“La parte fundamental de mi éxito fue decir: voy a
conquistar la pobreza y a alcanzar mis sueños”, afirma John Gómez, muy
seguramente el colombiano que más empresas ha creado en el país. Es decir, si
empresario es aquel visionario capaz de identificar necesidades y de ello sacar
provecho, John Gómez sobresale entre los demás. Fue el gestor de un gran número
de compañías, algunas de ellas de gran tamaño, como Productos Familia, Cartón
de Colombia, Productos Químicos Panamericanos y Mercados La Candelaria; pero
también, un destacado líder político y social. A sus 86 años, todavía es un
lúcido empresario y la fuente de inspiración en repetidas charlas en
universidades y homenajes, en las que asevera que “en Colombia todavía está
todo por hacer”. John Gómez no cree en la suerte, pues para él montar una
empresa solo se justifica, si produce algo mejor de lo que existe o vende a un
menor precio. Su legado es de gran valor para el país, “cada empresa que fundé
lo hice pensando en cubrir una necesidad sentida del país”, afirma el
empresario.
A
puro pulso
John Gómez piensa que “el que no sabe para dónde va,
nunca llega”. Este paisa nació en Cisneros, Antioquia, el 28 de octubre de
1917. A los cinco años, Antonio Gómez, su padre, reunió todo lo que tenía y compró
una mina de oro entre Santo Domingo y Alejandría; con tan mala suerte que murió
de pulmonía tan pronto terminó de montar la empresa. Su madre, María Restrepo
de Gómez, quedó viuda a los 25 años, sin dinero, con 6 hijos y sin otro camino
que el de la lucha. Para Gómez, las dificultades que tuvo que enfrentar su
madre marcaron su vida. “Yo tuve la mejor profesora que alguien pueda tener. Mi
casa era un hervidero de ideas, fruto de la creatividad de mi madre. La vi
tejer corbatas, hacer velas, montar una fábrica de encurtidos, hacer cajas de
fósforos. La pobreza era tan grande que solo podía comprar lo más barato en el
mercado. De pronto se aparecía con dos bultos de papa nada más. Entonces decía:
muchachos, empezó el festival de la papa, y comíamos papa de todas las formas.
Luego venía el festival de cualquier otra cosa”, recuerda.
John Gómez no pudo estudiar por colaborar con su madre.
Su primer trabajo fue a los 12 años como secretario de Jaime Restrepo, un primo
que acababa de graduarse en Derecho. “En realidad, no había mucho qué hacer más
que barrer y servir tintos; entonces, mi primo me obligó a leer uno por uno los
libros de su biblioteca. La cosa más valiosa que me pudo pasar en la vida”,
dice Gómez. Como secretario, John Gómez ganaba $7 y Mario Uribe, su mejor
amigo, ganaba $20 como mandadero. Viendo esto, consiguió trabajo como mandadero
en la Sombrerería Francesa, pero solo logró ganar $13. Entonces, le dijo a
Aristides Ramírez, un vecino a quien le hacía vueltas gratis, que le enseñara
contabilidad, que cuando él se colocara en un mejor puesto, le pagaba. Gómez
estudió por seis meses y presentó un examen de estudios superiores en la
Universidad de Antioquia y, al pasar, obtuvo su diploma. Con él, consiguió un
puesto de cajero en la firma de Rafael Piedrahíta y Cía., con un sueldo de $70.
El dinero todavía no le alcanzaba para sostener a su
familia. A los 16 años empezó a trabajar por las noches como locutor en “La Voz
de Antioquia” y los sábados haciendo la contabilidad en un pequeño café; con esto
ya ganaba $200. Sin embargo, Gómez vio una oportunidad para mejorar. “En vez de
cajero, tomé la decisión de convertirme en comisionista, esto es, una persona
que vendía cualquier cosa, una actividad muy educativa pero extremadamente dura”,
afirma. Pasarse a comisionista era riesgoso, pero pronto Gómez se dio cuenta de
que podía comprar jabones y cajas de papel higiénico de 100 unidades y
venderlos al por menor en hoteles mejorando sus ingresos. En esta labor conoció
en el Hotel Bristol de Medellín al presidente de Gillespie & Company, una
gran compañía exportadora de Estados Unidos. “Este mister necesitaba a un
muchacho para que le mostrara los negocios más importantes de la zona. Al ver
esto, le dije: yo soy, mister. En quince días, vi a este señor vender todo lo
imaginable: hilazas de lana, trigo, jabones, manteca y máquinas de todo tipo.
