Sinceramente
a veces dan ganas de sentarse a llorar, gritar de rabia y desilusión. En los
inicios del emprendimiento, la empresa y su gestor suelen ser uno solo. Aún de
madrugada, en Corabastos, una de nuestras soñadoras compra el menaje de su
pequeño restaurante, para llegar a limpiarlo todo, dejarlo todo listo y cocinar
el almuerzo. Muy pocas manos la ayudan. Martín Pineda llegó a Bogotá alejándose
de la violencia en el Casanare, trabaja de noche cuidando una cuadra en el
Nicolás de Federman, y por meses prácticamente no pudo dormir por estudiar
emprendimiento en el Sena. Su sueño es montar un negocio de tamales, pero el
inmenso peso de sentirse solo en un negocio lo frena.
Martín
tiene algo en común con el alto ejecutivo que en sus 50s decide crear una firma
de consultoría, y con miles de recién graduados que por convicción o porque no
les queda otra salida, crean su propia empresa. Las empresas son el más claro reflejo de sus gestores. Si miran
detenidamente allí pueden observar, como en ningún otro lugar, lo que saben y
lo que no, sus valores como seres humanos, sus limitaciones, sus miedos y sus
más grandes anhelos. Una mirada transparente, honesta y directa de lo que son.
Y es
que de corazón ellos lo saben: sacar adelante una pequeña empresa es bien
difícil.
Por
si fuera poco, a pesar de la inmensa cantidad de trabajo diario que enfrentan
los emprendedores, cualquiera que sea el conferencista, estudio o libro
consultado, da cuenta de lo mismo: son muy pocos los emprendedores que al final
salen adelante. Frente a este panorama es valioso retomar el que es tal vez el
libro sobre emprendimiento más famoso de todos los tiempos. En 1985, el experto
en emprendimiento Michael E. Gerber escribió su obra cumbre The E-Myth: why most small business don´t
work and what to do about it, con más de tres millones de copias vendidas.
¿Cuál
es el mito del emprendedor? Un hombre o una mujer firme, en medio de la tormenta,
con una capacidad innata de predecir el futuro y un espíritu que resiste las
más duras pruebas de la vida. Contrario a esta imagen, Gerber piensa que los
emprendedores simplemente son seres de carne y hueso como todos los demás. “Usualmente
los emprendedores solo existen por un momento, cuando deciden romper el cordón,
y el problema es que muchas veces nunca vuelven a serlo”, opina en su libro
clásico.
Lleve
a su mente los emprendedores que conoce y piense ¿en qué condiciones se
lanzaron a este desafío? Tal vez algunos de ellos sabían desde temprano que
emprender era su destino. Pero con seguridad para la gran mayoría este fue un
capricho del destino. Simplemente, un día la mañana comenzó de otro color. Un
día la idea de: si yo conozco más del negocio que este señor ¿por qué no soy
capaz de crear el mío propio? Este pensamiento se convirtió en un torbellino,
una idea constante, un escozor, una molestia que solo pudieron romper el día
que finalmente salieron a intentarlo.
Esta
es la esencia del mito del emprendedor. En su gran mayoría, los emprendedores
alguna vez trabajaron para alguien más y probablemente eran excelentes haciendo
su trabajo. Pero, según Gerber, es un error fatal pensar que entender el
trabajo técnico significa entender el negocio que hace el trabajo técnico; que
el amor, maestría y fascinación por lo que hacen es suficiente para salir
adelante.
Tres sombreros
Un
día por la mañana, una vez roto el cordón, usted respira en forma distinta.
Literalmente aspira bocanadas de ilusión. Y se prepara para hacer lo que más
sabe: trabajar, trabajar y trabajar. Pasan los días y los meses, y el panorama
se oscurece. Sacar una empresa adelante implica más trabajo del que había
pensado, toda la responsabilidad está en sus hombros y llega un punto en que a
altas horas de la noche golpea una silla de la rabia. Un grito en su interior
dice ¡cambiaría el oro del mundo por tener más tranquilidad!
Entre
tantas responsabilidades, puede llegar a odiar eso que tanto ama hacer. En la
experiencia de Gerber, muchos emprendedores fallan porque "”no crean un
negocio sino un lugar para ir a trabajar, que suele ser mucho más pesado que su
trabajo anterior”. La empresa que supuestamente lo libraría de las cadenas que
implica trabajar para alguien más, en realidad lo convierte en un esclavo. Poco
a poco empieza a entender una cruda realidad: que de alguna forma tiene que
aprender el cómo poner a funcionar su negocio en vez de hacer todo el trabajo
por sí mismo.
Según
Michael Gerber, es un error pensar que los seres humanos solo tenemos una
personalidad. Una tarde cualquiera, el flaco en nosotros dice ¡las cosas van a
cambiar por acá! Por meses empieza a trotar por la mañana, a hacer los
abdominales que nunca hizo en el colegio y a comer bien. Otro día por la noche
el gordo regresa con gaseosa y papas fritas al frente del televisor. “Cada
personalidad actúa respecto a sus intereses y necesidades”, argumenta el autor.
