lunes, 9 de enero de 2012

Trabajo y rectitud

La Escuela Nacional de Minas de Medellín ha formado a algunos de los líderes políticos y empresariales más destacados del país. Sus principios éticos y de aprecio por el trabajo han forjado grandes colombianos. ¿Cuáles son sus enseñanzas para las facultades de hoy?


No se puede hablar de la Escuela Nacional de Minas sin mencionar su contribución al desarrollo de las empresas más emblemáticas, al impulso de la ingeniería de minas y petróleos, de los primeros proyectos hidroeléctricos, ferrocarriles y a la introducción de conceptos de administración y planeación al país. Pero también fue el lugar de encuentro en la formación de personajes destacados como Carlos Ardila Lülle, Nicanor Restrepo Santamaría, Juan Felipe Gaviria, Luis Fernando Jaramillo, Adolfo Arango, Fabio Rico, Juan José Echavarría, Juan Camilo Ochoa, Jorge Restrepo Uribe, Antonio Roldán y Peter Santamaría, entre muchos otros, y también de los emprendedores y políticos en las primeras décadas del siglo XX. Todos ellos con valores en común impartidos en su educación. ¿Cuáles son estos valores y cómo se podrían utilizar en la formación de los líderes del futuro?

El origen

Carlos Álvarez en su libro Paisas en Bogotá recoge una cita del presidente Pedro Nel Ospina, primer rector de la Escuela Nacional de Minas de Medellín, en el discurso inaugural de la institución: “No nos comprometemos dar a la Nación sabios, sino hombres laboriosos y honrados”. Este propósito se constituyó luego en su lema oficial "trabajo y rectitud", como pilar de su educación. José María Bravo, autor de la Monografía sobre la Escuela de Minas, tuvo acceso a archivos con los cuales pudo reconstruir su historia. La Escuela se fundó en 1887, por los hermanos Pedro Nel y Tulio Ospina. El historiador Bravo explica que la Escuela se creó para responder al desarrollo empresarial antioqueño, particularmente para optimizar el trabajo en las minas, la principal actividad económica por esos tiempos. Pero también para atender grandes proyectos de infraestructura, como la construcción del Ferrocarril de Antioquia y los primeros desarrollos hidroeléctricos.

En el libro Ética, trabajo y productividad en Antioquia, de Alberto Mayor, la primera publicación en tratar el tema (1984), se encuentra que el rasgo esencial de la Escuela fue la incorporación de conocimientos de gerencia y planeación en los negocios. La Escuela Nacional de Minas de Medellín fue la primera institución en América Latina en enseñar management (1912), incluso antes que en Estados Unidos, pues las teorías de Frederick W. Taylor, padre de la administración científica, esto es, el estudio de los tiempos y movimientos, solo llegaron a Harvard hasta 1917 por lo controvertido de sus planteamientos.

Mayor afirma que el pragmatismo de la cultura paisa permitió incorporar rápidamente estos conceptos y ajustarlos a su idiosincrasia. “Esta cultura siempre valoró más la capacidad y el aprecio por el trabajo que los títulos”, sostiene. Sin duda, la orientación empresarial que tuvo la Escuela de Minas desde sus inicios, la administración y la ingeniería en un mismo lugar, permitieron unos perfiles de personajes con gran visión. Adolfo Arango, ingeniero civil egresado de Minas en 1952, y por muchos años presidente de Cemento Argos, comenta: “En la Escuela de Minas nos enseñaron sobre todo el aprecio por el trabajo y la rectitud. Los profesores eran muy rigurosos y el estudio muy arduo. Empezábamos todos los días a las 6 a.m. y para ello nos levantábamos antes de las 4 a.m. Lo único que hacíamos era estudiar. Incluso, en tiempos tan turbulentos, nunca tuvimos una huelga. Al final, el ingeniero tenía que pasar por materias muy difíciles, que luego se convirtieron en una herramienta para la vida en la que utilizan los mismos métodos para resolver problemas y tomar decisiones. Todo esto llevó a los ingenieros a ser exitosos en la administración”.

Por esa época, estudiar temas de gestión fue fundamental para el desarrollo del país. Alberto Mayor recuerda que el presidente Mariano Ospina Pérez fue profesor de administración en la Escuela y escribió el primer libro sobre el tema en Colombia.

Academia y empresa

Una figura importante en la primera etapa de la Escuela de Minas fue el ingeniero Alejandro López quien, siendo egresado de la Escuela, se incorporó como profesor en 1905. Su labor les dejó a las facultades de negocios enseñanzas vigentes hoy, casi un siglo después. López, quien estaba vinculado con el sector empresarial, hizo que los estudiantes aplicaran lo aprendido en la práctica. El caso más destacado fue el de la Sociedad Minera El Zancudo, empresa de la cual fue gerente.

El Zancudo era la empresa más importante del país a finales del siglo XIX, según investigaciones del historiador Luis Fernando Molina. Para Mayor, lo interesante es que justo cuando los estudiantes llegaron a implementar lo aprendido en la empresa, El Zancudo atravesaba dificultades. Esto representó, más que una amenaza, la oportunidad para aprender de una gran crisis. Incluso, muchos de los proyectos de grado de esos tiempos pretendían encontrar soluciones para sacar adelante a El Zancudo. “Aprender a salvar un gran barco que se estaba hundiendo”, dice Mayor. Como López, otros profesores también estaban vinculados al sector empresarial y, por ello, el caso de El Zancudo se extendió a otras compañías como las Empresas Públicas de Medellín. Sin duda, uno de los grandes éxitos de la Escuela de Minas fue su relación con el sector real, lo que demuestra –una vez más– la necesidad de que la academia y el sector privado trabajen coordinadamente.

