Ram Charan,
consejero de los grandes CEOs explica cómo generar innovación para crecer
sostenidamente. ¿Qué se está haciendo en el mundo y en Colombia?
Ram
Charan es uno de los consultores de management más influyentes del mundo. A sus
69 años de edad, Charan tiene como clientes a muchos de los CEOs de las
empresas más grandes del planeta. En su trayectoria de 40 años como consultor
ha acumulado una lista de clientes que incluyen a John Reed, ex presidente de
Citibank, y Jack Welch, ex presidente de General Electric.
Charan
publicó hace poco años en coautoría con Alan G. Lafley, el ex presidente de
Procter & Gamble (P&G) y uno de los líderes empresariales más
destacados del mundo por su gestión de innovación. El libro se convirtió
inmediatamente en un best seller en varios países. Charan cree que la
innovación es un elemento central en las estrategias de negocios de este siglo,
pero pocas compañías logran entender sus verdaderas implicaciones. “¿Por qué
algunas compañías grandes no son más innovadoras?”, pregunta. “Porque piensan
en la innovación como algo mecánico y no como un proceso social enfocado al consumidor”,
dictamina.
Charan
es conocido por su estilo informal y su capacidad para descomponer conceptos
sofisticados y convertirlos en verdades sencillas que la gente puede apreciar
en el contexto de su realidad más inmediata. Sus clientes lo aprecian por la
capacidad que tiene para obligarlos a hacerse las preguntas más difíciles, las
que se requieren para entender las situaciones que enfrentan.
De
acuerdo con Charan, cuando una compañía se vuelca hacia la innovación tiene que
hacer dos cosas esenciales. Primero, debe redefinir todas sus estrategias en
función del consumidor. “En Procter & Gamble lo sintetizan así: el
consumidor es el jefe, o más exactamente, ellos hablan de la jefe, pues
entienden que son las mujeres quienes toman las decisiones de compra en el
hogar”, afirma.
Segundo,
las empresas deben entender que “toda organización es un sistema social que
tiene su centro en una manera de pensar y hacer, la cual determina las
decisiones y las agendas. Cuando el crecimiento y la innovación se toman en el
centro de la agenda, este se vuelve el foco de todas las discusiones y todas
las reuniones, formales e informales. La gente comienza a ver la innovación y
el crecimiento en el nivel en que cada uno se encuentra en la organización.
Cualquier compañía que quiera avanzar en los negocios debe implementar un sistema
social hacia la innovación”.
Colombia
tiene un potencial importante en materia de innovación y las empresas
colombianas están dando pasos en la dirección correcta. “La innovación está en
todas partes”, afirma Charan. “Puede venir de cualquier lugar, de Colombia,
México, Brasil o India. Si usted es un innovador local enfocado en satisfacer
las necesidades de un cliente y trabaja en equipo, su idea puede viajar a donde
quiera”.
Para
este artículo conversé largamente con Charan sobre sus ideas respecto al tema
de la innovación. Además busqué ejemplos de empresas colombianas que ilustran
la forma como estos principios básicos se pueden entender desde la perspectiva
de las organizaciones de nuestro país, las cuales nos muestran cómo se están
desarrollando este tipo de aprendizajes en Colombia.
El centro de la estrategia
“Ganar
en los negocios hoy es básicamente lo mismo que hace décadas: atraer clientes
nuevos, con productos y servicios que permitan crecer en forma rentable. Lo diferente
ahora es cómo lograrlo”, afirma Charan. Cómo lograrlo es precisamente el tema
de The game-changer: how you can drive
revenue and profit growth with innovation, el libro que escribió con A.G.
Lafley, en el que recoge la experiencia de transformación hacia la innovación
que ha vivido P&G en la última década.
Hoy
la innovación es indispensable, pues las barreras a la competencia caen y el
ritmo del cambio es implacable. La innovación está en los productos, los
servicios, el diseño, el modelo de negocio, los sistemas de distribución y en
todas las actividades de la empresa. Se trata fundamentalmente del arte de “transformar
las ideas en ganancias” y para ello se requiere entender a la empresa como un
sistema social donde la unidad básica es el trabajo en equipo. “Cualquiera
puede ser creativo, pero nadie puede innovar solo”, afirma Charan.
