En los mercados internacionales todavía
persisten amplias brechas culturales, geográficas, económicas y administrativas
que amenazan fuertemente los planes de internacionalización. Estrategias de
negocios para un mundo semiglobalizado.
En
un artículo publicado por el International
Herald Tribune, el pasado secretario general de las Naciones Unidas, Kofi
Annan, no ocultó su envidia al reconocer que a la FIFA pertenecen más países
que a la misma ONU. Así es, nadie podría dudar que el fútbol es un mercado
altamente globalizado. En 1999 el Chelsea F.C. fue el primer equipo en
Inglaterra en arrancar un partido sin un solo jugador inglés en la cancha.
Entre 2004 y 2005, el 45% de los jugadores de esta liga eran extranjeros. Las
guerras mundiales del siglo pasado cerraron las canchas de la globalización del
fútbol, pero desde los años 50 el Real Madrid, entre otros equipos, fue los
pionero en contratar jugadores extranjeros.
Hoy,
según un estudio de la firma Deloitte & Touche, el mercado internacional
del fútbol está cada vez más concentrado en pocas escuadras verdaderamente
internacionales.
Sin
embargo, el terreno en el que se juega internacionalmente el fútbol también
tiene sus límites. A pesar de su popularidad, y de múltiples esfuerzos, no ha
podido consolidarse como un deporte dominante en Estados Unidos la industria
deportiva más grande del mundo. Por otra parte, experiencias de compañías como Hicks, Muse, Tate & Furst, que
fracasaron invirtiendo en el mercado brasilero con la adquisición del
Corinthians, evidencian que en este negocio el marcador no siempre está
asegurado.
Y
aquí, a pesar de la desilusión de los hinchas, quiero decir que este no es un
artículo sobre fútbol. Simplemente es un ejemplo de cómo variables económicas,
culturales y geográficas, impactan inclusive los mercados que consideramos más
globalizados.
El
mercado internacional de los goles es tan solo el abrebocas con el que Pankaj
Ghemawat, profesor de IESE Business School de España arranca su más reciente
libro Redefining Global Strategy:
Crossing borders in a world where differences still matter. De origen
hindú, Ghemawat trabajó por muchos años junto a Michael Porter, entre otros, en
la Escuela de Negocios de Harvard, liderando los temas de estrategia y negocios
internacionales.
Este
nuevo libro de alguna forma es la respuesta al bestseller La tierra es plana del columnista del New York Times, Thomas L.
Friedman. La idea es sencilla. El mundo no está tan globalizado como creemos,
deseamos o nos han vendido expertos, académicos y periodistas. Ghemawat postula
más bien un estado de "semiglobalización"
en el que todavía persisten distintas brechas entre los países. Como veremos,
por cuenta de una visión exagerada de la globalización, muchas empresas han
salido goleadas en las canchas internacionales.
¿Globalización = Apocalipsis?
También
profesor de Harvard, Ted Levitt fue uno de los pioneros en desarrollar el
concepto de globalización y su impacto en los negocios. En la visión clásica de
su libro The globalization of markets
(1983), gracias a la globalización es posible para las empresas “vender las mismas
cosas en la misma forma en todas partes”. De igual manera, en las últimas
décadas hemos presenciado toda clase de visiones exageradas sobre la
globalización con títulos tan provocativos como El fin de las distancias (2001) o La tierra es plana (2006).
No
obstante, cuando se analizan críticamente los datos en la forma que lo hace
Pankaj Ghemawat, un mundo distinto aparece. Por decir algo, Ghemawat muestra
que la proporción de la inversión extranjera directa en la formación de capital
mundial ha permanecido inferior al 10% desde que se tienen registros. Es decir,
más del 90% de las inversiones se siguen realizando con capitales locales.
Incluso,
se atreve a proponer que respecto a temas internacionales casi siempre aplica
lo que llama “el supuesto del 10%”. Ghemawat presenta estadísticas como el
número de llamadas internacionales contra locales, inmigrantes en relación a la
población global, estudiantes de intercambio vs. nacionales, comparaciones en
patentes, investigación en gerencia, filantropía, todos por debajo del 10%.
Así
pues, realmente no vivimos en un mundo tan globalizado como pensamos.
Obsesión por el tamaño
Toda
esta discusión entre académicos, expertos y periodistas sobre el estado actual
de la globalización podría pasar desapercibida, si no es porque realmente
impacta los negocios. Considere el caso de Coca Cola. Robert Woodruff,
presidente de la compañía entre los años 20 y 80, solía decir “Coca Cola debe
dominar en cada mercado del planeta. Sentimos que debemos plantar una bandera
en todos los países, incluso antes de que lo haga Jesús”.
Su
reemplazo, el celebre Roberto Goizueta, continuó con esta expansión con el
objetivo de convertir a Coca Cola en la bebida mundial de mayor consumo, como para
ese entonces ya lo era en Estados Unidos. La estrategia era coordinar desde
Atlanta, la sede de la multinacional, las funciones claves como mercadeo y
replicarlas en todo el mundo. Pero aun cuando la gestión de Goizueta fue todo
un éxito, fueron sus sucesores Douglas Ivester y Douglas Daft, quienes tuvieron
que afrontar la dura crisis por el agotamiento del modelo.
