miércoles, 1 de agosto de 2012

Guerras de familia

Lecciones de algunas de las guerras familiares más destructivas de la historia.


Es toda una paradoja, algunos de los hombres más afortunados del mundo, cuyo talento y capacidad emprendedora les permite crear gran riqueza, al mismo tiempo sufren, como pocos, el dolor de ver a sus familias destruidas.

En ocasiones, además de construir imperios son, sin percatarse, los artífices directos de guerras a sangre.

En su partida, en su no retirada, o en sus deseos de mantener a sus hijos reunidos, muchas veces siembran en terreno fértil para la amargura, las lágrimas y la sed de venganza.

Todo aquel que ha participado en una guerra familiar es conciente del inmenso vacío que se siente en el corazón.

Los enfrentamientos entre hermanos tras el trono, las alianzas entre padres e hijos, hermanas y hermanos, todos contra uno y uno contra todos. Un día, aquel es el del problema y, en otros tiempos, es quien nos salvará.

Los que hacen parte de la administración versus los de afuera. Los primos, las esposas, los cuñados. Inmenso dolor y destrucción de riqueza, que la inmensa mayoría de las veces se pudo haber prevenido con valores y dejando a un lado la mirada egoísta de la vida.

Muy pocas veces alguien sale favorecido de una guerra familiar.

“La diferencia entre una guerra familiar y las guerras convencionales consiste en que a estas las dirige la emoción”, argumentan Grant Gordon y Nigel Nicholson, en su famoso libro Family wars: classic conflicts in family business and how to deal with them.

Por supuesto, la emoción también está presente en las guerras reales. Pero, según estos autores, de la misma manera en que los miembros de una familia trabajan juntos, y por el cariño que se tienen logran hasta lo imposible, también pueden llegar a tomar decisiones irracionales, como preferir ver fracasar la empresa familiar si no se cumplen sus deseos.


Nigel Nicholson, profesor del London Business School, y Grant Gordon, director del Institute for Family Business en Inglaterra, recogen en su libro algunas de las batallas familiares más sonadas de todos los tiempos.

A pesar de la abultada literatura sobre empresas familiares, a través de estas historias Gordon y Nicholson regresan a la esencia de la mayoría de estas guerras. Aspectos tan básicos como la envidia, la arrogancia, el ego o la incapacidad de ser feliz con lo que se tiene.

Caín y Abel

Tal vez la constante en muchas de las guerras familiares sea el enfrentamiento entre dos hermanos. Según Gordon y Nicholson, ciertas características contribuyen a encender aún más la hoguera. Para ellos, son mucho menos frecuentes los enfrentamientos entre hermanos y hermanas, como también entre dos mujeres.

“Los problemas surgen usualmente cuando a dos hermanos hombres, tras un mismo propósito, con edades similares y personalidades diferentes, se les pone bajo un mismo techo”, argumentan los autores.

Es una calamidad, pero algunos de los emprendedores más exitosos de la historia son exitosos al construir sus fortunas, pero fracasan ampliamente como padres al inculcar valores en sus hijos. Es el caso de los Gucci, Koch, Guinness, Redstone y McCains, entre otros.

Casi en todas las historias que presentan Gordon y Nicholson, los emprendedores estaban tan ocupados en sus proyectos que delegaron en otros su rol paternal.

Por supuesto, existen varios ejemplos de hermanos que logran trabajar juntos, respetando sus espacios y liderazgo, como los Hindujas en la India, los Mars en Estados Unidos o los Barcley en el Reino Unido, pero la gran mayoría de las veces es el enfrentamiento entre dos machos alfa, quienes recogen rencores del pasado y de la infancia, el que destruye las empresas familiares.

Un hallazgo importante en las investigaciones de Gordon y Nicholson es que usualmente el fundador es quien motiva la unión, bajo un mismo techo, de sus hijos varones.

Este es el caso de la saga de los Mondavi, pioneros de la industria vinícola en California a principios del siglo pasado. El padre emprendedor, César Mondavi, financió los proyectos de la familia con la condición de que sus hijos Robert y Peter trabajaran juntos en armonía.

Como suele suceder en las guerras de familia, cosas insignificantes terminan con resultados inesperados. Por la compra de un abrigo en 1956, ambos hermanos emprendieron una disputa al afirmar que este se compró con dineros de la empresa.

Dicho encuentro tomó dimensiones inesperadas hasta que ambos hermanos tuvieron que partir cobijas. Más tarde, Robert repetiría el mismo error con sus hijos, Michael y Tim, quienes finalmente terminarían con la millonaria empresa.

Gordon y Nicholson muestran casos en los que el hermano más joven hace hasta lo imposible por destronar a su hermano mayor. Por ejemplo, después de una guerra sangrienta entre los hermanos Dassler, a mediados del siglo pasado en Alemania, al acabar con el negocio de su padre por sus conflictos. Adi y Rudi fundarían Adidas y Puma, que compiten hasta nuestros días.

De padre a hijo

De las distintas facetas de guerras familiares, el segundo aspecto al que Gordon y Nicholson prestan atención es al tema de la sucesión. Desde los casos más visibles, como Ford, quien con la muerte de su único hijo Edsel, en 1943, se opuso por todos los medios a permitir el ascenso de su nieto Henry II. Tan solo dos años antes de su muerte, a los 84, permitió que este tomara las riendas de la compañía.

Así mismo, el famoso empresario Tom Watson, forjador de IBM, y uno de los más grandes emprendedores de la historia, carecía por completo de talento paternal. Durante toda su vida desafió a su hijo Thomas Watson Jr, haciéndolo sentir inferior. Fue un tercero, el general Follett Bradley quien le dio la confianza al joven Watson para más tarde convertirse en el gran líder empresarial que recuerda la historia. Pero al igual que Ford, Watson solo aceptó el poder de su hijo justo antes de morir.

Para Gordon y Nicholson, el poder es adictivo en las empresas familiares. Llega un punto en que los grandes empresarios adoran tanto sus proyectos que no desean compartirlos ni con su propia familia.

Las dificultades y fuentes de conflicto en las empresas familiares son tan diversas como la vida misma. Gordon y Nicholson relatan cómo estas familias se van destruyendo por la sed de poder. Pero más allá de las anécdotas, quedan enseñanzas.

Tal vez el principal mensaje es que nada reemplaza la formación de valores y la dedicación de los padres en la formación de sus hijos. Los conflictos en familia siempre van a estar con nosotros.

Pero si los empresarios familiares pararan por un momento su propósito de construir imperios y empezaran a construir familias, las cosas serían distintas.

Autor: Carlos Andrés Vanegas
Para la sección Management de la Revista Dinero

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