juan Camilo Ochoa, Jorge Restrepo Uribe, Antonio Roldán y
Peter Santamaría, entre muchos otros, y también de los emprendedores y
políticos en las primeras décadas del siglo XX. Todos ellos con valores en común
impartidos en su educación. ¿Cuáles son estos valores y cómo se podrían
utilizar en la formación de los líderes del futuro?
El
origen
Carlos Álvarez en su libro Paisas en Bogotá recoge una
cita del presidente Pedro Nel Ospina, primer rector de la Escuela Nacional de
Minas de Medellín, en el discurso inaugural de la institución: “No nos
comprometemos dar a la Nación sabios, sino hombres laboriosos y honrados”. Este
propósito se constituyó luego en su lema oficial "trabajo y
rectitud", como pilar de su educación. José María Bravo, autor de la
Monografía sobre la Escuela de Minas, tuvo acceso a archivos con los cuales
pudo reconstruir su historia. La Escuela se fundó en 1887, por los hermanos
Pedro Nel y Tulio Ospina. El historiador Bravo explica que la Escuela se creó
para responder al desarrollo empresarial antioqueño, particularmente para
optimizar el trabajo en las minas, la principal actividad económica por esos
tiempos. Pero también para atender grandes proyectos de infraestructura, como
la construcción del Ferrocarril de Antioquia y los primeros desarrollos hidroeléctricos.
En el libro Ética, trabajo y productividad en Antioquia,
de Alberto Mayor, la primera publicación en tratar el tema (1984), se encuentra
que el rasgo esencial de la Escuela fue la incorporación de conocimientos de
gerencia y planeación en los negocios. La Escuela Nacional de Minas de Medellín
fue la primera institución en América Latina en enseñar management (1912),
incluso antes que en Estados Unidos, pues las teorías de Frederick W. Taylor,
padre de la administración científica, esto es, el estudio de los tiempos y
movimientos, solo llegaron a Harvard hasta 1917 por lo controvertido de sus
planteamientos.
Mayor afirma que el pragmatismo de la cultura paisa
permitió incorporar rápidamente estos conceptos y ajustarlos a su idiosincrasia.
“Esta cultura siempre valoró más la capacidad y el aprecio por el trabajo que
los títulos”, sostiene. Sin duda, la orientación empresarial que tuvo la
Escuela de Minas desde sus inicios, la administración y la ingeniería en un
mismo lugar, permitieron unos perfiles de personajes con gran visión. Adolfo
Arango, ingeniero civil egresado de Minas en 1952, y por muchos años presidente
de Cemento Argos, comenta: “En la Escuela de Minas nos enseñaron sobre todo el
aprecio por el trabajo y la rectitud. Los profesores eran muy rigurosos y el
estudio muy arduo. Empezábamos todos los días a las 6 a.m. y para ello nos
levantábamos antes de las 4 a.m. Lo único que hacíamos era estudiar. Incluso,
en tiempos tan turbulentos, nunca tuvimos una huelga. Al final, el ingeniero
tenía que pasar por materias muy difíciles, que luego se convirtieron en una
herramienta para la vida en la que utilizan los mismos métodos para resolver
problemas y tomar decisiones. Todo esto llevó a los ingenieros a ser exitosos
en la administración”.
Por esa época, estudiar temas de gestión fue fundamental
para el desarrollo del país. Alberto Mayor recuerda que el presidente Mariano
Ospina Pérez fue profesor de administración en la Escuela y escribió el primer
libro sobre el tema en Colombia.
Academia
y empresa
Una figura importante en la primera etapa de la Escuela
de Minas fue el ingeniero Alejandro López quien, siendo egresado de la Escuela,
se incorporó como profesor en 1905. Su labor les dejó a las facultades de
negocios enseñanzas vigentes hoy, casi un siglo después. López, quien estaba
vinculado con el sector empresarial, hizo que los estudiantes aplicaran lo
aprendido en la práctica. El caso más destacado fue el de la Sociedad Minera El
Zancudo, empresa de la cual fue gerente.
El Zancudo era la empresa más importante del país a
finales del siglo XIX, según investigaciones del historiador Luis Fernando
Molina. Para Mayor, lo interesante es que justo cuando los estudiantes llegaron
a implementar lo aprendido en la empresa, El Zancudo atravesaba dificultades.
Esto representó, más que una amenaza, la oportunidad para aprender de una gran
crisis. Incluso, muchos de los proyectos de grado de esos tiempos pretendían
encontrar soluciones para sacar adelante a El Zancudo. “Aprender a salvar un
gran barco que se estaba hundiendo”, dice Mayor. Como López, otros profesores
también estaban vinculados al sector empresarial y, por ello, el caso de El
Zancudo se extendió a otras compañías como las Empresas Públicas de Medellín.
Sin duda, uno de los grandes éxitos de la Escuela de Minas fue su relación con
el sector real, lo que demuestra –una vez más– la necesidad de que la academia
y el sector privado trabajen coordinadamente.
En 1939, la historia la Escuela de Minas se partió. El
presidente Alfonso López Pumarejo decidió fortalecer la Universidad Nacional.