Cuando le pregunté cuánto ganaba, me di cuenta de que como comisionista no iba
a ninguna parte. La gran oportunidad era convertirme en representante de casas
extranjeras”, comenta Gómez.
John Gómez convenció a Mario Uribe, su mejor amigo, de
que se convirtieran en representantes de casas extranjeras. Uribe pensó que la
imagen de la firma era muy importante y, por eso, consiguieron una oficina en
el Edificio Henry, uno de los mejores de la época. En el primer piso del
edificio quedaba el National City Bank, donde fueron a pedir un préstamo para
iniciar su negocio. Gómez recuerda como anécdota que el gerente del banco, un
señor de apellido Vourbulia, les pidió el balance de la compañía. “Como no
teníamos, le llevamos uno que decía: cuentas por cobrar $2.000, patrimonio
$2.000. Él nos preguntó quién debía esa plata y le dijimos que Mario y yo.
¿Cómo así? ¿La compañía no tiene plata?, nos preguntó. Nosotros le dijimos que
sí, los que no teníamos plata éramos nosotros”. Al final, consiguió el préstamo
con el respaldo del mismo gerente. En 1938 se fundó Uribe Gómez y Cía. Con el
tiempo, esta firma se volvió tan grande que tenía oficinas en Cali, Bogotá,
Barranquilla, Medellín y Bucaramanga, y llegó a ser la importadora más grande
del país. Permaneció 30 años y fue el origen de algunas empresas de John Gómez.
El
más grande de los empresarios
En 1939, con la Segunda Guerra Mundial, el acceso a los
productos provenientes de Europa se dificultó enormemente. Gómez y Uribe
entendieron que las oportunidades estaban en Estados Unidos. Contrataron a un
señor Washington Zuluaga, quien de joven había vivido en ese país, para que
diariamente les enseñara inglés. Esto fue fundamental, porque el idioma les
permitió viajar, lo que fue en últimas el origen de todas las empresas. John
Gómez era muy joven, apenas tenía 22 años cuando viajó por primera vez en compañía
de Uribe.
En sus viajes, de cada anécdota iba naciendo una empresa.
“Una vez estaba descansando en un hotel cuando vi entrar a la mucama con una
escoba muy linda. Yo, como sabía del tema, me acerqué y lo primero que pensé
fue que en Colombia no teníamos escobas de esta calidad, vi que las producían
en Brooklyn, visité la fábrica y luego al que producía la máquina”. Allí nació
Escobas La Negra, en 1942, la primera empresa industrial de Gómez, que pronto
conquistó todo el mercado nacional. Así también se fundaron Reencauchadora de
Llantas, Mercados La Candelaria, Manufacturas Plásticas y Colombiana de
Iluminación. Todos ellos, negocios muy rentables que ocuparon el territorio
nacional. El esquema de negocio siempre fue aliarse con terceros para delegar
la administración, mientras fundaban más empresas.
Uribe Gómez y Cía. era la representante de Container
Corporation of America en Colombia, con lo que tenía el dominio del mercado del
cartón. En 1948, John Gómez fue a visitar esta empresa y quedó maravillado, “en
esa época, los cigarrillos y las cervezas se empacaban en cajas de madera o
costales de fique; entendí la oportunidad y le propuse al gerente montar una
planta en el país”, comenta el empresario. La empresa aceptaría solo si Gómez
conseguía que inversionistas locales aportaran el 50% para el montaje. “Organicé
una presentación muy linda e invité empresarios muy respetados, como Rafael
Piedrahíta y los Carvajal, entre otros”, recuerda. Fue tal el éxito de la
presentación que el 50% requerido se tuvo que dividir entre 15 inversionistas;
3% le correspondió a Uribe Gómez y Cía. por la transacción. Así nació Cartón de
Colombia, una de las empresas más grandes de la actualidad.
