En
la historia del empresariado colombiano es fácil identificar lazos entre
prosperidad económica y arraigados valores familiares. Por ejemplo, respetar,
promover y valorar a la gente ha sido, en el caso de los Echavarría Olózaga, el
secreto para crecer como unidad familiar y también como empresa, la
Organización Corona. A pesar de haber revolucionado la gestión empresarial del
país en los años 50, al delegar en terceros la administración de sus negocios,
los Echavarría Olózaga han permanecido al frente de su destino.
Como
familia, tienen planes muy concretos en sus dos actividades centrales, la
industria y la responsabilidad social, que han consignado en un plan
estratégico a 2020. Son distintos los logros empresariales de estos paisas. La
Organización Corona se ha distinguido por una marcada especialización de sus
negocios en la fabricación de productos cerámicos y accesorios para el hogar.
También han sido fuertes en gestión del recurso humano, gobierno corporativo y
en adoptar, cada vez con más fuerza, una vocación internacional. Cada año
exportan millones de dólares a Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Italia,
México, Canadá, Chile, Venezuela y Ecuador, entre otros países. ¿Qué pasado les
permite proyectar con tanta seguridad su futuro?
Casta de empresarios
La
familia Echavarría Olózaga forma parte de una marcada dinastía empresarial.
Antonio Echavarría Jáuregui, el primero de ellos, data del siglo XVII. Cinco
generaciones más tarde, el comerciante Rudesindo Echavarría Muñoz fundó en 1875
la casa comercial Rudesindo Echavarría e Hijos en Medellín. Este negocio generó
ingresos para crear algunas de las empresas más grandes del país.
Rudesindo
Echavarría tuvo dos hijos, Rudesindo y Alejandro. Por su contextura, pasado de
kilos el uno, Rudesindo, y esbelto el otro, Alejandro, los apodaron el
Echavarría gordo y el Echavarría flaco. Este apelativo perduró en sus descendientes.
Hombres visionarios, ambos demostraron una capacidad increíble para crear
empresas. Alejandro fundó Coltejer, el hospital San Vicente de Paúl, la primera
empresa de energía eléctrica de Antioquia y el Banco Alemán Antioqueño.
Mientras que un hijo de Rudesindo, Rudesindo Echavarría Echavarría, fundó
Fabricato. Es decir, entre flacos y gordos crearon las textileras más grandes
del país. Algo particular tenían estos empresarios que heredaron a otras
generaciones.
Los
Echavarría Olózaga provienen de la rama de los flacos. Don Gabriel Echavarría
Misas, hijo mayor de Alejandro Echavarría, se casó con Helena Olózaga y tuvo
cinco hijos: Hernán, Elkin, Norman, Alice y Felipe. Don Gabriel fue un hombre
de empresa y uno de sus mayores aciertos fue educar bien a sus hijos y
comprarles una fábrica de lozas prácticamente quebrada a unas monjas en 1935.
La semilla de un sueño
Paralelo
al desarrollo de los Echavarría en Medellín, se gestaban en Caldas, Antioquia,
los inicios de la Locería Colombiana. Su antecedente se dio el 13 de agosto de
1881 con la fundación de la Compañía Cerámica Antioqueña, una de las primeras
sociedades anónimas del país. Aprovechando los depósitos de arcilla, abundantes
en esas tierras, la empresa se dedicó a la producción de loza, como también de
artículos de vidrio y alfarería en general.
En
la fundación de la empresa participaron distintos inversionistas, entre ellos,
Teodomiro Llano y el alemán Reinhold Paschke, socio principal y encargado de la
dirección técnica, quien desde el comienzo la desarrolló tecnológicamente. En
sus primeros años de vida, la compañía cambió repetidas veces de dueños y de
nombre. En 1891 la Locería fue refinanciada y pasó a manos de Enrique Restrepo
y sus hermanos, quienes la vendieron en 1906 a la exportadora de café Mejía
& Echavarría. Enrique Echavarría, su propietario, le cambió el nombre por
la Fábrica de Loza de Caldas. Luego, en 1918, esta firma fue liquidada y su
nuevo dueño, Enrique Mejía y Cía. amplió las instalaciones y llegó a tener 40
empleados y 6 hornos. Entonces producía platos, pocillos, bandejas, lecheras,
ladrillo refractario para construcción y atanores.
