¿Qué hay detrás de las mujeres que alcanzan las posiciones más altas de liderazgo?
Una vez en una entrevista para The Washington Post, cuando era precandidata por el partido demócrata a la presidencia de Estados Unidos, Hillary Clinton, se negaba a “tirar la toalla” como se lo habían sugerido en repetidas ocasiones. Incluso, en dicha entrevista, Clinton se comparó con Rocky Balboa, probablemente la figura del cine que más palizas ha recibido y de las cuales siempre salió victorioso. Todos tenemos esa imagen de Rocky en el piso, exhausto y levantándose con esfuerzo. Dicha actitud de quien podría ser la mujer que más lejos ha llegado en términos de liderazgo en la sociedad norteamericana, tiene un significado especial.
Actualmente en el mundo se pueden contar cerca de ocho mujeres Presidentes y cinco Primeras Ministras. Ciertamente, las esferas más altas del poder todavía pertenecen a los hombres. Historias así, como las de Dilma Rousseff y Cristina Fernández de Kirchner, presidentas de Brasil y Argentina, Violetta Chamorro, ex presidente de Nicaragua, Angela Merkel, canciller de Alemania, Madeleine Albright y Condoleezza Rice, ambas secretarias de estado, o los casos de Meg Whitman y Anne Mulcahy, CEOs de eBay y Xeros, son igualmente ejemplos de mujeres que llevan un Rocky en su corazón.
Curiosamente, el liderazgo en las mujeres hace unas décadas era un tema abandonado por, entre otros, las “feministas” de antaño. En la historia ha sido tan arraigada la imagen del líder como un hombre, que en el pasado los estudios no se percataban de analizar las competencias de las mujeres. Incluso, hasta mediados del siglo pasado, en términos gráficos, se reconoce un “muro de concreto” –así se reconoce en la literatura especializada– que impedía el avance de las mujeres. Leyes muy concretas hacían imposible el acceso a la vida política, a la educación y a los negocios.
No obstante, para mediados de los años 80 The Wall Street Journal publicó un famoso artículo en el que argumentaba el surgimiento de un escenario distinto. Evidentemente, en ese entonces las mujeres ya habían alcanzado mayores oportunidades, pero de todas formas un “techo de cristal”, impedía su ascenso a los cargos de mayor responsabilidad y liderazgo. Este techo de cristal fue la forma en que esta publicación bautizó esa barrera invisible que obstaculizaba la llegada de las mujeres al poder. ¿Vivimos todavía en los tiempos del techo de cristal?
El laberinto
“Las mujeres del presente han logrado romper y labrarse caminos a través del techo de cristal”, es el principal mensaje de las profesoras Alice Eagly, de Northwestern University y Linda Carli, del Wellesley College, en su última publicación Through the Labyrinth: the truth about how women become leaders. Al respecto, Carly Fiorina, una vez nombrada CEO de Hewelett-Packard en 1999 dijo “siento que estamos en ese punto en el que todos debemos reconocer que ya no existe un techo de cristal para las mujeres”.
En este sentido, las autoras Alice Eagly y Linda Carli consideran que esta metáfora de cristal no hace justicia a los tiempos modernos. En su opinión, “una barrera invisible asume erróneamente que en cierto nivel las mujeres no pueden avanzar más y simplifica las causas de este freno a una exclusión en medio del camino”.
Pero el mundo de hoy es distinto y la conclusión simplista de que existe discriminación hacia las mujeres deja a un lado una serie de variables evidentes y ocultas, cruciales para entender los desafíos del liderazgo femenino. Es por esto que las profesoras Eagly y Carli proponen una nueva parábola en su libro. Aquí surge la idea de pensar en un laberinto. La imagen del laberinto es perfecta porque se entiende que existen salidas cuando se tiene talento, perseverancia y suerte, pero también muestra que son diversos los obstáculos que pueden aparecer simultáneamente y desde ángulos muy distintos.
La naturaleza del poder
La reconocida líder feminista Bella Abzug solía decir “en mi corazón siento que, primero las mujeres van a cambiar la naturaleza del poder que el poder la naturaleza de las mujeres”. Aunque las mujeres han logrado escalar posiciones de liderazgo, todavía persiste un fuerte rezago frente a los hombres. La prueba más contundente es que aún nos sorprende ver a una mujer en estos cargos, lo cual atrae todas las miradas de la prensa y del público en general. ¿Por qué todavía sucede esto?