Con el tiempo, John Gómez incursionó en política. “La
primera posición que tuve fue como miembro de la Asamblea Departamental de
Antioquia. Había estudiado el presupuesto y me pareció que no era correcto; el
dinero que se destinaba a educación no era suficiente. Entonces, hice mis
observaciones y fue cuando Hernán Toro, quien era el secretario de Hacienda,
dijo: el diputado Gómez no es ni siquiera bachiller, de manera que no voy a
perder tiempo contestando sus planteamientos. Sentí un gran dolor y entonces,
al llegar a casa, le dije a mi esposa: nadie me vuelve a sentar porque no tengo
un título, me voy a Estados Unidos a estudiar”. A los 42 años, Gómez vendió sus
acciones en Mercados La Candelaria y Cartón de Colombia y se fue a estudiar a
Miami. “El mejor negocio de mi vida”, dice. Al comienzo no pudo ingresar a la
universidad, entonces se enteró de que podía validar el bachillerato en un
instituto. “En menos de un año, me preparé, me presenté y pasé. Con este
certificado, pude ingresar a la universidad”. John Gómez se graduó con honores
en economía de la Universidad de Miami en 1964 y regresó al país a seguir
haciendo empresa.
Nace
Familia
Para John Gómez, Productos Familia tiene un significado
especial, pues desde joven trabajó en el mercado del papel higiénico. Cuando
montó una empresa junto con Mario Uribe para importar papel higiénico de Scott
Paper Co., Gómez encontró que el transporte de este producto significaba más
del doble del precio. “Fui a hablar con ellos y les hice entender que
prácticamente estábamos transportando aire. Después de insistir e insistir, los
convencí de montar una planta en Colombia”, explica. Así, nació Scott Paper de
Colombia, un negocio tan bueno, que la multinacional replicó el modelo en 17
países más. Pero luego tomaron la política de salir de mercados pequeños y se
fueron del país. Al quedarse solos, en 1986, John Gómez y Mario Uribe montaron
Productos Familia y, con el tiempo, Gómez le compró su participación a Uribe.
Poco después, se asoció con la empresa sueca Mölnlycke, líderes mundiales en la
producción de toallas higiénicas. Allí nació Productos Sancela S.A., encargada
de elaborar y comercializar la marca Nosotras. Hoy, Familia Sancela es 50% de
la familia Gómez y 50% de sus socios suecos y son líderes en Colombia y varios
países de América Latina.
Otras empresas que fundó Gómez son Almacenes Croydon de
Antioquia, Productos Alcalinos, Telemercadeo, Jardines Montesacro, Espumas
Plásticas y el Country Club Ejecutivos. Fracasó dos veces: una, en la
fabricación de un juguete que llamó Movimiento Perpetuo y otra en la industria
del calzado. En política fue activo, además de diputado a la Asamblea, fue
concejal de Medellín, secretario de Gobierno, secretario de Hacienda,
representante a la Cámara y senador. Fue embajador en la Unión Soviética entre
1986 y 1989 y en Suiza entre 1997 y 1998.
Más
que un empresario
John Gómez se caracteriza por una felicidad constante, el
buen humor y la calidad humana. Le gusta mucho interactuar con la gente e
inspira a jóvenes y adultos en cada una de sus charlas. Quienes lo conocen
saben que es una persona tremendamente austera, algo propio de su cultura
paisa. Para él, “todos tenemos un talento que hay descubrir, a nadie se le
puede desechar como si fuera inservible”. Su familia asegura que en vez de ser “luz
de la calle, oscuridad de la casa”, como dice el refrán, Gómez ha sabido forjar
una familia sana y feliz. “Nunca le he escuchado decir no tengo tiempo”, dice
su hija mayor. De alguna forma, John Gómez se las arregló no solo para ser un
buen empresario, sino también un buen padre, hermano e hijo. Esto tal vez lo ha
logrado aplicando una de sus frases, “el desorden es la madre de la pobreza”.
En los negocios, el acierto de Gómez fue estar enfocado y organizado en una
meta definida. No es un hombre que se apegue a los detalles de la gerencia, su
talento es identificar oportunidades. Los nuevos John Gómez del país necesitan
tener esta condición y complementarla con una inmensa capacidad de innovación.
De todas formas, como él mismo dice, “en Colombia todavía está todo por hacer”.
Autor: Carlos Andrés Vanegas
Autor: Carlos Andrés Vanegas
profe este articulo lo tratamos en clase ya me acuerdo a mitad de semestre!
ResponderEliminarandres quintero!