lunes, 13 de agosto de 2012

Y tanto trabajo, ¿para qué?

Llega un punto en el que cualquier emprendedor o empresa exitosa debe cuestionarse ¿Cuál es nuestro propósito? ¿Más allá del dinero y el negocio? ¿Por qué competimos diariamente?



Las mejores empresas y empresarios son como árboles de raíces fuertes y profundas. Camino a casa, por la noche y en medio del trancón, revisas tu día. Disgustos con proveedores, malentendidos con compañeros, peleas por precios, angustias por no cumplir las metas... en cualquier parte estabas haciendo lo que fuera necesario para crecer como profesional o sacar adelante tu proyecto.

Y todo esto, ¿para qué?

Esta es la pregunta clave para el intelectual griego, Nikos Mourkogiannis, un hombre que entiende el valor del carácter en un ser humano. Mourkogiannis fue un destacado profesor de Harvard y ha sido consultor internacional de firmas como Monitor o Panthea.

Cuando tenía 6 años, miembros del partido comunista de la época allanaron su pueblo y ejecutaron a 54 mujeres. Este suceso lo marcó profundamente. “Ellas murieron por la libertad en mi país. Ese día sentí la necesidad de hacer algo valioso con mi vida”, recuerda.

Con el tiempo, Mourkogiannis descubrió que su propósito en la vida era transferir este concepto a las empresas. Es decir, los ejecutivos suelen hablar de visiones, misiones y estrategias. Pero muchas veces dejan a un lado una pregunta de carácter más moral ¿cuál es nuestro propósito?

Para este autor las empresas deben identificar una razón de su existencia distinta al dinero. En su maravilloso libro Purpose: the starting point of great companies, Mourkogiannis pretende cumplir con su propósito.

Cierto día, Gil Schwartz, director de relaciones públicas de la CBS, en una reseña del famoso libro El Príncipe, de Nicolás Maquiavelo, para el Wall Street Journal, escribió “al fin de cuentas las consideraciones morales poca utilidad tienen en el día a día de una empresa exitosa”.

Lamentablemente, según Mourkogiannis, muchas personas comparten esta visión de la vida empresarial: un lugar frío, sin ideales, en donde solo importan los resultados. Pero nada es más distinto a la realidad. Para este autor, definir un propósito moral, un tema aparentemente esotérico, es en realidad una potente herramienta en los negocios.

Por ejemplo, esto es evidente en los tiempos de crisis. Suele pasar que la abundancia atrae a la gente, pero es solo en las dificultades cuando se conoce realmente quiénes trabajan por un ideal.

Un propósito moral en común unifica a un equipo. “Finalmente, las personas no son leales a un jefe, ni incluso a una compañía, sino a una serie de valores con los que se identifican”, resalta Mourkogiannis.

Para él, definir un propósito moral es una tarea clave de los gerentes y de los mejores líderes. “Definir un propósito moral es trabajo de los verdaderos campeones”, asegura. Por eso, el propósito de una compañía debe ir más allá de la ambición y la avaricia. Es como el ADN de la empresa, es lo que cree su gente sin necesidad de pensar.

Raíces

Según Mourkogiannis, la principal ventaja de un propósito es que representa un gran motivador para la vida personal y empresarial.

Para Mourkogiannis, un propósito moral es algo muy distinto a los conocidos valores corporativos. De alguna forma es la respuesta a la pregunta más filosófica ¿cuál es mi destino en la vida? Este propósito recoge todo lo que usted es en realidad: sus experiencias, su vida y aquello en lo que cree.

“En los negocios, probablemente un propósito bien definido no sea garantía de éxito, pero es un prerrequisito para forjar una compañía a largo plazo”, plantea el autor.

Así, además de motivar, el propósito de las empresas les ayuda a no perder el rumbo ni desesperarse. Es como un ancla que nos aferra en las mayores turbulencias. La verdad es que las mejores compañías del mundo nacieron de un sueño bien definido.

El paso a seguir, para este autor, es establecer su propio propósito moral. “Cuando se reúna con su equipo a realizar esta tarea, lo mejor es pensar en ideas que hayan perdurado con los años”, asegura Mourkogiannis en su libro.

Aunque usted es libre de definir el propósito, Mourkogiannis plantea cuatro ideas principales. Lo primero es un afán por descubrir. Algunas empresas tienen en su código genético el deseo de innovar y aportar al mundo. Además, existe el propósito de la excelencia. Emprendedores que se levantan todas las mañanas deseando construir ese “relojito” que marche perfectamente.

En tercer lugar, Mourkogiannis habla del altruismo. Sam Walton, fundador de Wal-Mart, es recordado por su pasión casi obsesiva por atender a sus clientes. En su autobiografía, Walton dejó una carta en la que expresaba “que su principal fuerza de cada mañana era mejorar la calidad de vida de todas las personas cercanas a su compañía”.

Finalmente, Mourkogiannis habla del heroísmo como el cuarto propósito fundamental en los negocios. Y la mejor forma de entenderlo es toda aquella compañía que nace de la frase ¡voy a cambiar el mundo!.

Ojalá la crisis que apenas se está superando nos haya dejado lecciones sobre el liderazgo. Muchas personas están cansadas de los prototipos típicos de un líder: el gran negociante, el duro emprendedor a toda prueba e, incluso, el carismático.

Definir un propósito requiere más que intelecto, ego y experiencia. Finalmente, las compañías no compiten en los mercados por recursos, como el dinero o las tecnologías, sino por las mejores ideas.

Estamos hablando de la vida y sus connotaciones morales.

Quienes dudan de la importancia de estos temas deberían preguntarse ¿cuántas personas trabajan para hacer ricos a sus jefes? Sí, las personas quieren un salario competitivo, pero principalmente quieren que su vida tenga sentido.

Quieren líderes que puedan ganar la batalla de las ideas y que actúen como piensan. Y, por su puesto, la mejor forma de lograrlo es construyendo empresas y organizaciones cimentadas en un férreo propósito.


Autor: Carlos Andrés Vanegas
Para la sección Management de la Revista Dinero

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