Por ejemplo, según datos que muestran las autoras, en la política internacional la composición de los Congresos y las Cámaras de Representantes solo incluye un 17% de cuota femenina. En promedio, hoy las mujeres representan el 46% de la fuerza laboral, pero como muestra el caso de Estados Unidos, solo el 23% de los cargos gerenciales los ocupan mujeres. Y cuando se analizan las compañías más poderosas, como en el listado de las 500 de la revista Fortune, a nivel internacional tan solo 1% tienen CEO mujer. En este mismo listado, menos del 15% de los integrantes de sus juntas directivas son mujeres.
De todas formas, las mujeres avanzan rápidamente en frentes que son bases sólidas para el liderazgo. Tal vez el campo más evidente es la educación. Respecto a formación secundaria, actualmente, por cada cien niños en un colegio, hay 139 niñas. A nivel profesional superaron a los hombres y en países desarrollados representan cerca del 57% de la población con título profesional, 59% con máster y 53% de los PhDs. Para el caso de los MBAs y los máster en derecho, que son caldo de cultivo para posiciones de liderazgo, el porcentaje es de 49% y 42% respectivamente. Tal vez por dificultades de ascenso en la vida empresarial, hoy las mujeres son más emprendedoras que los hombres, crean más empresas y ya son dueñas del 40% de las compañías en Estados Unidos.
En ciertos sectores las mujeres no tienen rival. Representan el 64% de los cargos administrativos en educación y, universidades de prestigio como Harvard, MIT, Pennsylvania y Princeton, son lideradas por mujeres. Las industrias de la salud y el sector social presentan tendencias similares. Entonces, ¿por qué en ciertos escenarios las brechas son tan amplias?
Los pasadizos
Lo novedoso en la publicación de las profesoras Eagly y Carli es que utilizan la imagen del laberinto para apoyarse en diversas disciplinas como sicología, economía, cultura, política y sociología, para dar una mirada más extensa a los desafíos que enfrentan las mujeres en el camino al liderazgo. Un primer enfoque, que resulta interesante, lo representan aquellas investigaciones que sugieren que simplemente las mujeres no están dispuestas a renunciar a tanto como los hombres para alcanzar posiciones de liderazgo.
La directora del centro de liderazgo del Kennedy School of Government en Harvard, Barbara Kellerman, sostiene que “tal vez las mujeres tienen valores distintos a los hombres. Tal vez no tienen tanto afán por dejar a un lado las cosas que realmente tienen un significado en la vida”. Los estudios muestran que desde 2003 nuevamente es más grande la proporción de mujeres que preferirían una vida en familia que dedicarse al trabajo.
Pero con esta sola idea queda la sensación de que las mujeres no llegan a los más altos cargos de poder porque renuncian en el camino. Sin embargo, las autoras identifican trabas muy concretas que hacen más dura la jornada para las mujeres. La primera y la más contundente tiene que ver con las obligaciones familiares.
Aun cuando los hombres cada vez aportan más en casa, incluso la estadística actual sugiere que un 27% estaría dispuesto a dedicarse a estas labores (la cifra más alta en la historia), todavía estas tareas quedan desproporcionadamente en manos de mujeres. Según las autoras, semanalmente una esposa trabaja 19 horas en el hogar mientras los hombres le dedican11. Incluso, contrario a lo que se podría pensar, las investigaciones muestran que el tiempo que les dedican a los hijos ha crecido en las últimas décadas. Está estudiado que el matrimonio no afecta en mucho el tiempo de descanso de los hombres a costa del de las mujeres.
El tema de los hijos es crucial. Cuando se analiza el porcentaje de personas que en algún momento abandonaron su carrera profesional, el 43% de las mujeres que son madres en alguna ocasión se retiró; mientras solo el 24% de los hombres lo hizo. Esto tal vez ha generado la falsa sensación de que las mujeres renuncian más que los hombres, pero cuando no se tienen en cuenta los retiros por causas familiares, son realmente los hombres quienes más se retiran.
“La dificultad reside en que las mujeres suelen tener los hijos en momentos cruciales de su carrera profesional, y para muchas es muy duro luego retomar el camino, incluso para las más capaces”, sostienen las autoras. De hecho, estudios dicen que las mujeres que posponen la maternidad suelen tener ingresos muy superiores a las que tienen hijos a temprana edad. En conclusión, las mujeres enfrentan dilemas entre el trabajo y la familia, que muchos hombres pasan por alto.
¿Discriminación de género?
En la última encuesta sobre discriminación de género que realizó la firma Gallup en Estados Unidos, para el 61% de los hombres y 45% de las mujeres no existen diferencias laborales entre sexos. Cada vez toma más fuerza la noción de un mundo igualitario e, incluso, en algunas encuestas cerradas, como la de un grupo de mujeres ejecutivas en Boston, se encuentra que ellas sienten que no existe ninguna discriminación. Sin embargo, Eagly y Carli argumentan que en efecto la discriminación sigue siendo una traba para las mujeres, tal vez no bajo la figura de un “techo de cristal”, pero definitivamente como uno pasadizo más en este laberinto.