El argumento
central de Lafley y Charan es que la innovación puede orquestarse y planearse,
de modo que se convierta en una rutina organizacional. “Para que la innovación
sea una rutina, requiere de gente y por ello es un proceso social”, agregan.
El
primer paso que debe dar el presidente de una empresa que quiera crecer a
través de la innovación es convencerse de que esta va a ser el centro de su
estrategia. Esto significa que la empresa se va a comprometer con unas
aspiraciones de crecimiento de alto nivel y se va a rebelar contra algunos
paradigmas que suelen ser comunes y han calado en forma profunda en la cultura
empresarial.
Para
empezar, comprometerse con la innovación implica rechazar la idea de que la
empresa está obligada a competir a través de precios bajos. “La innovación en
el fondo no es otra cosa que luchar contra las fuerzas que afectan los precios
y los márgenes. Sólo los líderes que logran buscar nuevos caminos, que cambian
el juego en sus negocios, obtienen resultados”, plantea Charan. Esto obliga a
asumir compromisos de fondo en la estrategia. Cuando una empresa se impone
metas ambiciosas y decide que no se va a permitir a sí misma el recurso de
competir como un tomador de precios, debe asumir decisiones arriesgadas y de
largo alcance para crecer.
En
el libro Lafley explica cómo la innovación cambió el juego de P&G. Desde su
posesión como CEO, esta multinacional logró doblar sus ventas al pasar de
US$39.000 millones a US$80.000 millones. Siendo reconocida como una máquina
para crear marcas, P&G estaba estancada, pero con Lafley dio el salto de
pasar de tener diez marcas que vendían más de US$10.000 millones cada una a 23,
y luego colocó 18 marcas más en fila para alcanzar este tamaño, tales como
Swiffer, las fragancias Hugo Boss y Tampax.
Para
muchos fue una hazaña sin precedentes si se tiene en cuenta el tamaño de
P&G y su característica de operar principalmente en industrias maduras con
competidores de la talla de Unilever, Colgate-Palmolive, Johnson & Johnson,
Kimberly Clark y Henkel. Incrementar 5% sus ventas significa para esta compañía
crear un nuevo producto de la importancia de Tide o abrir un nuevo mercado tan
grande como el chino. Pero al cambiar el juego, P&G se consolidó entre las
10 primeras firmas de Estados Unidos y como uno de los ejemplos emblemáticos en
innovación.
Algunas
empresas colombianas han tomado este camino, lo que las ha obligado a apostar a
estrategias de gran envergadura. Por ejemplo, para lograr la escala necesaria
para sus proyectos, Nacional de Chocolates inició un proceso de expansión internacional
de largo alcance. “El Grupo Nacional de Chocolates emprendió 6 fusiones en 4
países, 12 escisiones y 12 adquisiciones en 6 países, creando 14 empresas nuevas
para favorecer la innovación”, comentó Carlos Enrique Piedrahita, presidente
del Grupo. A finales de la década pasada ya había logrado que la participación
de nuevos productos en el total de ventas alcanzara el 12%, lo que para el
tamaño de este grupo, cerca de $3,4 billones, significa ingresos adicionales
superiores a $400.000 millones.
Comprometerse
con la estrategia implica tomar riesgos. Alpina, por ejemplo, ha asumido un
compromiso estratégico con valores como la nutrición y la salud, los cuales
están asociados en forma crítica al posicionamiento de la marca en la mente de
los consumidores. Sus lanzamientos de productos siguen esa orientación, como es
el caso de Yox, un yogur que es único en el mercado porque contiene un
probiótico originado en leche materna, y Regeneris, un producto que ayuda a los
consumidores a manejar el problema del estreñimiento. En estos productos,
Alpina ha tenido que trabajar el desarrollo de conocimiento técnico y clínico,
y además ha tenido que duplicar los esfuerzos para educar a los consumidores,
pues para apreciar los beneficios ellos deben aprender más sobre la forma como
funciona su propio cuerpo.
