A pesar de la expectativa alrededor de
la biotecnología esta no ha logrado cristalizar en negocios rentables. La
innovación tecnológica también requiere de innovación empresarial.
En
1976 los científicos Herbert Boyer y Stanley Cohen realizaron el revolucionario
invento de manipular genéticamente las moléculas del ADN, que más tarde se
llamó la tecnología del ADN recombinante (recombinant DNA, rDNA). Tras este
hallazgo, Robert Swanson, un pequeño inversionista de riesgo, llamó a Boyer
para proponerle crear una compañía.
Tres
meses más tarde Genentech, la primera firma en biotecnología del mundo, nació
para dar arranque a una industria con ya más de 30 años de innovaciones,
promesas y desencantos. Aunque la biotecnología está presente en diversos
negocios como alimentos, petróleos y agroquímicos, realmente es en el campo
farmacéutico donde se han concentrado los mayores avances y compañías. Hoy,
empresas como Amgen, Chiron, Genentech, Genzyme o Celera, que utilizan
tecnologías de punta como el estudio del genoma humano o el ADN recombinante
para producir medicamentos, son los símbolos de una de las industrias
tecnológicamente más avanzadas del mundo.
Desde
el comienzo era natural sentir vientos de prosperidad y transformación. Estas
compañías llegaron al mundo justo cuando las gigantes farmacéuticas Bayer,
Merck, Pfizer o Novartis, entre otras, con su modelo tradicional de
investigación química habían disminuido al máximo la tasa de éxitos en drogas
nuevas. En la terminología del reconocido autor Clayton Christensen la biotecnología se presentó como la “innovación
de ruptura” que reemplazaría a los ya viejos y pesados gigantes del negocio.
Grupos
de científicos experimentando con tecnologías no antes imaginadas llamaron la
atención de la prensa, la academia y sobre todo de los inversionistas. Sin
embargo, en estos treinta años la gran mayoría de las empresas del sector no
han logrado dar utilidades y su conjunto es poco rentable.
Para
Gary Pisano, director de la unidad de tecnología y operaciones de la Escuela de
Negocios de Harvard, y autor del libro Science
Business: the promise, the reality, and the future of biotech, la clave
está en la gerencia. En su perspectiva la biotecnología es un experimento tan
novedoso que por primera vez en la historia un sector se debe enfrentar al
dilema ¿puede la ciencia ser negocio? La biotecnología no sólo es intensiva en
el uso de tecnología sino que depende exclusivamente de su desarrollo y, para
esto, Pisano asegura que se requieren tres elementos del management: gerencia
de riesgo, integración y aprendizaje.
Cuando
Gary Pisano analiza el rendimiento del sector en sus tres décadas de historia
encuentra que, en conjunto, la rentabilidad ha sido apenas del 15%. Muy
pequeña, teniendo en cuenta que es un negocio de tan alto riesgo, y de hecho,
si se extrae de la muestra a Amgen, el líder del mercado, prácticamente la
mayoría pierde.
Por
otra parte, al estudiar la proporción de éxitos en drogas nuevas, la
biotecnología no ha sido superior a la industria farmacéutica tradicional. “El
gran problema es que desde el comienzo la biotecnología copió modelos
gerenciales de otras industrias de alta tecnología, como los computadores, los
semiconductores o el software, que para este caso no han funcionado. Se
requiere de una gerencia que se acople a sus desafíos particulares”, argumenta
Pisano.
Los desafíos
El
primer desafío que estudia Pisano es la incertidumbre que enfrenta este sector,
lo que implica un cambio radical en la forma de asumir el riesgo. En promedio,
después de cada 60.000 intentos una droga finalmente llega al mercado. En el
caso de la biotecnología luego del proceso tradicional de identificación, validación
y pruebas pueden pasar incluso décadas para obtener resultados. “Aunque el
sector ha llamado la atención del mercado de capital de riesgo, como en otras
industrias tecnológicas, estos inversionistas esperan tener resultados en pocos
años. Lo mismo pasa con los esquemas de alianzas con las grandes farmacéuticas”,
sostiene.
Por
ejemplo, en el caso del negocio de los semiconductores, al menos se conoce el
objetivo final de hacerlos cada vez más potentes y pequeños, mientras en
biotecnología muchas veces ni siquiera se conocen las aplicaciones y hay
riesgos desde el comienzo hasta el final, explica Pisano.
En
un segundo plano el sector enfrenta fuertes desafíos de integración. “La
biotecnología nos ha ayudado a entender mejor lo que no sabíamos, en vez de aprender
sobre lo que ya conocemos”, explica. Un ejemplo es el genoma humano que amplió
el universo de posibilidades para identificar y curar enfermedades. La gran
dificultad es que aún no se conoce bien una tecnología, cuando ya viene una
nueva era de innovaciones.
Algunas
de las promesas de la biotecnología son la química combinatoria, el ADN
recombinante, el ARN interferente o el estudio de los genomas, entre otros, que
muestran que no existe tal cosa como una ciencia de la biotecnología, sino que esta
es la unión de un millar de innovaciones. Como la gran mayoría de compañías son
especialistas en tecnologías y enfermedades, Pisano cree que el sector podría
aumentar sus tasas de éxito si aprende a funcionar en forma más integrada.
Finalmente,
como el conocimiento es progresivo, e incluso las tecnologías tradicionales
para crear drogas químicamente todavía están vigentes, la biotecnología
requiere de esquemas de aprendizaje sin precedentes. Ya son más de 30 años de
este experimento al que llamamos biotecnología. Una industria en la que
participan universidades, farmacéuticas, profesores y científicos que se hacen
emprendedores, como también gobiernos e inversionistas. Es evidente que la
biotecnología es una muestra de que la innovación tecnológica debe estar
soportada por transformaciones en la gerencia.
Autor: Carlos Andrés Vanegas
Para la sección Manegement de la Revista Dinero
No hay comentarios:
Publicar un comentario