Aunque la brecha de salarios entre hombres y mujeres ha disminuido, esta tendencia es cada vez más lenta. “En general, los hombres ganan 23% más que las mujeres. Y en realidad les cierran el paso a los cargos más apetecidos en las compañías y en la política”, dicen las autoras. Esto explica en parte por qué las mujeres engrosan los cargos medios, pero son tan pocas en la cima de las organizaciones. Adicionalmente, se les suelen asignar departamentos como recursos humanos o relaciones públicas que en algunas empresas no son la mejor vía para llegar a la cabeza.
Otros componentes del laberinto no son tan evidentes como los ya señalados. Muchos autores sugieren que la cultura y las jerarquías en las empresas son más propicias para que triunfen los hombres. Es decir, como han permanecido por tanto tiempo en la cima, la cultura se ha acoplado más a sus requerimientos. En este sentido podemos ver prácticas eminentemente masculinas que van al extremo como negociaciones en prostíbulos o simplemente espacios culturales muy masculinos como la bebida y ciertos deportes. Pero también las extensas jornadas laborales, típicas en cualquier empresa de hoy, privilegian, por razones evidentes, a los hombres. Algunos estudios indican que a las mujeres se les asignan menos viajes y proyectos intensivos en tiempo que a los hombres, lo que es crucial para crecer en la vida empresarial. A futuro, esquemas de trabajo más flexibles favorecerían en gran medida a las mujeres.
Prejuicios
Pero, tal vez el desafío más grande que enfrentan las mujeres lo viven a diario pero no es perceptible a simple vista. Opera muchas veces con crudeza, aunque está en el aire. Eagly y Carli sugieren que es tan dominante la figura del hombre como líder, que el liderazgo en las mujeres está cargado de prejuicios.
En particular, las mujeres enfrentan un duro dilema. Siendo mujeres se espera de ellas que sean más comprensivas y colaboradoras, y menos jerárquicas que los hombres. Las mujeres son sinónimo de ternura y de buenas maestras. Lo curioso, argumentan las autoras, es que los hombres se pueden favorecer al adoptar ciertos valores femeninos haciéndolos ver como líderes más carismáticos, pero cuando las mujeres intentan asumir una posición “más masculina” de competencia y exigencia, socialmente entran en aprietos.
El dilema es más complejo porque en ambos mundos pueden ser castigadas fuertemente, ser muy femeninas puede ser síntoma de debilidad y por otra parte adoptar una posición muy masculina, falta de tacto. Incluso, para las mujeres es un desafío más grande dirigir a otras mujeres. Según las estadísticas, el 37% de la gente prefiere un jefe hombre, solo 17% una mujer y el resto es indiferente. Esto es una muestra evidente de prejuicios.
Está estudiado que los ambientes dominados por hombres, imponen en las mujeres una carga particularmente difícil de manejar. Es evidente que el público es más duro cuando evalúa el liderazgo de las mujeres, como en el caso de la reacción frente al desmayo de la candidata presidencial Noemí Sanín. Y como dijo alguna vez en la Cumbre de Río la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, “siempre nos están poniendo a prueba y siempre tenemos que dar muestras y pruebas de que podemos ser mejores que los hombres”.
Liderazgo
¿Cuál es el sentido de hablar sobre el liderazgo de las mujeres? El liderazgo es importante, porque en gran medida es esencial para el desarrollo de todo tipo de organizaciones. Entre más amplia sean las posibilidades de identificar mejores líderes, más beneficio habrá para la sociedad. Y por esto el rezago pendiente de las mujeres con respecto a los hombres es preocupante. Es más, probablemente el mundo está evolucionando hacía un liderazgo de características más femeninas. Muchas empresas, luego de escándalos de corrupción, han optado por una mujer como líder.
Finalmente, las autoras recomiendan que, para tener éxito, las mujeres deben aprender a manejar muy bien las dos caras de su temperamento. Más que una traba, pueden hacer de esto las bases de un mejor liderazgo. Algunas investigaciones muestran que, a pesar de las duras luchas, las mujeres que logran sacar adelante una familia y una carrera profesional, en el largo plazo son más felices que el resto. Algunas van “por todo”. En ocasiones esa decisión les representa sufrimiento y realmente no se imaginan que sea tan difícil. Sin embargo, el esfuerzo vale la pena.
Autor: Carlos Andrés Vanegas
Para la sección Management de la Revista Dinero
No hay comentarios:
Publicar un comentario