La consumidora, la jefa
La
principal tarea de Lafley al llegar a la presidencia de Procter & Gamble
fue impulsar un cambio de mentalidad, en el que todos los empleados de la
compañía tenían que ver con claridad que su verdadero jefe era la consumidora,
quien decide si lleva el producto o no. “Lafley se esmeró para que todos
entendieran que el jefe en P&G es el cliente y no el CEO”, afirma Charan. “La
tarea era entender muy bien a ese jefe, sus deseos y necesidades insatisfechas”,
complementa. Para Charan, un elemento crítico en el éxito del proyecto de
P&G es la forma como logró poner en marcha todo un proceso social alrededor
de un concepto sencillo, considerar que el consumidor es el jefe. “El negocio
de P&G se juega en dos momentos de la verdad con el jefe: cuando decide
comprar el producto y cuando lo utiliza. Este desafío se repite millones de veces
al día en más de 180 países”, explica Lafley.
P&G
no era una compañía novata en mercadeo cuando Lafley llegó a su presidencia.
Sin embargo, tuvo que esforzarse mucho para mejorar su comprensión de las
realidades del consumidor. La empresa entendió que las grandes innovaciones
nacen a partir de identificar necesidades de las que incluso los consumidores
no son conscientes. P&G se ha volcado hacia métodos de investigación de mercado
en los cuales la observación de los consumidores en la situación de consumo es
un componente esencial y ellos hacen parte del proceso de desarrollo de los
productos desde las etapas más tempranas. A partir de 2000, P&G ha
invertido más de US$10.000 millones en investigaciones con clientes, en las que
involucran hasta cuatro millones de ellos al año.
La
empresa ha desarrollado dos programas de investigación que se denominan living it y working it, en los cuales las personas de la empresa que están
haciendo la investigación de mercado pasan grandes cantidades de tiempo con los
consumidores, tanto en las tiendas y supermercados, cuando compran los
productos, como en sus hogares, donde los utilizan. En el programa living it, los investigadores
prácticamente se pasan a vivir por temporadas a las casas de los consumidores.
Se estima que el 70% de los ejecutivos de P&G ha pasado por estas
experiencias.
A
partir de estos programas se han diseñado productos exitosos. Una de las
primeras cosas que aprendieron en los programas living it en México fue el gran valor que las familias le asignan
al agua. También descubrieron que para un ama de casa tradicional, mandar a sus
hijos impecables a la escuela era sinónimo de estatus y de buenas madres, por
lo cual gastaban una buena parte del día lavando la ropa de los niños. Al
convivir con las familias, los ejecutivos de P&G vieron que las mujeres
debían repetir varias veces el proceso de enjuague, utilizando gran cantidad de
agua. En 2004 P&G lanzó Downy Single Rinse, con una campaña publicitaria en
donde mostraban que la tarea de lavar la ropa se reducía de seis pasos a solo
tres. El producto ha sido un éxito en México.
La
innovación en países en desarrollo es un frente muy importante en P&G.
Según Charan, la empresa siempre había tenido una presencia en países en desarrollo,
“lo que no había tenido era una estrategia”. Entonces la compañía pasó de dos
billones a tres billones de consumidores, un crecimiento logrado a partir del
desarrollo de estrategias en estos nuevos mercados. “En los países en
desarrollo la gente no tiene dinero para gastar en cosas que no funcionen. La
clave en estos mercados es darle al cliente lo que valora. Y todos, ricos o
pobres, tenemos un precio en mente justo para lo que queremos”, explica Charan.
En
Colombia, varias empresas están trabajando con éxito los procesos de desarrollo
de productos a partir de metodologías etnográficas y de observación del
consumidor en el sitio de consumo. Juan Pablo Fernández, vicepresidente de
mercadeo de Alpina, comenta que “todas las categorías están buscando innovar
para poder suplir las necesidades de la gente. Las innovaciones en Alpina nacen
del juego de combinar necesidades, ocasiones de consumo, embellecimiento y
salud, pasando por el diseño de los empaques. Cuando se cierra este ciclo tenemos
una innovación perfecta”.
El cambio en la cultura
Cuando
se habla de convertir la empresa en un sistema social para la innovación, se
está hablando de un profundo cambio cultural. Para lograr el éxito en la
innovación, las empresas tienen que aprender a deslizarse sobre el filo de una
navaja. Tienen que crear una cultura de confianza, colaboración y apertura a
las nuevas ideas, donde las personas sientan que pueden aportar sin temor a una
crítica inmediata y sin el temor a ser despedidas a la primera señal de
fracaso. Sin embargo, esa misma cultura tiene que estar fundamentada en
elementos de rigor, disciplina en el análisis y seguimiento a los resultados. “Lo
importante es aprender del error”, afirma Charan.
