De
mecanógrafo a campeón nacional de golf. De alcalde de Bogotá a viajero
empedernido. De la timidez absoluta a destacado político. De tener $2 en el
bolsillo a ser uno de los hombres más ricos del país. Estos, algunos apartes en
la vida de Fernando Mazuera Villegas según su autobiografía, la historia de un
joven que empezó desde muy abajo y logró reconocimiento nacional e
internacional.
Además
de transformar los destinos de la capital y su infraestructura, creó el legado
empresarial que continuó su familia, la organización Fernando Mazuera y Cía.,
una de las constructoras de mayor trayectoria del país.
Ansias de triunfar
Fernando
Mazuera nació en Pereira el 20 de agosto de 1906 en una familia de 11 hijos.
Muy pronto sus padres se trasladaron a Manizales, a la que consideró siempre
como ciudad natal. Su padre, quien tuvo 9 hijos más en otro matrimonio, fracasó
económicamente. Por ello, Mazuera se vio obligado a abandonar sus estudios y a
asumir su manutención. Consiguió empleo en una fábrica de fósforos con un
sueldo mensual de $12, muy inferior a sus gastos. Con gran esfuerzo, ahorró
para pagar un curso de mecanografía y taquigrafía, la esperanza para salir
adelante.
Entonces
Fernando Mazuera envió una carta a su hermano Leonidas quien vivía en Bogotá
con la ilusión de conseguir empleo en esta ciudad. Su respuesta tardó pocos
días, “colocación conseguida BancoColombia, indispensable estés seguro de tu
habilidad; siendo así ven cuanto antes”. Era la oportunidad de la vida. Salió
de Manizales invirtiendo los ahorros de meses de trabajo –$40– para el viaje.
Tras 5 días de camino, llegó a la estación de Facatativá, el 28 de febrero de
1922, con $2 en el bolsillo, donde lo esperaban Leonidas y su tío Mariano
Villegas Restrepo.
Al
día siguiente, se presentó a la entrevista con Ernesto Michelsen, presidente
del banco, sin buenos resultados. Pero Michelsen vio en el muchacho ganas de
salir adelante y decidió darle una oportunidad. Allí empezó ganando $60 como
secretario; pero al poco tiempo, las increíbles destrezas de “Mazuerita” en
mecanografía, por las que incluso se convirtió en un espectáculo verlo
trabajar, le permitieron un sueldo de $110 por su velocidad. Con este dinero,
pudo darse lujos, como clases de boxeo y piano, y entrar al Country Club de
Bogotá, según recuerda Mazuera en su autobiografía. Este hecho fue fundamental,
pues más tarde conoció en este lugar a los personajes más influyentes del país.
Pero el comienzo no fue fácil. Su condición de “paisa” no le permitía acercarse
a la élite bogotana. Entonces, Mazuera se dedicó a jugar golf y antes de
cumplir 20 años ya había ganado tres campeonatos nacionales.
Todo
parecía indicar que Mazuera se convertiría en un ejecutivo de éxito. Pero un
día, sin una explicación distinta a un deseo de ser independiente, renunció a
su puesto. Ernesto Michelsen le preguntó si tenía algún plan y él contestó: “todavía
no, pero alguna cosa encontraré”, a lo cual le replicó ¿y con qué capital te
vas?... Al ver que Mazuera solo tenía lo de su quincena, Michelsen le recriminó
su decisión pero le prestó dinero para sobrevivir unos días.
Espíritu emprendedor
Pasaron
los días y Mazuera no encontraba qué hacer. Atrasado en la pensión donde se
hospedaba, estaba a punto de caer en la ruina. Caminando por las calles de la
ciudad, con el préstamo de Michelsen, atinó a comprar unos quintales de azúcar
que luego vendió a la compañía Posada y Tobón. Para Mazuera, este fue el mejor
día de su vida, ganó en el negocio $1.280, el salario de todo un año como
mecanógrafo. Desde entonces su olfato para identificar oportunidades en los
mercados fue la clave de su éxito empresarial. Por ejemplo, durante la Segunda
Guerra Mundial, siendo una persona acomodada, Mazuera estaba en Nueva York
cuando le ofrecieron hilazas de nylon, que revendió a un productor nacional
urgido del producto. Mazuera escribió en su autobiografía Cuento mi vida, “vendí esas hilazas y en 20 minutos que gasté en
tres conversaciones, me gané la maravillosa suma de US$74.000”. Pocos
empresarios en la historia del país han demostrado tal sagacidad en los
negocios, la misma que lo llevó a comprar lotes en las zonas de desarrollo de
Bogotá, que hoy constituyen la ventaja competitiva de Fernando Mazuera y Cía.
Con
episodios como el de los quintales de azúcar, Mazuera se había tomado
confianza. Empezó a trabajar con el comerciante Benjamín Castillo cobrando
arrendamientos y enviándoselos al exterior, pero más tarde el señor murió.