Para
1922, sus productos se vendían en Santander, Atlántico, Bolívar, Tolima, Caldas
y Chocó. Pero en 1930, Enrique Mejía y Cía. quebró y la firma pasó a manos de
los acreedores, muchos de ellos entidades bancarias. Los nuevos dueños formaron
una sociedad anónima en 1931 con el nombre de Locería Colombiana S.A. En
testimonio de Hernán Echavarría Olózaga dijo “la Locería era un negocio
quebrado, había pasado a manos de varios bancos y unas monjas, que habían
prestado dinero a la compañía. Las monjas se quedaron con la empresa y pusieron
a un administrador para manejarla. Papá la compró quebrada”. Y así, Gabriel
Echavarría y sus hijos se hicieron a la Locería Colombiana en 1935.
Del conocimiento al crecimiento
Rápidamente,
los Echavarría transformaron la Locería Colombiana. Comprar una compañía en
bancarrota era una apuesta arriesgada, pero Gabriel Echavarría sabía lo que
hacía. El mismo año en que la compró, se inauguró la Central Hidroeléctrica de
Guadalupe, y con la prestación del servicio de energía eléctrica, mejoraron
ampliamente los procesos lo cual impulsó una expansión sin precedentes. Pero el
conocimiento de los Echavarría Olózaga, Gabriel y sus hijos, todos igualmente
responsables de su desarrollo, fue lo que más contribuyó en su crecimiento.
Felipe, el hijo mayor, asumió la gerencia hasta 1941, tiempo en que modernizó
la empresa. Entre otros, trajo en 1936 a un técnico alemán e importó dos
molinos de Alemania.
En
esta época, el criterio y la formación empresarial de los Echavarría fueron
decisivos. Por ejemplo, empezaron a contratar gran cantidad de ingenieros de la
Escuela Nacional de Minas de Medellín. Y así, desde el comienzo, el recurso
humano apalancó su expansión. Por estos años, la Locería Colombiana pasó a ser
una de las empresas más grandes del país. La Segunda Guerra Mundial favoreció a
la empresa, pues la obligó a desarrollar tecnología para producir baldosín y
sustituir el importado. En ese momento, ya eran competitivos por calidad y
precio. De tener 70 obreros en 1935 pasó a 500 en 1943. Este año murió don
Gabriel Echavarría y la segunda generación quedó al mando. Aquí la
especialización fue fundamental. Hernán se ocupó de las finanzas, la
contabilidad y los costos, Elkin se involucró en el área mercantil y en la
distribución, mientras que Norman, que había estudiado cerámica en Estados
Unidos, en los procesos. La primera estructura formal de la empresa.
En
los años 50, la familia delegó la administración en profesionales
independientes. Esta estrategia, inusual en su momento e incluso hoy, permitió
crear empresas de envergadura. El liderazgo de los Echavarría y el talento de
la gente transformaron la empresa. En 1950, se fundó en Bogotá la Compañía
Colombiana de Cerámica y en 1952 se inició la producción de azulejos en
Cundinamarca. En 1955, nació Porcelana Sanitaria, dedicada a la elaboración de
productos sanitarios, y dadas las necesidades del país en estos productos hizo
crecer a la empresa. En 1962 se inició la construcción de la planta de Grival,
para la producción de grifos y accesorios metálicos, y en 1963 nació Sumicol
para explotar minas. Estas y otras empresas fueron conformando lo que hoy
representa uno de los conglomerados empresariales más grandes del país.
Organización Corona a 2020
A
finales de la década del 80, se dio un nuevo vuelco generacional. Los nietos de
Gabriel Echavarría, la tercera generación, se involucraron en los rumbos del
grupo. En estos años, la Organización Corona se extendió en una agresiva
integración vertical para conquistar mercados externos. Este esfuerzo
internacional se profundizó desde los años 90 hasta hoy. En 1991, Francisco
Mejía, quien había presidido la compañía durante más de 20 años se retiró, al
tiempo que los Echavarría establecían un protocolo familiar, con buenos
resultados.
La
década del 90 planteó retos importantes para el grupo. Para profundizar su
integración, reforzó el mercadeo y la distribución de sus productos al crear en
1994 las cadenas de almacenes HomeCenter, en asocio con la empresa chilena
Sodimac. En 1996, la organización reaccionó ante la apertura y empezó a
trabajar con el esquema de holding de inversión -junto con Carvajal fueron los
primeros en usar esta estrategia-. La experiencia funcionó y se complementó con
la creación en 2000 de una gerencia de gestión integral de la compañía.
A
pesar de tener 131 años de historia, Corona es una compañía ágil y proactiva. En
suma, los planes de la familia Echavarría a 2020 -convertirse en una de las
familias más prestantes en América Latina en industria y responsabilidad
social- tienen un sólido sustento.
Autor: Carlos Andrés Vanegas
Autor: Carlos Andrés Vanegas
No hay comentarios:
Publicar un comentario