Fuente:
finanzaspersonales.com.co
La vida de Kalpana Saroj parece sacada de una película de Bollywood: una narrativa en la que el personaje central salva numerosos obstáculos para llegar a un final feliz.
Nacida
en una de las castas más bajas (Saroj pertenecía a los Dalit, el grupo de
personas que en India son consideradas como parias o “intocables”), los demás
niños la molestaban en la escuela.
Su
familia la forzó a casarse a los 12 años. Y aunque más tarde abandonó a su
marido, para hacerlo debió enfrentarse con las presiones sociales.
“Cuando
llegué por primera vez a Bombay, no sabía siquiera a dónde ir. Yo venía de un
pueblito tan pequeño... Hoy, dos calles de la ciudad llevan el nombre de mi
empresa”, dice para darnos una idea de cómo ha cambiado su vida.
El
sistema de castas en India es una antigua forma de jerarquía social, que ubica
a cada persona en una categoría según su nacimiento. Aquellos que nacieron en
las castas más bajas son víctimas de la discriminación.
“Algunos
padres de mis amigos no me dejaban entrar a sus casas. Tampoco podía participar
en ciertas actividades que se hacían en la escuela porque era dalit”, dice esta
mujer de 52 años de edad.
“Eso
me enojaba mucho”, añade.
“Fracaso”
Aunque
su padre le dio una educación, las presiones familiares hicieron que se casara
cuando todavía era una niña. Después de la boda se mudó a Bombay con su marido,
10 años mayor que ella. Allí, para su sorpresa, fue a vivir a una pocilga.
Ese
no fue el único problema.
“El
hermano mayor de mi marido y su esposa me maltrataban. Me tiraban del pelo y me
golpeaban por cualquier tontería. Me sentía muy mal por el abuso físico y
verbal”, dice.
En
la cultura india abandonar al marido está muy mal visto, pero Kalpana logró
escapar de esta relación violenta gracias al apoyo de su padre.
Cuando
él la fue a visitar quedó perplejo al verla demacrada y vestida con harapos, y
se la llevó a su casa.
Los
vecinos del pueblo observaron su regreso con reticencia, considerándola un
fracaso.
Saroj
trató de ignorar los comentarios maliciosos y se concentró en buscar trabajo.
Aprendió a coser para ganarse la vida.
Pese
a haber logrado un cierto grado de independencia económica, seguía sintiendo la
presión de los demás.
“Un
día decidí quitarme la vida. Bebí tres botellas de veneno para hormigas”,
recuerda.
Saroj
se salvó gracias a su tía que entró en la habitación y la vio en el suelo con
la boca llena de espuma, sacudiéndose incontrolablemente.
Vientos de cambio
Este
fue un punto de inflexión para Saroj. “Decidí vivir y hacer algo grande con mi
vida y luego morir”, cuenta.
Por
eso, a los 16 años se mudó a Bombay con su tío y trabajó como modista.
Comenzó
ganando menos de US$1 por mes, pero luego aprendió a manejar las máquinas de
coser industriales y así pudo aumentar sus ingresos.
Sin
embargo, lo que ganaba no era suficiente como para pagar por el tratamiento
médico que podría haber salvado la vida de su hermana enferma.
“Estaba
muy desilusionada y tomé conciencia de que el dinero era importante y que
necesitaba ganar más”, dice.
Saroj
pidió un préstamo al gobierno para abrir una tienda de muebles y expandir su
negocio de modista.
Trabajaba
16 horas por día, algo que todavía hoy sigue haciendo.
Gracias
a su reputación fue convocada para hacerse cargo de una compañía metalúrgica,
Kamani Tubes, que estaba muy endeudada.
Saroj
reestructuró la empresa y la sacó adelante.
“Quería
que se hiciera justicia con la gente que trabajaba ahí. Tenía que salvar a la
compañía. Podía entender lo que le pasaba al personal que necesitaba alimentar
a su familia”, recuerda con emoción.
Ahora,
Kamani Tubes es un negocio pujante valuado en más de US$100 millones, en el que
trabajan personas de todas las castas y clases sociales.
Saroj
se casó nuevamente, esta vez un empresario del sector de muebles. Tuvieron dos
hijos.
Como
mujer y como dalit, la suya es una historia excepcional en un país en el que
casi no hay directoras ejecutivas con un pasado como el suyo.
“Si
pones tu corazón y tu alma en tu trabajo y no te dejas vencer, puedes lograr
cosas”, asegura.
Este
es un mantra que la ha ayudado en los peores momentos de su vida y que todavía
sigue, para ella, teniendo vigencia.
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