P&G
ha cometido errores. Pensando en el limitado espacio en la vivienda de una
familia de bajos ingresos en México, P&G diseñó el detergente Ariel Ultra,
con el objetivo de economizar, pues gracias a unas enzimas especiales el
producto lograba limpiar la ropa con la mitad de la cantidad tradicional. Sin
embargo, aunque era una excelente innovación en desempeño, el consumidor no lo
pudo entender. Las amas de casa mexicanas nunca creyeron que se pudiera lavar
la ropa con tan pequeña cantidad, sobre todo porque el producto no producía
espuma, algo que para ellas estaba asociado al poder limpiador. El aprendizaje
a partir de este error fue uno de los antecedentes de la creación de los
programas living it.
En
Colombia, las empresas innovadoras entienden la importancia del tema. Carlos
Enrique Piedrahita, presidente del Grupo Nacional de Chocolates, afirma que el
objetivo ha sido “crear una cultura que no castigue el error no intencionado
para innovar en productos, bajo un concepto amplio que abarca aspectos como
modelos de negocios, mercadeo, seguridad industrial o fijación de precios,
entre otros, y que involucra a cada uno de nuestros 25.000 colaboradores”.
Por
su parte, Juan Pablo Fernández, de Alpina, cuenta cómo la empresa ha
desarrollado todo un aprendizaje a partir del fracaso de Wingo en el mercado en
el año 2007. Para Alpina la idea era llevar a la población de menores recursos
un producto con alto contenido en fruta. En los estratos bajos se toma
principalmente refrescos en polvo, cuyos contenidos en fruta son muy bajos. El
producto era un refresco líquido que se disolvía en agua con alto contenido de
fruta. Sin embargo, el producto no tuvo éxito.
Haciendo
el análisis, Alpina ha identificado que cometió un error al concentrar la
presentación de los beneficios en el tema de belleza y salud y subestimó la
importancia de la percepción de la población objetivo sobre el aporte
energético del azúcar que contienen los refrescos en polvo. En los estratos de
menor ingreso, el azúcar no es el producto enemigo que engorda, sino el
producto amigo que da energía para una larga jornada de trabajo.
Además,
se cometió otro error en el empaque, pues debía abrirse con tijera y no era
fácil almacenarlo una vez abierto. Fernández reconoce que la empresa ha aprendido
mucho a partir de esta experiencia. “La oportunidad del mercadeo en los
estratos de menores ingresos está abierta, pero es indispensable innovar para
llegar con los productos adecuados”, afirma Fernández. “Hay que aprender y esta
escuela se construye con la experiencia”, agrega el vicepresidente. Una
importante lección para las empresas que quieren desarrollar el gran potencial
que encierran estos segmentos de mercado.
Liderar y comunicar
La
innovación solamente puede existir si los líderes de la empresa la asumen como
un compromiso personal y profesional. “El presidente de la empresa tiene que
saber que la responsabilidad final es suya”, afirma Charan. Y agrega que “su
tarea es garantizar que la innovación y el crecimiento rentable ocurran”.
“Una
tarea esencial del presidente de la organización es formar líderes en todos los
niveles. Debe aprender a reconocer los talentos naturales que distinguen a las
personas y ocuparse de su desarrollo”, dice. “Las personas que tienen talento
deben estar permanentemente expuestas a retos que les permitan crecer. El
líder, además, debe lograr expresar su visión de una manera sencilla que todos
puedan entender”.
La
tarea no para allí, sino que debe estar acompañada por un trabajo permanente de
comunicación. El presidente de la empresa siempre debe estar sintonizado con el
mensaje y debe aprovechar todas las oportunidades posibles para repetirlo. Los
éxitos y las metas alcanzadas deben ser celebrados y aprovechados como momentos
para afianzar la cultura que se aspira a desarrollar en la organización.
“La
innovación y el crecimiento rentable son un problema de todos en la empresa y
el trabajo para lograrlos debe hacer parte de la rutina de todos”, asegura Charan.
“Innovar y crecer deben hacer parte de la descripción del trabajo de todos.
Mantenerse alerta para asegurar que la empresa se mantenga enfocada como un
rayo láser en el logro de estos objetivos es una de las tareas centrales de un
presidente de empresa en el mundo de hoy”.
Autor: Carlos Andrés Vanegas
Para la caratula de la Revista Dinero
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