Ya
es momento de tomar en serio la felicidad. “Compramos más, pero disfrutamos
menos. Tenemos casas más amplias, pero familias más estrechas. Le hemos sumado
años a la vida y no vida a los años. Construimos edificios más altos, pero
templos más pequeños”, son algunos apartes de un hermoso texto del líder
espiritual indio Sathya Sai Baba.
Y es
que sentirnos bien con nosotros mismos, lo que tenemos y vamos logrando no es
tema para dejar en segundo plano. Por esto, el libro Felicidad. Lecciones de una nueva ciencia, del prestigioso
economista Richard Layard, del London School of Economics, tiene tanta
relevancia. Según este autor, los países desarrollados —sobre todo Estados
Unidos e Inglaterra— han logrado en los últimos 50 años duplicar su nivel de
ingresos al tiempo que las mediciones de felicidad revelan una realidad oscura:
la gente es más infeliz.
Además,
Layard expone que esta problemática no afecta solo a los ricos, sucede incluso
en países en desarrollo como Colombia en donde también han crecido los
ingresos, al parecer sin mayor impacto en nuestra felicidad. ¿Qué está pasando?
Egoísmo
“La
verdad es que la gente es más feliz, si siente un interés genuino en los demás
y es agradecida por lo que tiene. Todo el deterioro en la felicidad se explica,
de una u otra forma, en la pérdida de un sentido de fraternidad entre humanos”,
plantea Layard. De allí el valor de prestar atención cada vez que esa voz
interna le recuerda: ¡la vida no es solo dinero! Esta frase popular, como
muchas otras, es respaldada por estudios empíricos.
Las
investigaciones internacionales en las que se basa este libro ponen al
descubierto dos crudas realidades sobre el dinero. Primero. La gente valora sus ingresos en forma
relativa, es decir, cuando los compara con lo que tiene el de al lado.
Segundo. Las personas se acostumbran
asombrosamente rápido a lo que tienen. Una mejora en sus ingresos en muy
corto tiempo se convierte en algo normal.
En
un estudio de la Universidad de Harvard les plantearon a los estudiantes dos
escenarios. En el primero, ellos ganaban US$50 y la sociedad en general US$25.
En el segundo, su sueldo era US$100 mientras que el del resto US$200. Puede
sorprenderle, pero el 70% de los estudiantes prefirió el primer mundo. Usted
podría decir, ¡es demasiada envidia preferir ganar la mitad para estar mejor
que el resto! Pues al parecer así funciona la sociedad.
Piense
en la siguiente imagen de caricatura: un empleado que al ver que no logró un
aumento de sueldo pide que por lo menos le bajen el de su compañero. Tal vez
por ello se dice que rico no es el que mucho tiene, sino el que poco necesita.
La capacidad de ser feliz es directamente proporcional al nivel de riqueza
interna.
En
el libro Ansiedad por el status, el
autor suizo Alain de Botton explica que es posible que hoy estemos menos
satisfechos con nuestros ingresos que, por ejemplo, en la era feudal porque
entonces, con excepción del señor feudal facultado por un poder supremo, el
nivel de vida no era tan desigual. “Cuando un grupo de la sociedad mejora
ampliamente sus ingresos, las expectativas de los otros crecen y de allí la
infelicidad contemporánea”, plantea Botton.
Estos
comentarios tienen todo el sentido. Es humano compararnos con lo que tiene el
vecino, el salario del cuñado, el del mejor amigo o incluso el de nuestros
propios hermanos. Triste realidad. A veces no somos menos felices por lo que no
tenemos sino por lo que tienen los otros. He aquí una gran paradoja sobre el
dinero que plantea Layard: “Cuando la gente se hace más rica que los demás,
esto la hace feliz. Sin embargo, cuando es toda la sociedad la que mejora, no
hay mayor impacto en la felicidad general”.
Codicia
Por
otra parte, tener más no soluciona ningún problema. “El dinero se convierte en
una adicción, como la droga o el alcohol”, plantea Layard. Distintos estudios
muestran que los seres humanos nos habituamos demasiado rápido a nuestras
posesiones. “Un BMW al comienzo le puede generar la mayor felicidad del mundo,
pero en corto tiempo le parecerá algo normal”, sostiene el autor. Por esto,
Richard Layard es tan crítico con la visión clásica de los economistas de
entender el desarrollo social, sobre todo en términos del crecimiento
económico.
“Solo
el aumento del producto interno bruto no se puede ver como una mejora en el
bienestar de la gente”, expresa el autor. Todo lo contrario, esta ansiedad
inagotable de la gente por tener más la lleva a trabajar sin descanso. “Nos
acostamos más tarde y nos levantamos más cansados”, expresó Sathya Sai Baba.
Por
ejemplo, es cierto que el nivel de ingresos en Estados Unidos es mucho mayor al
de cualquier otro país, pero así mismo tiene el mayor promedio de horas
trabajadas de sus habitantes por año, recalca Layard. Es evidente que la gente
no está mejor solo con tener más. Por esto, Layard plantea que los economistas
deberían reformular su pensamiento convencional, en el cual gracias al “egoísmo
del panadero” se genera el bien común (Adam Smith, La riqueza de las Naciones,
1776).
En
cambio, promueve un esquema más solidario y humano en el que identifica las
mayores oportunidades para incrementar los niveles de felicidad. “Los
economistas, reyes en la formulación de políticas públicas, tienen mucho por
aprender de los psicólogos”, sostiene el autor.
