Por
supuesto, las críticas al modelo estadounidense de educación gerencial no son
ninguna novedad ni tampoco se deben tomar de forma generalizada. Pero en esta
oportunidad provienen de la propia casa. A respetados autores como Henry
Mintzberg, quien ha liderado esta polémica con su libro Managers Not MBAs, ahora se suman decanos como Dipak Jain. Además,
para encender aún más la hoguera, en julio pasado el texto de Bennis y O'Toole
tuvo respuesta de los autores Harry y Linda DeAngelo con su artículo What´s really wrong with U.S. Business
Schools? (¿Qué es lo que realmente está mal en las escuelas de negocios de
Estados Unidos?). En él plantean que el problema no es tanto que se haya
perdido la práctica, sino que los distintos rankings
que publican revistas como Business Week y el Financial Times hacen que las
facultades se obsesionen con resultados inmediatos, lo cual las lleva a
implementar estrategias de corto plazo que comprometen la calidad de la
educación. “Las escuelas están siendo presa de los grandes peligros que tanto
predican del cortoplacismo”, dicen los autores.
¿Cómo se perdió el rumbo?
En
las últimas décadas, las escuelas de negocios, en particular en Estados Unidos –paradigma
de la educación gerencial–, han gozado de una reputación que cualquier empresa
privada envidiaría. Los exagerados costos de un MBA en ese país evidencian la
confianza que se les deposita. Pero según Bennis y O'Toole, cada vez más se
pone en entredicho su capacidad para impartir habilidades útiles, formar
líderes con valores e incluso conseguir buenos empleos para sus egresados.
Esto, explican, se debe a que el modelo de educación se ha hecho más restringido
y menos relevante para los que operan en el mundo real. ¿Cómo llegaron a esto?
En
sus inicios, las escuelas de negocios emergieron del mundo empresarial. Bennis
y O'Toole explican que a comienzos del siglo XX, estas “escuelas de comercio”
estaban conformadas principalmente por profesores que debían tener éxito en las
empresas. “Muchos eran viejos simpáticos que contaban historias de la guerra,
transmitían sabiduría popular y uno que otro consejo práctico”, recuentan. Sin
embargo, pronto las empresas y las escuelas se dieron cuenta de que algo no
estaba funcionando. “Era una educación útil, aunque incompleta y poco
profesional”.
Entonces
en 1959, las fundaciones Ford y Carnegie realizaron una investigación
devastadora sobre la calidad de la educación gerencial estadounidense. En ese
momento las escuelas empezaron a perder el rumbo, plantean Bennis y O'Toole. En
vez de seguir un modelo profesional, como el de la medicina o el derecho, que
valora ampliamente el contacto con la práctica, optaron por seguir modelos como
el de la economía y la física, tratando de identificar caminos seguros a partir
de la investigación científica. “En este modelo, la universidad existe ante
todo para apoyar los intereses de los expertos académicos y no los de las empresas”,
afirman los autores.
Llegar
muy lejos en este modelo cientificista puede tener grandes complicaciones.
Sobre todo en temas de gerencia en los cuales el cambio, la incertidumbre y la
toma de decisiones con información incompleta son el pan de cada día. “Después
de todo, tener el coraje de tomar una decisión a ciegas es uno de los sellos
del liderazgo”, afirman. De hecho, sugieren, que las publicaciones empiezan a
ser más del interés de los académicos que desean demostrar su rigor teórico
frente a los físicos y economistas que de los empresarios mismos. Así, los
temas de interés para ejecutivos, pero que no se pueden validar científicamente,
no se publican, y ellos, al tratar de encontrar soluciones, cada vez más buscan
respuestas en revistas profesionales y en los best sellers.
Bennis
y O'Toole lanzan críticas muy agudas. Consideran que la razón de que este
modelo se haya afianzado en muchas escuelas es la conveniencia de los
profesores. “El modelo avanza las carreras y satisface los egos del profesorado.
Y, honestamente, facilita las cosas: si bien las técnicas de la investigación
requieren habilidades en estadística o diseños experimentales, no exigen mucho
conocimiento perceptivo de los complejos factores humanos y sociales, ni mucho
tiempo en terreno descubriendo los problemas verdaderos que enfrentan los
ejecutivos”, afirman. Por ello, opinan que los profesores que escriben para
revistas profesionales, como HBR y como Dinero, corren el riesgo de perder su
empleo aun cuando tengan la oportunidad de llegar a un número mucho más grande
de personas. El sistema se retroalimenta cuando se contratan profesores jóvenes
sin experiencia real en empresas y sin contactos en el mundo empresarial que
dedican su vida entera a la academia.
Bennis
y O'Toole no están planteando que el modelo estadounidense de educación gerencial
regrese a los tiempos de “escuelas comerciales”. En su opinión esto sería un
error. Pero sí creen que han olvidado otras formas del conocimiento más
humanistas y que deben estar más en contacto con el mundo real para adquirir
relevancia. “Volver al paradigma de la escuela comercial sería un desastre.
Pero se debe encontrar un equilibrio entre el rigor científico y la parte
práctica”, concluyen.
La respuesta de las facultades del país
Aunque
estas críticas se dirigen a las escuelas de negocios estadounidenses, que de
por sí han alcanzado altos estándares de calidad y, no se puede negar, tienen
una cultura de estrecha colaboración entre academia y empresa, vale la pena
conocer las opiniones de quienes están al frente de la educación en las
principales facultades de Administración en Colombia. “Son momentos históricos
y estructurales distintos. Estamos buscando nuestro propio rumbo. Hay que
seguir trabajando muy fuerte en la calidad académica, sabiendo de antemano que
no podemos olvidar el mundo real”, afirma Humberto Serna Gómez, profesor
titular de la Universidad de los Andes.
