Cuando estaba en la
universidad tuve la oportunidad de leer una columna del entonces Ministro de
Minas y Energía, Luis Carlos Valenzuela, que puedo decir, me cambió la forma de
ver la vida. Se trataba de un discurso en la ceremonia de graduación de la
Universidad ICESI de Cali en 1999. La Revista Dinero en su edición No. 94
publicó el discurso como una columna con el sugestivo título “La élite de
verdad”. Según Valenzuela la educación, no la riqueza, los orígenes o los
apellidos, son la esencia misma de las élites. Pero en Colombia, según sus
palabras, “hemos confundido elitismo con riqueza y estos dos conceptos poco o
nada tienen que ver. Lo que pasa es que por aquí nos confundimos. Las
carteritas con logos se compran. El derecho a ser élite, no. Y en el camino
terminamos confundiendo elitismo con arribismo”.
Ya pese los treinta años y
hay algo de lo que todavía no me acostumbro en Colombia. Estamos tan
acostumbrados a que muchas veces las personas con dinero miren por encima del
hombro a los demás que nos parece algo natural. Pero no lo es. ¿Acaso es el
arribismo una condición innata en el ser humano? Yo también sueño con una élite
distinta para este país. Es más, no tiene ningún sentido hablar y escribir
sobre emprendimiento, si al final del cuento, el día de mañana, como si se
tratara de una hacienda, a los jefes se les tiene que tratar de don y doña,
como es el caso de muchas de nuestras pymes. Necesitamos un emprendedor
distinto. Un emprendedor con el corazón sencillo dispuesto a partirse el alma
por este país.
Cuando pienso es estos
temas me doy cuenta que, de alguna forma, siempre he tenido la fortuna, todos
los días de mi vida, de irme a la cama con la seguridad de la comida al día
siguiente. He tenido altibajos, seguro. Pero todos los días he tenido que comer.
Y nuevamente, quienes tenemos este privilegio, nos parece algo tan normal. Pero
no lo es. En esencia cientos de miles de personas en este país tienen que
soportar malos empleadores porque no tienen la seguridad de la comida al día
siguiente. Y me da tanta rabia, porque hay gente tan buena y tan trabajadora
que se aguanta unas cosas… Genuinamente muchos empresarios sienten ser dueños
de sus empleados, y ellos se aguantan esto por la angustia de no tener que
comer, y eso no esta bien. Es por esto que no se trata de crear emprendedores a
toda costa. Lo que necesitamos es una élite distinta de emprendedores.
Una élite de emprendedores
que no solo piensen en hacer plata. Y con esta mandar sobre el resto. En
realidad el emprendimiento es algo totalmente distinto. Quien es recordado como
el padre de la innovación, el economista austriaco Joseph Shumpeter en su obra
maestra, Teoría del desenvolvimiento
económico (1912), definió al emprendimiento como “la alegría de crear, o la
simple oportunidad de utilizar las energías para lograr un propósito. El
impulso de luchar no por los frutos del éxito sino por el proyecto en sí mismo”.
De alguna forma muchos de
los jóvenes que estudiamos temas relacionados con Administración y Economía
somos hipócritas. Hablamos de equidad, y luego en una sola noche podemos gastar
en una rumba lo que gana una familia entera. Hablamos de igualdad, pero muchas
veces no tratamos con respeto a nuestros compañeros menos favorecidos. Tengo la
oportunidad de conocer a José un trabajador proveniente de Mutatá, Antioquia.
Un día luego de trabajar por ocho años en una empresa lo despidieron. Lo que
más me impactó ese día fue que su empleador se estaba riendo. Y vi a José
alejarse rascándose la cabeza. Y me puse a llorar… y no paraba de llorar desconsolado…
al pensar las preguntas que podría haber en su cabeza en ese momento ¿qué le
voy a decir a mi familia? ¿cómo voy a alimentar a mis dos hijas en los próximos
meses? Por justo o injusto que sea un despido pienso que muchos industriales no
se hacen estas preguntas.
Entonces hablar de
arribismo puede parecer un tema tonto o amarillista para muchos. Finalmente la
sociedad es así con ricos y pobres. O en cambio puede ser un tema que tratemos con
seriedad. Y evaluamos formas de mejorar como sociedad. Finalmente ser
arribistas es una elección. Si no hacemos nada, pues nada va cambiar. Que sea
este un tema que llevemos a la educación, particularmente a los colegios y
universidades de “élite”. No es posible enseñar a ser sencillos siendo
arrogantes. Entonces si, al igual que el exministro Valenzuela sueño con una
élite distinta. Me cansé de llegar a un supermercado y ver gente que mira por
encima del hombro a los demás. Sueño con una élite de colombianos con el
corazón sencillo dispuestos a partirse el alma por este país.
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