Al
llegar allí, frente a ese inmenso paisaje, se siente como un estruendo en el
interior, una voz que dice ¡Dios, esta vez me descrestaste! Los ojos
simplemente parecen no captar la imagen en medio de la sensación de haber
encontrado un tesoro en el camino.
Un
tesoro aun más brillante, pues allí están juntas unas manos enamoradas. En el
municipio de Aquitania, Boyacá, a algunas horas en carro desde Bogotá, el Lago
de Tota parece de otro mundo. Poco a poco, en la carretera, van apareciendo
hoteles coloniales como si fueran adornos.
Uno
de estos hoteles, El Refugio Pozo Azul, es como una caja de sorpresas, llena de
detalles y romanticismo. Desde sus cuartos en madera rústica se aprecia todo el
panorama del lago azul verdoso. Allí es posible tomarse un canelazo frente a la
hermosa chimenea circular llena de cojines tejidos por artesanos.
Los
jardines con arbustos típicos, como mortiños y arrayanes, el servicio
inigualable de los boyacenses, las artesanías, la deliciosa trucha arco iris;
cada detalle, solo puede ser el resultado de años de trabajo tras un sueño.
El
Refugio Pozo Azul fue fundado hace 38 años por Gary Clements, un norteamericano
que se enamoró de la región y allí murió con una obsesión. “Los actuales dueños
del hotel continuaron el sueño de crear un lugar distinto, sin tecnología,
donde las personas se pudieran desconectar. Estamos enamorados del hotel tal
como es, si fuera más grande perdería su autenticidad”, asegura Martha
Hernández, administradora de Pozo Azul hace 19 años.
Uno
nunca sabe cuando se va a topar en la carretera con historias de empresas y
empresarios que desafían la sabiduría convencional de “entre más grande mejor”
o “crecer o morir”. Aunque parezca sospechoso, en medio de tantas fotos con
señores jalándose los pocos pelos porque la bolsa subió o se desplomó, algunos
emprendedores dedican sus vidas a propósitos distintos al dinero.
Por
supuesto, el dinero siempre será importante, pero en vez de estar sumergidos en
un cuadro de Excel y la proyección trimestral, estos soñadores se desvelan por
crear ambientes inigualables de trabajo, productos y servicios sin comparación,
lugares para ir a trabajar con gusto, plenamente comprometidos con sus
clientes, colaboradores y la comunidad.
En
otras palabras, estos visionarios no valoran sus empresas por su tamaño o
utilidades, sino por su legado en este mundo y el karma que se siente
alrededor.
Gran
parte de la crisis actual corresponde a un deseo desenfrenado por crecer y
crecer sin límites. Es por esto que es refrescante retomar el fabuloso libro
del autor Bo Burlingham Small Giants:
companies that choose to be great instead of big, un reportaje a un grupo
de compañías que decidieron por cuenta propia permanecer pequeñas con tal de
proteger aquello que las hace especiales.
“Sin
saberlo, los emprendedores exitosos tarde o temprano van a tener que tomar una
decisión sobre ¿qué tan grandes quieren que sean sus proyectos? Y la respuesta
a esta pregunta suele tener un impacto mucho mayor sobre sus vidas y el
propósito de sus empresas del que se imaginan”, plantea Burlingham en su libro.
El
mundo moderno de los negocios parece embelesado con el crecimiento. No solo los
libros de gerencia, sino la prensa escrita, lo que se dicta en las escuelas de
negocios o lo que dicen los expertos, siempre apuntan a identificar el secreto
sobre cómo crear el próximo Microsoft o convertirse en el Carlos Slim del
futuro.
Tratando
de seguir estos paradigmas, jóvenes y experimentados emprendedores aceleran sus
proyectos hasta que literalmente se estrellan con la quiebra. Una especie de
desafío interno les coloca determinada cifra en su mente que llega a ser más
importante que su familia, amigos y la vida misma.
Pero
lo que muchas veces estos emprendedores no saben es que pueden elegir. Para su
libro, el experto en emprendimiento, Bo Burlingham, se propuso identificar
compañías que hayan tenido la oportunidad de crecer sorprendentemente pero que
en una decisión consciente prefirieron permanecer pequeñas.
Suele
suceder que el tamaño aleja a las compañías y a sus gestores de los principios
básicos con que arrancaron, como prestar un servicio formidable, crear un
producto único o llevar una vida tranquila trabajando para sí mismos.
Sorprendentemente,
Burlingham identificó pequeños gigantes, como llama a estas maravillosas
organizaciones, en todos los rincones de la vida empresarial, de los cuales
destacó 14, en sectores tan variados como la música, servicios, alimentación e
industria, entre otros.
Ya
sea conservando la tradición de una excelente cerveza hecha en casa, la cara de
agradecimiento de sus clientes, el restaurante que centímetro a centímetro se
ha pensado como un regalo, el sonido de un grupo musical que nunca perdió su
esencia, el aroma de un café gourmet colombiano, la agudeza y creatividad de
una publicación independiente, la alegría de su gente al trabajar o la magia de
un hotel en medio del frío boyacense, siempre habrá diversas formas de medir su
éxito, diferentes a las ventas, y este puede ser el mejor negocio. Colombia
también está llena de pequeños gigantes ¿vale la pena entender cómo funcionan?