En 1939, la historia la Escuela de Minas se partió. El presidente Alfonso López Pumarejo decidió fortalecer la Universidad Nacional. Por ello, varias facultades, entre las que se incluyó la Escuela de Minas se anexaron a la Nacional. Desde entonces, empezó a llamarse Facultad Nacional de Minas, como se conoce en la actualidad. Según José María Bravo, en este segundo período se consolidó la Escuela y se diversificó a otras carreras. La figura principal y el responsable de este proceso fue Peter Santamaría, ingeniero civil y de minas egresado de la Escuela, quien ocupó la decanatura de la Facultad Nacional de Minas en dos ocasiones entre 1940 y 1971. En su cargo creó seis ingenierías: Administrativa (1961), Industrial (1967), Eléctrica (1969), Mecánica (1969), Química (1969) y de Geología (1971). Hombre de empresa, Peter Santamaría continuó con la tradición de sus antecesores y le dio prestigio a la Facultad. En 1994 Santamaría publicó el libro Origen, desarrollo y realizaciones de la Escuela de Minas de Medellín, una amplia investigación de la historia de la Escuela desde su propia perspectiva. Este libro continuó el debate que inició Mayor respecto a los factores de éxito de la Escuela.

Juan Felipe Gaviria, gerente de Empresas Públicas de Medellín, egresado de la Escuela, fue uno de los estudiantes en los tiempos de Santamaría. “Gracias al doctor Peter Santamaría, quien flexibilizó el currículo, pude tomar cursos distintos, como álgebra avanzada y otros sin relación con matemáticas. Recuerdo la rigidez académica y la calidad de los profesores. De alguna forma, allá solo había lo que hoy llaman nerds. Toda la Escuela tenía casi 500 alumnos, dedicados por completo a estudiar”, comenta.

Estudio, estudio y estudio

Un aspecto en el que coinciden distintos egresados de la Escuela entrevistados por Dinero es el valor que para ellos tuvo la férrea disciplina impartida en sus estudios. Al respecto Fernando Panesso Serna, ingeniero administrativo de la Escuela y ex presidente de ETB Bogotá, comenta: “Pasar la materia con el Peludo Mejía era saber que podíamos llegar a ser ingenieros; o con Pacho Mira o Gabriel Poveda, hombres de gran calidad humana, motivados solo por el deseo de compartir su conocimiento y su sabiduría. En resumen, los pilares de la formación fueron amor y pasión por el trabajo; rectitud en el actuar humano; fomento y valoración por el conocimiento; y equidad e igualdad entre los seres humanos”.

Para Luis Fernando Jaramillo, ingeniero civil de la Escuela, actual presidente de Odinsa y ex ministro de Relaciones Exteriores, y Obras Públicas y Transporte, entre otros cargos, “la parte más importante de la Escuela era que tenía una enorme reputación de trabajo y dedicación. Todos los días los dedicábamos al estudio. Era una facultad muy difícil, se presentaban alrededor de 250 personas y pasaban 30. La carrera duraba 6 años porque el primero, al que llamaban menos uno, era una especie de nivelatorio. Aprendí de la dedicación, la mística y la entrega total”. De esta experiencia en la Escuela de Minas, José María Bravo se cuestiona la obsesión actual de las universidades por recortar los programas de pregrado a cuatro años.

Alberto Mayor sostiene que otro de los factores de éxito de la Escuela de Minas fue la creación de híbridos profesionales. “Los híbridos -ingenieros-administradores, administradores-economistas, economistas-abogados- son valiosos porque rompen los marcos académicos. En el caso de los ingenieros, ellos no le piden permiso a nadie. A veces, son francamente ateóricos. Esto es bueno porque acaban con modelos preestablecidos”, opina. Hay otros ejemplos de éxito profesional al combinar distintas profesiones. En la Escuela de Minas hay ingenieros civiles y de minas, como Peter Santamaría y Alejandro López; ingenieros-administradores, como Nicanor Restrepo, José Alberto Vélez y Juan José Echavarría.

Humanismo y movilidad social

Otro aspecto destacable de la Escuela de Minas está en haber promovido la movilidad social. Para Alberto Mayor, este punto es esencial; en su biografía sobre Alejandro López muestra cómo este personaje, de tanta trascendencia para la institución, no pertenecía a la élite de su tiempo. Es posible que el aprecio por el trabajo por encima de las castas, e ingresar a la Escuela por méritos hayan sido factores clave en la formación de valores. Es indudable que los egresados de la Escuela, además de industriales, son personas con visión y sentido social.

"Con mucho sacrificio, logré ingresar en lo que era en ese entonces la facultad de más renombre y exigencia académica de Colombia. Allá me infundieron los valores, la ética en el trabajo, la dedicación, un compromiso continuo por salir adelante. Agradezco esta filosofía y la calidad de mis profesores. Todo lo que he hecho, todas las empresas que he fundado, todos mis logros, no solo en mi vida como industrial, sino en mi función de servicio al país, provienen de la educación que obtuve en la Escuela de Minas”, opina Carlos Ardila Lülle, quien se gradúo como ingeniero civil a los 20 años, siendo el graduado más joven de la Escuela de Minas en su historia, y hoy cabeza de uno de los grupos económicos más grandes del país, la Organización Ardila Lülle.

Autor: Carlos Andrés Vanegas 

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