Rodrigo
Muñoz, quien está al frente del doctorado en Administración de la Universidad
EAFIT, de Medellín, conoce las distintas críticas a las escuelas de negocios
estadounidenses. Muchas de ellas, explica, provienen de otras regiones del
mundo, como Europa. Junto con el decano Francisco López Gallego, Muñoz ha
estado alerta ante los peligros de seguir a ciegas los lineamientos y modas de
las escuelas en Estados Unidos. “La disyuntiva no es escoger entre el rigor
científico y la relevancia práctica”, asegura. EAFIT reconoce la diferencia de
estos mundos y los aborda desde perspectivas distintas. “El objetivo es
combinar bien investigación pertinente con formación pertinente. Para los temas
más cuantitativos, hay herramientas de enseñanza pero también las hay para los
temas humanos”, explica.
Para
Marco Fidel Rocha, exrector del Colegio de Estudios Superiores de
Administración CESA, muchas de las críticas de Bennis y O'Toole tienen sentido
en el campo colombiano. “Estos artículos deben abrir los ojos para hacer correctivos
a tiempo. Los planes de estudio deben tener un equilibro entre lo práctico y lo
teórico. Infortunadamente, durante una época fuimos muy flexibles con dejar
crear muchas instituciones de educación superior. Al tratar de hacer
correctivos, nos fuimos para el otro lado”, relata. Es por esto que al CESA se
le reconoce por atraer profesores que han tenido éxito en el mundo real.
Otra
facultad que se identificó con los planteamientos de Bennis y O'Toole, aunque
desde su propia perspectiva, fue la de la Universidad Javeriana. “Parece que el
programa lo hubieran diseñado estos autores”, comenta Guillermo Galán, decano
de la facultad de Ciencias Económicas y Administrativas. Como el enfoque de la
Javeriana acoge los principios humanistas de la comunidad jesuita, la
perspectiva de no concentrarse solo en las herramientas de Bennis y O'Toole,
sino en formar buenos seres humanos, tiene sentido para esta facultad. Para
Galán, la administración es una disciplina académica que tiene tanto de arte
como de ciencia. Con distintas estrategias para acercarse a la empresa, que
incluyen semestres sociales, su objetivo es formar personas que tengan la
empatía para vincularse y aprender.
“Nada
más práctico que una buena teoría”, es la posición del profesor titular Carlos
Dávila Ladrón de Guevara, de la Universidad de los Andes. Dávila piensa que en
el país se ha logrado formar buenos egresados con conocimientos sólidos de la
administración. “Gente pragmática se puede aprovechar de un artículo de alguien
serio como Bennis. En las universidades estadounidenses se podrían realizar
estas críticas, pero no en un país como Colombia”, agrega. De hecho, las
mediciones regionales de calidad en la educación muestran el sentido de sus
planteamientos. En el ranking de la revista América Economía, el único programa
que aparece entre los primeros 10 lugares por su calidad académica es el MBA de
los Andes.
Su
compañero de trabajo Humberto Serna opina de forma similar. “No podemos
abandonar este camino que ha demostrado ser fundamental en la formación de
nuestros gerentes. El tema central en Colombia seguirá siendo la seriedad y la
calidad de nuestros egresados. Pero no podemos por esto olvidar otros aspectos
fundamentales como liderazgo y valores. De ellos, la inteligencia emocional
ocupa un lugar central pues es el puente que les permite a los estudiantes
aplicar lo que saben”, ASEGURA Serna.
Héctor
Ochoa, decano de la facultad de administración del ICESI, es optimista respecto
al rumbo de las escuelas de negocios. “Muchas de las principales escuelas
nacieron del empuje de los empresarios con la creación de Incolda. Esto nos ha
llevado a mantener un vínculo con las empresas”, sostiene Ochoa. En esta
facultad, por ejemplo, de los profesores de tiempo completo, el 85% llegó de
las empresas y de ellos, 13 han hecho doctorado por la facultad. La posición de
Oswaldo Chacón, director del pregrado de administración en la Universidad
Externado, también favorece esta perspectiva. “Insistir en establecer una
brecha entre teoría y práctica es una discusión estéril. El objetivo es
establecer planes de estudios que impartan conocimiento, pero también la
habilidad de aplicar este conocimiento. Además, esto se debe complementar con la
comprensión de los contextos”.
En
suma, el gran compromiso del país por el momento es continuar trabajando en
consolidar la calidad académica en la que todavía hay un largo trecho por
recorrer. No es posible favorecer escuelas que no cumplan estos requisitos de
calidad. Pero ya se conocen de antemano los riesgos de olvidarse del mundo real
sobre todo en un país tan necesitado de una mayor interacción entre academia y
empresa.
Pero, me asalta la duda. Es mejor formar personal para administrar o mejor forma emprendedores? porque administradores miopes, tecnicos, existen a granel
ResponderEliminarLa idea es que una buena facultad de Administración debería hacer bien ambas cosas: ejecutivos con valores y capacidad de lograr grandes cosas y emprendedores innovadores.
EliminarAsí lo hacen las mejores escuelas de negocios del mundo... forman tanto a los emprendedores que revolucionan los negocios como a quienes llegan a ser los gerentes de las empresas.
Pero usted tiene razón... para el caso de la educación en emprendimiento llevar la práctica a la Universidad es aun más importante.