Defender un sueño
Tal
vez sin percatarse, gran parte de los libros más afamados en gerencia excluyen
de tajo a los pequeños gigantes. Por ejemplo, el reconocido autor Jim Collins y
sus colegas utilizaron como indicador para la selección de las compañías que
resaltaron en su éxito editorial Empresas
que Sobresalen el desempeño en bolsa.
Mediciones
similares también son el soporte de otros libros famosos como En busca de la excelencia y Empresas que perduran. No es casualidad
que le vida empresarial se nos haya reducido a empresas públicas como
Coca-Cola, Microsoft, Dell, Disney, McDonalds, IBM... Sin embargo, Bo
Burlingham, un férreo defensor del emprendimiento, explica que las pequeñas
gigantes operan en forma muy distinta.
“Analizando
aspectos en común entre las pequeñas gigantes, fue fácil identificar que casi
la totalidad mantiene su propiedad privada. Esto tiene sentido pues, cuando una
empresa vende a inversionistas parte del patrimonio, queda sujeta a terceros
para quienes suele aplicar el lema de ¡vender y ganar siempre es mejor! Pero
cuando los emprendedores controlan sus empresas tienen libertad para perseguir
sus propios sueños”, explica Burlingham.
Curiosamente,
desde la perspectiva de este autor, la cultura norteamericana de compartir
rápidamente la propiedad para crecer, fundamental para el desarrollo de los
mercados, frustra a muchas empresas en el desarrollo de sus verdaderos anhelos.
En este sentido, esquemas empresariales más cerrados, como el colombiano,
tienen la ventaja de ser terrenos fértiles para sembrar pequeños gigantes.
Una
bonita forma de entender las pequeñas gigantes es el capricho, la obsesión, la
defensa a toda costa de un emprendedor tras un sueño. Bo Burlingham relata en
su libro historias como la de Clif Bar y su fundador Gary Erickson que cuando
vendía US$39 millones rechazó una oferta de Quaker por US$120 millones.
Erickson pudo haber quedado millonario pero estaba tan enamorado de su
producto, una barra alimenticia especial, que sabía que perdería su esencia en
manos de una multinacional.
Fritz
Maytag heredó Anchor Brewery, el productor de cerveza en casa más antiguo del
mundo. Por décadas, Maytag ha sentido la presión por expandir su capacidad,
debido el prestigio y calidad de su producto, pero él entiende que la felicidad
de su vida es producir cerveza como hace un siglo, pues a pesar de lo costoso y
dispendioso, esto no se puede hacer a gran escala.
Para
la exitosa cantante de música folk en Estados Unidos, Ani Difranco, tenía más
sentido escoger como sede ciudades como Nueva York o los Ángeles, pero
contrario a esto prefirió su ciudad natal, Búfalo, con serias dificultades de
desarrollo. Difranco remodeló una vieja iglesia, símbolo de la ciudad, para
localizar su compañía Righteous Babe Records, con el compromiso de contratar
todo con talento local. Burlingham comenta que lo que parecía una decisión
absurda terminó por convertirla en el símbolo de la renovación de toda una
ciudad, apalancando ampliamente su carrera.
Definitivamente,
las empresas pequeñas gigantes se compenetran de una forma distinta con su
comunidad.
Forjar una familia
En
los listados anuales de las mejores empresas para trabajar suelen escaparse
varios de los lugares más excitantes, retadores y agradables. Si en algo están
comprometidas las pequeñas gigantes es en crear ambientes de trabajo
envidiables para una compañía grande. De hecho, la delicia de trabajar en
equipos pequeños, como familias motivadas tras un mismo sueño, es lo que muchas
veces frena a los visionarios al frente de una pequeña gigante a no crecer.
“Luego
de 50 empleados uno empieza a ni siquiera recordar el nombre de todos los de su
equipo”, explica un empresario consultado por Burlingham. Estas empresas suelen
tratar a cada uno de sus colaboradores como un tesoro para desarrollar, muchas
veces acogiéndolos cuando más lo necesitaban en la vida. La gente sabe cuando
llega a una pequeña gigante, se nota en la sonrisa de la recepcionista y en los
detalles de las instalaciones.
De
alguna forma, los emprendedores detrás de las pequeñas gigantes son personas
sensibles que valoran los detalles de la vida. Para ellos no existen momentos
ordinarios. Estas personas no miden su éxito por cuánto dinero tienen en sus
bolsillos sino en la libertad de poder escoger los problemas que desean
resolver. Porque para ellos ir al trabajo es una dicha, una pasión que pocas veces
se siente en un monstruo de los mercados. Realmente, en la vida empresarial hay
cosas que no tienen precio. Las inmensas ganas que sienten por la mañana
quienes trabajan en las pequeñas gigantes de ir a perfeccionar aun más sus
sueños es definitivamente una de estas.
Autor: Carlos Andrés Vanegas
Para la sección Management de la Revista Dinero
Uno de los claros ejemplos de los pequeños gigantes son los termales de Santa Rosa en Risaralda, a tan solo aproximadamente 45 minutos de Pereira es un lugar mágico clavado en agrestes montañas, las cuales las cuales dan la magia de estar perdida en el tiempo, en el momento que llegas allá, es ver esas casas campestres netamente cafeteras es algo increíble...
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