martes, 24 de enero de 2012

Una nueva élite

Colombia pide a gritos una élite distinta. No una élite de apellidos, no una élite de títulos, ni una élite de apariencias. Se requiere de una élite de personas con el corazón sencillo dispuestas a partirse el alma por el país.

Cuando estaba en la universidad tuve la oportunidad de leer una columna del entonces Ministro de Minas y Energía, Luis Carlos Valenzuela, que puedo decir, me cambió la forma de ver la vida. Se trataba de un discurso en la ceremonia de graduación de la Universidad ICESI de Cali en 1999. La Revista Dinero en su edición No. 94 publicó el discurso como una columna con el sugestivo título “La élite de verdad”. Según Valenzuela la educación, no la riqueza, los orígenes o los apellidos, son la esencia misma de las élites. Pero en Colombia, según sus palabras, “hemos confundido elitismo con riqueza y estos dos conceptos poco o nada tienen que ver. Lo que pasa es que por aquí nos confundimos. Las carteritas con logos se compran. El derecho a ser élite, no. Y en el camino terminamos confundiendo elitismo con arribismo”.

Ya pese los treinta años y hay algo de lo que todavía no me acostumbro en Colombia. Estamos tan acostumbrados a que muchas veces las personas con dinero miren por encima del hombro a los demás que nos parece algo natural. Pero no lo es. ¿Acaso es el arribismo una condición innata en el ser humano? Yo también sueño con una élite distinta para este país. Es más, no tiene ningún sentido hablar y escribir sobre emprendimiento, si al final del cuento, el día de mañana, como si se tratara de una hacienda, a los jefes se les tiene que tratar de don y doña, como es el caso de muchas de nuestras pymes. Necesitamos un emprendedor distinto. Un emprendedor con el corazón sencillo dispuesto a partirse el alma por este país.

Cuando pienso es estos temas me doy cuenta que, de alguna forma, siempre he tenido la fortuna, todos los días de mi vida, de irme a la cama con la seguridad de la comida al día siguiente. He tenido altibajos, seguro. Pero todos los días he tenido que comer. Y nuevamente, quienes tenemos este privilegio, nos parece algo tan normal. Pero no lo es. En esencia cientos de miles de personas en este país tienen que soportar malos empleadores porque no tienen la seguridad de la comida al día siguiente. Y me da tanta rabia, porque hay gente tan buena y tan trabajadora que se aguanta unas cosas… Genuinamente muchos empresarios sienten ser dueños de sus empleados, y ellos se aguantan esto por la angustia de no tener que comer, y eso no esta bien. Es por esto que no se trata de crear emprendedores a toda costa. Lo que necesitamos es una élite distinta de emprendedores.

Una élite de emprendedores que no solo piensen en hacer plata. Y con esta mandar sobre el resto. En realidad el emprendimiento es algo totalmente distinto. Quien es recordado como el padre de la innovación, el economista austriaco Joseph Shumpeter en su obra maestra, Teoría del desenvolvimiento económico (1912), definió al emprendimiento como “la alegría de crear, o la simple oportunidad de utilizar las energías para lograr un propósito. El impulso de luchar no por los frutos del éxito sino por el proyecto en sí mismo”.

De alguna forma muchos de los jóvenes que estudiamos temas relacionados con Administración y Economía somos hipócritas. Hablamos de equidad, y luego en una sola noche podemos gastar en una rumba lo que gana una familia entera. Hablamos de igualdad, pero muchas veces no tratamos con respeto a nuestros compañeros menos favorecidos. Tengo la oportunidad de conocer a José un trabajador proveniente de Mutatá, Antioquia. Un día luego de trabajar por ocho años en una empresa lo despidieron. Lo que más me impactó ese día fue que su empleador se estaba riendo. Y vi a José alejarse rascándose la cabeza. Y me puse a llorar… y no paraba de llorar desconsolado… al pensar las preguntas que podría haber en su cabeza en ese momento ¿qué le voy a decir a mi familia? ¿cómo voy a alimentar a mis dos hijas en los próximos meses? Por justo o injusto que sea un despido pienso que muchos industriales no se hacen estas preguntas.     

Entonces hablar de arribismo puede parecer un tema tonto o amarillista para muchos. Finalmente la sociedad es así con ricos y pobres. O en cambio puede ser un tema que tratemos con seriedad. Y evaluamos formas de mejorar como sociedad. Finalmente ser arribistas es una elección. Si no hacemos nada, pues nada va cambiar. Que sea este un tema que llevemos a la educación, particularmente a los colegios y universidades de “élite”. No es posible enseñar a ser sencillos siendo arrogantes. Entonces si, al igual que el exministro Valenzuela sueño con una élite distinta. Me cansé de llegar a un supermercado y ver gente que mira por encima del hombro a los demás. Sueño con una élite de colombianos con el corazón sencillo dispuestos a partirse el alma por este país.

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