Cierto
día estábamos en la compañía con la intención de crear un jardín frente a
nuestras instalaciones. Aun cuando la empresa había nacido pocos años atrás en
una oficina de 5 por 5 metros en el Parkway de Bogotá, ahora contábamos con un
edificio de tres pisos. No tengo ni idea de jardinería. Lo único que tenía
claro era que quería comprar estos papiros, unas plantas de tallo largo que se
ven tan lindas en los edificios. Ese era mi capricho. Entonces, curiosamente,
aquel día pasó un señor en una “zorra” ofreciendo tierra. Recuerdo que me pidió
$80.000 por conseguirme los papiros. Uno de los peores negocios de mi vida. A
las tres horas llegó con unos palos amarillos que apenas si se podían sujetar
de unas cuantas cuerdas.
Para
ser el encargado de las ventas en la empresa se burlaron mucho de mí por mi
capacidad para negociar. El tipo me había tumbado. Y no quiero mentir… al
comienzo me dio mucha piedra. Pero a los pocos días quise darle la oportunidad
a ese racimo de palos amarillos. De hecho lo único que hice fue una mañana
empezar a quitarles las puntas marchitas. Incluso llegué a quitar palos enteros
hasta solo quedarme con unos pequeños que se veían verdes. No fue de la noche a
la mañana. Pero poco a poco de esos pequeños papiros fue surgiendo un hermoso
jardín justo como lo tenía en mi mente.
Esta
historia con los papiros tuvo un gran significado en mi vida. A fin de cuentas
era lo mismo que hacíamos todos los días en la vida empresarial. Habíamos
acordado muy temprano solo contratar personas que estuvieran necesitando una
oportunidad en la vida. Al comienzo en las entrevistas muchos de ellos eran
francamente como esos palos amarillos. Sin seguridad en el rostro y dolor en el
corazón.
Un
día uno de mis colaboradores preferidos me contó la experiencia de lo que era
cargar tres bultos de papa al tiempo en Corabastos para ganarse una propina de
$1.000. Me dijo “Carlos Andrés en ese momento me quería morir”. Allí supe que
él era la persona indicada. Pero también contratamos personas que habían
trabajado en peajes, en la plaza de mercado de Socorro Santander, y en muchos
otros lugares no tradicionales, para darles salarios dignos y apoyarlos con la
educación. Es la capacidad de ver más allá. Algunos de estos muchachos han
creado negocios millonarios para la empresa.
Hay
dos caminos en la vida empresarial. Tratar de buscar “cohetes” afuera. Personas
que se ajusten a una educación, experiencia, estrato social o a alguna
universidad en particular. Pero también hay otro camino. Existe el camino de
entender que esos cohetes están en todas partes… solo que la mayoría de las
veces nadie les ha dado una oportunidad.
Todos
somos como esos papiros amarillos. Solo que unos pocos hemos tenido el chance de
que alguien venga a quitarnos las ramas marchitas.
El talento no es escaso
Crear
genuinamente que el talento está en todas partes. Acabar con en el mito de que
el talento empresarial lo tienen solo unos pocos echa al piso mucho de lo que
damos por cierto en la sociedad. Si lo piensa existen industrias enteras
soportadas en la falsa premisa de que el talento es escaso. Particularmente a
los que llaman literalmente “cazadores de talentos”. Es curioso pero hay muchas
empresas que parecen preocuparse más por pescar lo que hay afuera, que
cultivar lo que tienen adentro.
Por
supuesto existen trabajos de un nivel de sofisticación tal que requieren de las
capacidades y competencias específicas para poder triunfar. Pero yo me ánimo a
decir que estos trabajos son muy pocos en nuestra estructura empresarial. La
verdad, yo siento, la mayoría de trabajos, incluso algunos sofisticados, solo
requieren de un colombiano con ganas de salir adelante.