Eso
mismo pasa en las empresas. Para Gerber, son tres sombreros los que debe llevar
siempre, desde el primer día de su nuevo negocio: el emprendedor, el gerente y el técnico. El emprendedor es el
arquitecto del futuro, para quien toda situación representa una oportunidad; el
soñador que no deja de pensar en ¿cómo va a ser mi negocio? Al gerente le
interesa el pasado en el sentido de estar siempre pendiente en cómo organizarse
para hacer mejor las cosas. Sin él no habría planeación, ni orden. Y el técnico
es quien pone manos a la obra, su lema es: “si quieres un trabajo bien hecho
hazlo tu mismo”.
“El
gran problema es que usualmente los emprendedores son 70% técnicos, 20% gerentes
y solo un 10% emprendedores”, expone el autor en sus libros. El gerente en
usted suele enfrentarse a su emprendedor con el argumento ¡esto que sueñas no
es posible! En medio de este enfrentamiento, el técnico toma ventaja y se pone
a trabajar. El técnico está al mando, muy bueno para sus intereses, pero muy
malo para los de la empresa.
“Las
personas que muestran un equilibro entre estas tres personalidades suelen ser
muy competentes en el mundo de los negocios”, expone Gerber. Pero muchas veces
las nuevas empresas quiebran por excesos en estas personalidades. Un gran
espíritu emprendedor también puede ser problemático, pues finalmente es el
emprendedor quien inicialmente pone a los otros dos en aprietos. El trabajo del
emprendedor es crear problemas, y los del técnico y el gerente ver cómo
trabajan juntos para resolverlos.
Su empresa, no un trabajo
En
opinión de Gerber lo primero que deben tener claro los emprendedores es que “su
empresa y su vida son dos cosas totalmente distintas”. Cuando los emprendedores
están al frente de todo pierden el control de sus vidas, ¿qué pasa si usted se
enferma? ¿Pierde la motivación? o ¿si simplemente un día no quiere ir a
trabajar? Es allí cuando por duro que parezca debe reconocer que si su negocio
depende de usted, no tiene un negocio, tiene un trabajo.
Por
pequeña que sea su empresa, usted debe pensar en forma distinta. Todas las
mañanas cuando abra la puerta de la oficina pare un segundo y piense ¿qué
sombrero tengo puesto? ¿Tengo los tres? ¿Voy a tratar de proyectar el futuro,
organizar un equipo y trabajar para ello?
En
medio de la desesperación muchos emprendedores técnicos contratan a alguien para
delegarle sin ningún control las otras responsabilidades. Según Michael Gerber
esta es la principal causa de fracasos en empresas pequeñas. Por excelente que
sea esa persona, si delega totalmente sus responsabilidades, como un dulce
respiro en el camino ¿qué pasa si esta persona se va o lo estafa o le monta
competencia? De allí que en estas etapas no sea bueno contratar administradores
experimentados. Es mejor gente joven, estudiantes, con más preguntas que
respuestas para que puedan ir aprendiendo juntos.
Para
Michael Gerber los mejores emprendedores y empresas arrancan desde el comienzo
con una perspectiva totalmente distinta. El objetivo no es tanto perfeccionar
el producto o servicio que prestan sino la empresa misma. ¿Cómo va a ser mi
empresa en el futuro? es realmente la pregunta de un emprendedor que requiere
trabajo desde ya. Es pensar como si algún día fuera a vender una franquicia de
su empresa, así nunca lo haga. Nadie quisiera comprar una empresa que opera
exclusivamente basada en su trabajo. Eso no sería un negocio, sería un
problema.
Es
entrar por las mañanas a su restaurante, oficina o taller sin decir vengo a
crear un negocio no a trabajar en él. “Muchas veces los emprendedores solo
descubren su verdadera personalidad emprendedora cuando entienden todo lo que
les falta por hacer”, explica Gerber. Aprender a enfocarse en crear un negocio
que funcione es una nueva oportunidad en el camino, un desafío mayor pero más
apasionante al que tenía presupuestado.
Contrario
a lo que se cree, los emprendedores más exitosos en vez de tener todas las
respuestas son personas con una personalidad voraz por aprender cosas nuevas.
Saben que sus empresas son como una máquina que hace algo muy bien hecho, pero
que el proyecto de mejorar esta máquina nunca termina. Frente a las preguntas
más difíciles que se hacen los emprendedores a diario ¿cómo motivo a la gente?
¿Cómo les imprimo el mismo amor que le tengo al negocio? ¿Cómo delego sin
perder control? Frente a ellas, con dedicación, siempre encuentran las mejores
respuestas. Porque es muy fácil decir ¡nadie hace el trabajo como yo!, y ¡la
gente es desagradecida, cuando les estoy dando trabajo!
El
escritor Joseph Heller solía decir que “al interior de cada gran proyecto hay
alguien volviéndose loco”. Loco por mejorar todos los días y hacer algo único y
distinto a todos los demás. Un sello de lo que usted es en este mundo, como
visionario, diseñador y ejecutor de un proyecto cuya importancia es que va a
continuar allí aportando desarrollo, aun cuando ya no pueda estar.
Autor: Carlos Andrés Vanegas
Para la sección Management de la Revista Dinero
Autor: Carlos Andrés Vanegas
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