lunes, 23 de abril de 2012

En defensa de los libros

Nos dirigimos peligrosamente a una sociedad altamente superficial. En el valor de los libros tenemos la oportunidad de preservar nuestra riqueza como sociedad.

En 1445 un curtido herrero alemán dejó la ciudad de Estrasburgo para dirigirse a su lugar de nacimiento en Maguncia. En su viaje por el río Rin este alemán llevaba en sus manos un secreto que cambiaría el mundo. Gracias al préstamo de un banquero judío, Johannes Gutenberg puso a marchar la primera imprenta comercial. Paradójicamente su obra magistral la Biblia de 42 líneas (conocida como la Biblia de Gutenberg) sería su mayor orgullo pero también la causa de su bancarrota.

A pesar de vivir los últimos años de su vida sumido en la pobreza Johannes Gutenberg transformaría el mundo para siempre. Se estima que los libros producidos tras 15 años de haberse inventado la imprenta superaron lo hecho en la historia de la humanidad 1.000 años atrás. Por primera vez ya no eran solo académicos o monjes quienes tenían la oportunidad de leer libros en cuartos oscuros. Con el tiempo autores como Shakespeare, Cervantes, Molière, Bacon y Descartes, entre otros, empezaron a estar disponibles para el público en general.

En su maravilloso libro The Shallows: What the Internet Is Doing to Our Brains el prolífico autor Nicholas Carr relata la importancia del libro para el mundo moderno. Gutenberg no solo permitió democratizar la lectura en la sociedad. Para este autor “el paradigma del libro” es el pilar que ha soportado por siglos toda la producción y trasmisión del conocimiento en la humanidad. Un pilar que tiene una cualidad muy especial. Leer un libro requiere de la capacidad de sentarnos de forma paciente, usualmente por horas, a pasar una tras otra cada una de sus páginas.

Tristemente, al parecer, el “paradigma del libro” está llegando a su final. 

Esta es una mala noticia. Alguna vez el emblemático escritor argentino Jorge Luis Borges dijo “de los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro. Todos los demás son extensiones de su cuerpo… sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”.

La temperatura a la que arde el papel

En 1953 el escritor norteamericano Ray Bradbury publicó la famosa novela de fantasía Fahrenheit 451. Tuve la oportunidad de leer este libro en mis primeros semestres de la universidad. El título hacía referencia a la temperatura a la que arde el papel (que equivale a 233°). Bradbury creó toda una metáfora de un mundo que desprecia la profundidad de los libros en favor de la inmediatez. Aunque me hubiera parecido una locura hace pocos años, hoy siento que hay razones para creer que nos dirigimos a un lugar con estas características.

En otoño de 2004 los fundadores de Google, Sergey Brin y Larry Page, dieron inicio a su ambicioso proyecto Google Book Search. Desde esa época arrancó una carrera para crear la biblioteca más grande de la historia en internet. En un artículo de la publicación inglesa The Guardian se estima que para 2010 ya se habían digitalizado más de 10 millones de libros. Aquí hay un efecto poderoso. Hacía el futuro vamos a poder buscar cualquier tipo de información en los libros como si fueran otro buscador más en la red. En concreto, no vamos a tener la necesidad de leer libros completos.

El paradigma del libro está desfalleciendo. Ahora el paradigma del conocimiento es Internet. Incluso, como resalta Nicholas Carr en su libro, los nuevos lectores electrónicos tipo Kindle o el iPad vienen equipados con hipervínculos a la red. La lectura paciente del pasado se está muriendo. Al parecer las investigaciones muestran que hoy en día la gente lee más pues estamos pegados al computador todo el tiempo. Lamentablemente vamos pasando de una lectura a otra cada dos minutos.    

Para resumir, el problema con internet no es que nos haga estúpidos. El problema con internet es que nos está haciendo altamente superficiales.   

La belleza de los libros

Existe un proverbio Indú que dice “un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora”.

Si lo pensamos un libro es más que un libro. Incluso, los libros van más allá de ser el paradigma del conocimiento. Personalmente creo que lo más importante en los libros es que representan un símbolo. Los libros son el símbolo de la paciencia. Nos recuerdan que el conocimiento requiere de trabajo para ser adquirido.  

Estamos llegando a un punto donde la información ya no suma sino resta. Mucho de lo que publican los medios y compartimos diariamente en la red es francamente basura.  Para mí es una tendencia preocupante porque todavía estamos en la infancia de internet.


No sabemos que venga hacía el futuro. Lo único que tengo claro es que pienso tener un buen libro a la mano.

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