Lo
interesante es que en los últimos años la ciencia viene desmitificando el mito
del talento. Numerosas investigaciones han comprobado la capacidad innata del
ser humano de lograr “ser brillantes” en lo que nos propongamos. Una mención
especial se merece el espectacular libro Talent
is Overrated: What Really Separates World-Class Performers from Everybody Else
del editor de la Revista Fortune, Geoff Colvin. En un texto lleno de historias
e investigaciones Colvin muestra diversos casos de personas que llegan a ser
expertos violinistas, futbolistas, ajedrecistas o ejecutivos destacados.
En
todos estos casos lo importante fue lo que él llama “la práctica deliberada”.
Es decir la capacidad de esforzarse día a día de manera concentrada en dominar
un oficio. La práctica hace al maestro.
Este
es un punto crucial. Muchas veces nos dejamos seducir por personas que alcanzan
grandes metas y no entendemos que fueron sus propias experiencias las que les
permitieron llegar tan lejos. En su famoso libro Blink: The Power of Thinking Without Thinking el reconocido autor
Malcolm Gladwell habla de la importancia de las experiencias en la vida. Muchas
veces llegamos a pensar que alguien tiene un talento innato para alguna
actividad. Pero fue haber estado allí, por mucho tiempo, lo que lo hizo un
maestro en este campo. El problema es que a muchas personas no les dan la misma
oportunidad porque no encajan en un perfil establecido de educación,
experiencia y estrato social.
Me
quiero aventurar a hacer una propuesta poco usual. Mi recomendación para las
empresas es que realicen sus procesos de contratación pensando más en los
valores que en las competencias. En un mundo hiperconectado lleno de
información hoy es más fácil adquirir conocimientos que fortalecer valores. La
gente aprende con facilidad, pero imprimirle ganas a quien no las tiene es una
guerra perdida. Ya hace una década los autores Larry Bossidy y Ram Charan publicaron
su influyente libro Execution: The
Discipline of Getting Things Done. Allí ellos explican que si una empresa
en realidad quiere aprender a cultivar el hábito de la ejecución requieren de
un profesional distinto. Lo importante aquí no son los títulos, sino que se
demuestren las ganas de alcanzar metas ambiciosas.
Esta
es una recomendación muy concreta para el emprendimiento. Al comienzo nos es
bueno salir a buscar estrellas. De hecho la mayoría de las veces no hay dinero
para contratarlas. Autores destacados como Michael Gerber y Guy Kawasaki
recomiendan siempre cultivar y crear los talentos en casa.
Somos
un país de más de 40 millones habitantes. Pero por alguna razón nos hemos
acostumbrado a pensar que nos van a sacar adelante unos pocos afortunados. Debo
admitir que solía pensar de esta forma. Llegué a pensar, por ejemplo, que solo
existían buenos economistas en una universidad en particular. Pero esto es un
mito. En mi compañía pude ver personas sin educación formal hacer cosas que un
MBA de Harvard envidiaría. Si en realidad queremos sacar adelante a este país
vamos a tener que empezar a creer en el potencial todos nosotros. No de un
grupo selecto de personas en algunas universidades de élite. Porque francamente
el talento está en todas partes.
Quiero aportar otro enfoque. Mas allá de que el talento este en todas partes, como algo ajeno que hay que encontrar, mi idea es que TODOS los seres humanos, TODOS, estamos dotados de algún talento particular que nos hace únicos. Es algo que nos ha sido dado al nacer. Muchas personas lo identifican pronto, otras lo encuentran a lo largo de su vida y algunos nunca llegan a identificarlo y beneficiarse de él. Lo ideal es CONECTARSE con ese talento que tenemos dentro y descubrir con ello una fuente inmensa de satisfacción, de logros, de profunda felicidad. Y por otro lado, si tenemos la oportunidad de ayudarle a otras personas a llegar a su talento pues habremos contribuido a mejorar la sociedad, nuestras empresas, nuestro mundo.
ResponderEliminarJotaPalacios. Mil gracias por tan valioso comentario.
ResponderEliminarExcelente articulo!!!!
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