Por ello, varias facultades, entre las que se incluyó la Escuela de Minas se
anexaron a la Nacional. Desde entonces, empezó a llamarse Facultad Nacional de
Minas, como se conoce en la actualidad. Según José María Bravo, en este segundo
período se consolidó la Escuela y se diversificó a otras carreras. La figura
principal y el responsable de este proceso fue Peter Santamaría, ingeniero
civil y de minas egresado de la Escuela, quien ocupó la decanatura de la
Facultad Nacional de Minas en dos ocasiones entre 1940 y 1971. En su cargo creó
seis ingenierías: Administrativa (1961), Industrial (1967), Eléctrica (1969),
Mecánica (1969), Química (1969) y de Geología (1971). Hombre de empresa, Peter
Santamaría continuó con la tradición de sus antecesores y le dio prestigio a la
Facultad. En 1994 Santamaría publicó el libro Origen, desarrollo y
realizaciones de la Escuela de Minas de Medellín, una amplia investigación de
la historia de la Escuela desde su propia perspectiva. Este libro continuó el
debate que inició Mayor respecto a los factores de éxito de la Escuela.
Juan Felipe Gaviria, gerente de Empresas Públicas de
Medellín, egresado de la Escuela, fue uno de los estudiantes en los tiempos de
Santamaría. “Gracias al doctor Peter Santamaría, quien flexibilizó el
currículo, pude tomar cursos distintos, como álgebra avanzada y otros sin
relación con matemáticas. Recuerdo la rigidez académica y la calidad de los
profesores. De alguna forma, allá solo había lo que hoy llaman nerds. Toda la
Escuela tenía casi 500 alumnos, dedicados por completo a estudiar”, comenta.
Estudio,
estudio y estudio
Un aspecto en el que coinciden distintos egresados de la
Escuela entrevistados por Dinero es el valor que para ellos tuvo la férrea
disciplina impartida en sus estudios. Al respecto Fernando Panesso Serna,
ingeniero administrativo de la Escuela y ex presidente de ETB Bogotá, comenta: “Pasar
la materia con el Peludo Mejía era saber que podíamos llegar a ser ingenieros;
o con Pacho Mira o Gabriel Poveda, hombres de gran calidad humana, motivados
solo por el deseo de compartir su conocimiento y su sabiduría. En resumen, los
pilares de la formación fueron amor y pasión por el trabajo; rectitud en el
actuar humano; fomento y valoración por el conocimiento; y equidad e igualdad
entre los seres humanos”.
Para Luis Fernando Jaramillo, ingeniero civil de la
Escuela, actual presidente de Odinsa y ex ministro de Relaciones Exteriores, y
Obras Públicas y Transporte, entre otros cargos, “la parte más importante de la
Escuela era que tenía una enorme reputación de trabajo y dedicación. Todos los
días los dedicábamos al estudio. Era una facultad muy difícil, se presentaban
alrededor de 250 personas y pasaban 30. La carrera duraba 6 años porque el
primero, al que llamaban menos uno, era una especie de nivelatorio. Aprendí de
la dedicación, la mística y la entrega total”. De esta experiencia en la
Escuela de Minas, José María Bravo se cuestiona la obsesión actual de las
universidades por recortar los programas de pregrado a cuatro años.
Alberto Mayor sostiene que otro de los factores de éxito
de la Escuela de Minas fue la creación de híbridos profesionales. “Los híbridos
-ingenieros-administradores, administradores-economistas, economistas-abogados-
son valiosos porque rompen los marcos académicos. En el caso de los ingenieros,
ellos no le piden permiso a nadie. A veces, son francamente ateóricos. Esto es
bueno porque acaban con modelos preestablecidos”, opina. Hay otros ejemplos de
éxito profesional al combinar distintas profesiones. En la Escuela de Minas hay
ingenieros civiles y de minas, como Peter Santamaría y Alejandro López;
ingenieros-administradores, como Nicanor Restrepo, José Alberto Vélez y Juan
José Echavarría.
Humanismo
y movilidad social
Otro aspecto destacable de la Escuela de Minas está en
haber promovido la movilidad social. Para Alberto Mayor, este punto es
esencial; en su biografía sobre Alejandro López muestra cómo este personaje, de
tanta trascendencia para la institución, no pertenecía a la élite de su tiempo.
Es posible que el aprecio por el trabajo por encima de las castas, e ingresar a
la Escuela por méritos hayan sido factores clave en la formación de valores. Es
indudable que los egresados de la Escuela, además de industriales, son personas
con visión y sentido social.
"Con mucho sacrificio, logré ingresar en lo que era en
ese entonces la facultad de más renombre y exigencia académica de Colombia.
Allá me infundieron los valores, la ética en el trabajo, la dedicación, un
compromiso continuo por salir adelante. Agradezco esta filosofía y la calidad
de mis profesores. Todo lo que he hecho, todas las empresas que he fundado,
todos mis logros, no solo en mi vida como industrial, sino en mi función de
servicio al país, provienen de la educación que obtuve en la Escuela de Minas”,
opina Carlos Ardila Lülle, quien se gradúo como ingeniero civil a los 20 años,
siendo el graduado más joven de la Escuela de Minas en su historia, y hoy
cabeza de uno de los grupos económicos más grandes del país, la Organización
Ardila Lülle.
Autor: Carlos Andrés Vanegas
Autor: Carlos Andrés Vanegas
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