La
economía mundial a finales de los 80 y en los 90, las crisis de Rusia, Brasil,
Asia y México, pusieron a la compañía en aprietos. Desde entonces ha sido
evidente la necesidad de coordinar esfuerzos desde la casa matriz y las
empresas donde se tiene presencia. Un duro proceso de aprendizaje.
Tanto
el caso de Coca Cola, como el ejemplo del fútbol en Brasil, ponen en evidencia
errores típicos en los negocios internacionales. “Muchas veces las compañías al
tomar decisiones internacionales solo se fijan en la variable tamaño en los
mercados”, sostiene Ghemawat.
En
medio de tanta obsesión por el tamaño olvidan entender y analizar
particularidades puntuales en cada nación o industria. Star TV, por ejemplo,
nació en 1991 como proveedor de televisión satelital en toda Asia. Un mercado
gigante, pero se olvidaron de que también en Asia la gente tiende a preferir el
contenido local, y por esto fracasaron.
El valor de las distancias
En
últimas el trabajo del profesor Pankaj Ghemawat es un esfuerzo por reconsiderar
el valor de las distancias. Incluso multinacionales exitosas en el campo
internacional como Wal-Mart han tenido que recoger sus banderas en países no
rentables. Al evaluar por tamaño, los países más atractivos para Wal Mart
serían China, Alemania o Brasil. Sin embargo, cuando se considera la
rentabilidad, los países que han demostrado mayor potencial son México, Puerto
Rico y Canadá.
Pankaj
Ghemawat entiende las distancias como un concepto mucho más amplio. No solo
Colombia y Venezuela comparten frontera en común, sino también el idioma, la
religión, estructuras administrativas y legales similares. Lo cual explica
nuestras relaciones tan fuertes en la parte comercial. Este mismo tipo de
características son cruciales en cualquier parte del mundo.
La alineación
Ghemawat
condensa todas estas diferencias en su modelo de distancias CAGE. Esta sigla incluye
barreras culturales, administrativas, geográficas y económicas. Estas variables
pueden ser tanto amenazas como oportunidades. En la parte cultural el caso de
la firma Star TV que fracasó por no tener en cuenta las características del
mercado asiático. Pero ahora considere el ejemplo de la empresa AmorePacific,
el principal proveedor de cosméticos en Corea del Sur. Dadas las calidades muy
particulares de la piel en este país y del tipo de maquillaje, ningún
competidor internacional ha podido competir en este mercado. Una ventaja que
AmorePacific ha sabido aprovechar. Esta experiencia también la comparte AmBev
que ha aprovechado la imagen de Brasil en el mundo para empezar a comercializar
su cerveza Brahma como sinónimo de alegría, carnaval y frescura típicos de
dicho país.
Por
no tener en cuenta variables administrativas y políticas, muchas
multinacionales han entrado en dificultades. Ejemplos evidente son la disputa
entre Exxon Mobil y Pdvsa, y de la nacionalización del gas y el petróleo en
Bolivia. Por otra parte, existen ventajas de idioma, educación y del mismo
esquema legal entre India y Estados Unidos que han permitido que este país
concentre la mayor parte del offshoring
de sus servicios tecnológicos.
¿Para qué internacionalizarse?
Adicionalmente
Ghemawat plantea una pregunta adicional ¿para qué internacionalizarse? En el
clamor por la globalización es fácil escuchar frases de ejecutivos como “internacionalizarse
o perecer", “más es mejor”, o “el mundo es la frontera final”. Curiosamente
todas expresiones relacionadas con el tamaño.
No
obstante, Ghemawat tiene una visión distinta presente en casos exitosos internacionalización
como Cemex. Esta multinacional mexicana pasó en pocos años, gracias a sus proyectos
de expansión internacional a alcanzar el tercer lugar mundial, cuando antes no
aparecía en los primeros lugares.
Ghemawat
muestra que la internacionalización le permitió a Cemex, sobre todo, ser más
rentable que su competencia Holcim, consolidar su marca, reducir su exposición
al riesgo, mejorar sus esquemas logísticos y todo un flujo de conocimiento
entre países. Cemex sobre todo se hizo experto en países en vías de desarrollo
como México, y en costos más bajos, lo que le dio una ventaja internacional.
Por eso, en los proyectos de internacionalización hay que escoger además de los
destinos, las razones precisas para ser exitosos.
Finalmente,
dado su carácter de consultor Ghemawat presenta tres estrategias para combatir
globalmente: adaptarse, agregar y
aprovechar oportunidades de arbitraje. La frase popular de los negocios
internacionales, piense global, actúe local, tiene mucha tela de donde cortar.
Es la oportunidad de hacerlo seriamente en un mundo aparentemente aun semiglobalizado.
Autor: Carlos Andrés Vanegas
Para la sección Management de la Revista Dinero
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