Ansiedad
En
psicología se da el debate de si la felicidad es un concepto personal que se
pueda ampliar a una esfera común. Según este autor, entre otros, si es posible
pensar en estos términos. “Felicidad es simplemente sentirnos bien y disfrutar
la vida. E infelicidad, esa sensación de querer cambiar las cosas”, apunta
Layard. De hecho, hoy sabemos que es posible monitorear estos sentimientos en
el cerebro; el lado izquierdo responde a estímulos felices y el derecho lo
opuesto. Incluso, es factible medir etapas de felicidad en la vida de las
personas en determinados períodos.
No
podemos desconocer esta realidad. Encuestas internacionales evidencian que las
personas se ven afectadas más por la depresión que por la misma pobreza. “La
depresión es un problema de ricos y pobres por igual. Es un conjunto de
pensamientos negativos que hacen insoportable la vida”, argumenta Layard.
Siendo este cáncer de la sociedad un aspecto que se puede tratar, es
sorprendente cómo en los presupuestos nacionales suele quedar relegado al
mínimo, digamos si comparamos con aspectos relacionados con la pobreza.
Entonces,
si el dinero no nos hace más felices, ¿qué?
Individualismo
El
hombre piensa cada vez más en sí mismo. Así como el panadero. Richard Layard
investigó y valoró en distintos países los aspectos que generan felicidad para
las personas. He aquí su descubrimiento más valioso: “En los factores de
felicidad, los que más se han deteriorado se relacionan con la calidad de
nuestras relaciones”, reporta. En general, los seres humanos siempre
preferiremos sentirnos acompañados. En su orden, los 7 aspectos que para Layard
explican la felicidad de la gente son las relaciones familiares, la situación
financiera, el trabajo, la comunidad y los amigos, la salud, la libertad
personal y los valores.
Nótese
cómo los ingresos son solo uno de los colores que imprimen el arco iris de los
sentimientos humanos. Es posible que hayamos crecido en este aspecto a costa de
los demás.
De
todas las razones y propósitos en la vida, nuestra familia es la mayor fuente
de felicidad. “Está comprobado, la gente que se casa es más feliz”, asegura el
autor. Los estudios muestran que en los años antes del matrimonio la felicidad
crece y llega al punto máximo en el primer año. Luego cae, pero se mantiene por
encima de cuando se era soltero. “Las razones son fáciles de explicar. El amor
es salud. En un matrimonio, la gente es más sana y vive más años. Hay beneficios
económicos y metas comunes”, afirma.
Por
otra parte, el divorcio funciona en sentido contrario. Siendo el primer año
también la parte más difícil. Pocas cosas destruyen más felicidad que los
divorcios en un país. Cuando se comparan las tasas de divorcio en una gráfica
contra los países menos felices la correlación es muy alta.
Amor
Está
demostrado que los jóvenes de familias divorciadas son más propensos al
alcohol, la depresión y a no terminar los estudios. Peor son los indicadores en
familias llenas de guerras y dolor. Muestra contundente de cómo la
inestabilidad en la familia perjudica nuestra felicidad. El trabajo es otra
importante fuente de satisfacción. “Los economistas suelen calcular los costos
en ingresos del desempleo, pero no tienen en cuenta el inmenso dolor que
ocasiona a la gente no sentirse útil. Todos tenemos cierta necesidad de
trascendencia. Las etapas de desempleo quedan marcadas como llagas en la vida
de la gente", expone Layard.
La
verdad es que relaciones entre humanos son cada vez más limitadas por el avance
de la tecnología. Desde el lanzamiento de la televisión, el número de
agrupaciones y sociedades temáticas ha caído dramáticamente en el mundo. En
promedio, un niño pasa más de 4 horas diarias viendo televisión. “El problema
con la televisión no es que informe poco. Sino que informa mucho”, dijo el
famoso filosofo español Fernando Savater en su reconocido ensayo sobre
educación. “La televisión aumenta nuestras expectativas. De allí que la gente
haya dejado de ser feliz con su belleza y lo que tiene”, argumenta Layard.
Según
esto, la publicidad, maestra en utilizar nuestras aspiraciones para vender más,
puede estar afectando negativamente los sentimientos.
Fe
La
creciente desconfianza entre humanos es otro aspecto que ha afectado los
niveles de felicidad. Los reportes muestran que solo algunos países europeos
quedan bien librados frente a la pregunta ¿confía usted en la gente de su país?
Richard Layard entiende una fuerte relación entre valores y felicidad. Respecto
a los valores religiosos, Layard realiza un interesante descubrimiento: la
gente que cree en Dios tiende a ser más feliz.
Seguridad
es otra palabra clave. Tema fundamental para el país. En palabras del autor, no
hace falta mencionar los impactos de la guerra destruyendo la felicidad de
cualquier país.
¡Las
mejores sociedades son las más felices!, expresó el filósofo Jeremy Bentham.
Una idea provocativa para reflexionar como sociedad y en nuestras empresas. En
lo personal, en este fin de año, tome un tiempo y evalúe si sus metas
profesionales y lo que va alcanzando realmente le está permitiendo sentirse
mejor. Trate de poner en práctica los mensajes de Sathya Sai Baba: "la
felicidad es un trayecto, no un destino. Trabaja como si no necesitaras dinero.
Ama como si nunca tu hubieran herido, y baila como si no te estuvieran
viendo".
Autor: Carlos Andrés Vanegas
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