Aun recuerdo la primera vez que leí el libro El Arte de
Amar de Erich Fromm. Era una tarde lluviosa en la 19 en Bogotá. Los buses vía
Germania que pasaban por la séptima se quedaban parqueados más de una hora
mientras medio se llenaban antes de arrancar. En ese tiempo uno alcanzaba a
leer capítulos de libros enteros y ese día no fue la excepción. Aunque debo admitir que la intención original de leer el
libro era tratar de encontrar algunas frases “baratas” para utilizar en tiempos
de conquista, recuerdo que el argumento realmente me cautivó. Es bien conocido
que básicamente Erich Fromm presenta las diversas formas de lo que significa
amar, el amor fraternal, el amor erótico, el amor a Dios, entre otros. Para
Erich Fromm todos estos significan amar excepto un sentimiento al que rechaza
de tajo.
Y ahí es cuando el libro se pone interesante, la idea
central de Fromm es que el enamoramiento es todo menos amor. En sus palabras
“nos enamoramos cuando conocemos a alguien por quien nos sentimos atraídos y
dejamos caer frente a él o ella las barreras que nos separan de los demás”. En
efecto, el enamoramiento representa sin duda una de las sensaciones más
estimulantes de la vida. Tanto tiempo las personas permanecen esperando a la
persona ideal, que al encontrarse frente a un candidato, este ser convierte en
una imagen perfecta de lo que desean. Sin importar quién y cómo sea, esta persona
es simplemente perfecta.
Pero Fromm argumenta que muy rápidamente esta etapa del
enamoramiento se empieza a desvanecer. Tan pronto nos encontramos con la
persona realmente tal es, descubrimos que tal vez no es tan bonita, tan
inteligente, tan perfecta para ese marco en nuestra mente. Y entonces queremos
vivir ese gran sentimiento de nuevo… y la mejor forma es encontrar a alguien
más. Tristemente la gran conclusión de Erich Fromm en su libro el Arte de Amar
es que mucha gente pasa la vida de enamoramiento en enamoramiento sin nunca
realmente haber amado.
De
la creatividad y otros demonios.
Esta mañana mientras me tomaba un tinto pude ver la
relación tan clara entre los planteamientos de Fromm y el emprendimiento. En el
amor al igual que en el emprendimiento lo bonito no es la idea, es la
ejecución. A veces llegan ideas a nuestra mente que francamente son tan
poderosas, como en el enamoramiento, que literalmente no nos dejan dormir.
Nuevamente este es tal vez uno de los momentos más estimulantes de la vida. A
esta idea la encontramos perfecta en todos los sentidos y soñamos con verla
cristalizada en hechos reales.
Sin embargo, al igual que con el enamoramiento esa etapa
de gran exaltación se desvanece con gran facilidad. Esto sucede cuando vamos
descubriendo lo difícil que es emprender algo. Poco a poco nos encontramos con
esta cruda realidad. Ni la mejor idea del mundo tiene ruedas propias. Y que hacer realidad cualquier idea requiere
de compromiso y trabajo en cantidades por toneladas. Entonces es cuando
aparecen las cosas no tan perfectas en nuestra idea. Y pensamos que finalmente
no era tan buena como pensábamos.
Y cual es la mejor forma de superar este pequeño impase…
pues pensar en otra idea. Y así como en el Arte de Amar hay gente que pasa su
vida enamorándose de idea en idea sin nunca realmente emprender nada.
Thomas Alva Edison alguna vez dijo “la genialidad es 1%
inspiración y 99% perseverancia”. Y esta mañana mientras me tomaba el tinto la
idea fue muy clara. A una buena idea, como al amor, hay que aferrase con todas
las fuerzas y no soltarla hasta que se haga realidad.
Autor: Carlos Andrés Vanegas
Autor: Carlos Andrés Vanegas
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