Entonces Mazuera vio que Castillo tenía un contrato para vender traviesas al
Ferrocarril del Nordeste. Sin vacilar, tomó este negocio por cuenta propia. Al
poco tiempo, se convirtió en el mayor proveedor de traviesas del país, con
siete plantas en Boyacá y Cundinamarca. En esa época, aprovechando el
crecimiento de Bogotá, también se involucró en el negocio de taxis en el que
fue escalando posiciones. Su empresa más importante fue Taxi No. 1A, en
compañía de Fabio Restrepo, con 50 automóviles marca Studebaker, y en la que
innovó al ser el primero en ofrecer servicio telefónico a domicilio
precisamente al número 1A.
Espíritu cosmopolita
A
los 22 años, Fernando Mazuera ya era un hombre adinerado. Motivado por el cine,
decidió dejar sus negocios y se fue a vivir a París. Permaneció en esta ciudad
todo 1929 y se enamoró de ella. Si se suman otros períodos de su vida, el
empresario habitó en París 15 años. Su filosofía era “viajar es renovarse y renovarse
es vivir”. Además, viajó por el mundo en compañía de su esposa Helena Aya, se
apasionó por temas religiosos en que se convirtió en experto. Su onerosa pasión
por los viajes iba en contravía de su actividad empresarial, pues en muchas
oportunidades desaprovechó negocios. Pero a Mazuera esto nunca le importó, de
alguna forma supo conciliar la vanidad, la buena vida y la prosperidad
económica.
En
la década del 30, Mazuera continuó con el negocio de traviesas que vendió por
$62.000. En 1939 montó una empresa fundamental en su vida. En compañía de unos
socios, creó Modelia S.A. para la producción de medias veladas. En su montaje,
trajo de Nueva York cuatro grandes máquinas y contrató 12 expertos
estadounidenses. Las hilazas para este negocio se importaban de Japón, y con la
posibilidad de que ese país entrara a la guerra, todo anticipaba una gran
quiebra. Mazuera pensó en utilizar hilaza de rayón que se importaba de Estados
Unidos, compró grandes cantidades y aprendió su tecnología. Era ganarlo todo o
perderlo todo. Al entrar Japón a la guerra, Mazuera se quedó con el mercado, la
producción de medias y el suministro de insumos. En 1945, vendió esta empresa a
Pepalfa de Medellín, como también lo hizo con sus otros negocios. Se avecinaban
los tiempos de servidor público.
Por Bogotá
Fernando
Mazuera transformó la capital del país. En 1947, su primera alcaldía, en el
gobierno de Mariano Ospina Pérez, llegó de forma esporádica y sin saber de
política. Simplemente se ofreció como candidato ante el entonces ministro de
gobierno Roberto Urdaneta. A pesar de ello, obtuvo grandes logros, compró los
terrenos para construir la represa de Chisacá, sentó las bases del proyecto
Tibitó-Teusacá que durante muchos años suplió las necesidades hídricas de la
ciudad y empezó la construcción de la calle 26. Sin duda, su visión
empresarial, capacidad para delegar y no haber estado ligado con la política le
permitieron realizar proyectos de envergadura.
La
Alcaldía de mayor trascendencia se gestó luego del fatídico Bogotazo en 1948.
Manuel de Vengoechea, alcalde recién nombrado, desapareció ante la desoladora
escena capitalina. Mazuera era el único que podía tranquilizar la urbe, pues ya
desde entonces se conocía como “el alcalde del sur”. Además de lo coyuntural de
la crisis –levantar los muertos, enterrarlos y reconstruir la ciudad–, en esta
segunda etapa realizó grandes obras, como los puentes de la 26 y la ampliación
de la carrera Décima. En las otras administraciones, adquirió los lotes para
construir el Parque La Florida, mejoró el alumbrado público y creó 40 centros
de salud y 20 escuelas. Todas estas obras le valieron reconocimientos
nacionales e internacionales y ser considerado en varias ocasiones
presidenciable.
En
1965, luego de alejarse de la función pública, fundó Fernando Mazuera y
Compañía Ltda. Entre sus primeros proyectos estuvieron la urbanización Tabora y
la reconocida Ciudad Modelia, en homenaje a su vieja compañía de medias. Aquí
empezó una larga historia de desarrollo urbanístico en la ciudad. Largo trecho
hubo desde cuando Fernando Mazuera salió de la calle de la Quiebra del Guayabo
en Manizales hasta cuando se convirtió en un empresario tan grande como para
invertir capital en empresas como Avianca e Icollantas. Gran mérito de este
empresario paisa que murió en Nueva York el 14 de octubre de 1978.
En homenaje
a Don Fernando Mazuera (1906-1978)
Autor: Carlos Andrés Vanegas
Autor: Carlos Andrés Vanegas
No hay comentarios:
Publicar un comentario