martes, 3 de enero de 2012

Las universidades se rajan en garantizar una buena calidad de vida

Muchas universidades del país se han hecho expertas en subir las matriculas, pero en cuanto a la tarea fundamental de garantizar la calidad de vida de sus egresados, ninguna hace bien la tarea.


Por más que lo intento no me dan las cuentas. Veamos, según un reciente informe de la Revista Semana la facultad más costosa del país es medicina en la Universidad de los Andes con un costo semestral de $14.370.000. Allí mismo se puede ver cómo para estudiar Administración en los Andes cada semestre un padre de familia tiene que sacar 10 millones del bolsillo y para el caso del Colegio de Estudios Superiores en Administración CESA son 8 millones. Sumándole a esto la manutención durante la carrera ¿Cuánto nos da…? ¿150 o 200 millones?

Algunos economistas aseguran que la educación es la mejor inversión de la vida. Y claro si uno trae a valor presente neto la vida profesional de aquí a los 63 años pues las cuentas nos dan para el pregrado. Pero resulta que en lo que el afamado experto en educación Sir. Ken Robinson denomina “un proceso inflacionario de la educación”, lo que antes requería pregrado, ahora implica tener un master y mañana tal vez un Ph.D. En el caso de los negocios, poco tiempo de graduarse muchos jóvenes se ven forzados a hacer un MBA, que puede llegar a costar en el exterior más de 300 millones los dos años.

Sin embargo mi objetivo en este artículo no es controvertir los cálculos de muchos economistas sobre la educación como inversión, lo que deseo en cambio, es relatar lo poco que hacen muchas universidades privadas en Colombia por garantizar la calidad de vida de sus futuros egresados. Pienso que todas, el Rosario, la Sabana, el CESA, los Andes, el Externado, la Javeriana, EAFIT e ICESI, para todas hoy en día es muy fácil pedir más de 5 millones el semestre, y a la hora de definir usted cómo se va a va a ganar la vida, la respuesta parece ser la misma: ¡ese es su problema!

Con todo el respeto para muchas universidades del país pienso que calidad en la educación es más que tener acreditaciones, instalaciones bonitas y muchos profesores con Ph.D. Calidad en la educación también es trabajar noche y día, y un interés genuino, por tratar de garantizar el futuro de quienes están aportando con confianza tan onerosas matriculas.

Muy concretamente luego de graduarnos todos tenemos dos caminos: o somos empleados o somos emprendedores. Y francamente en mi opinión en ninguna de estas dos facetas existe una universidad privada del país que uno diga: ¡que berracos como lo están haciendo de bien!

En el caso del emprendimiento digamos que la rajada es evidente. Por mencionar un ejemplo se estima que los egresados del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) han creado más de 5.000 compañías entre ellas Intel, Bose y Texas Instruments. Estas empresas hoy emplean a más de un millón de personas con ingresos anuales superiores a US$230.000 millones.

Más o menos desde que William Hewlett y David Packard, siendo estudiantes de la Universidad de Stanford, crearon Hewlett- Packard en un garaje en 1939, existe toda una tradición de algunas universidades como fábricas de grandes emprendimientos e innovación. Y no se trata de decir que las universidades gringas son excelentes y las nuestras no. Pero tal vez no existe respuesta a la pregunta ¿qué universidad colombiana está gestando los grandes empresarios del futuro? A pesar de tener programas de emprendimiento creo que ninguna puede decir aquí nació esta, esta, esta, y esta empresa que le cambiaron la cara al país.

Y no es que no se pueda. Lo más cercano que tenemos a una institución capaz de forjar grandes empresarios fue la Escuela Nacional de Minas de Medellín fundada en 1877 por los hermanos Pedro Nel y Tulio Ospina. No solo de allí se graduó Carlos Ardila Lülle, el egresado más joven de toda su historia, con tan solo 20 años, sino que también sentó las bases del empresariado antioqueño y sus compañías más representativas. Allí se graduaron también Nicanor Restrepo Santamaría, Juan Felipe Gaviria, Adolfo Arango, Fabio Rico, Juan Camilo Ochoa, entre otras figuras de la vida empresarial.  Y yo me pregunto ¿qué universidad puede decir eso hoy en día?, y tal vez lo más importante, ¿qué universidad me puede formar para tener el chance de salir a crear una empresa que transforme a Colombia?

Si en emprendimiento la tarea está medio hacer entonces probablemente muchas universidades garantizan un trabajo bien pago. Pero aquí tal vez estamos peor. Cuando estuvo en Colombia el decano de Kellogg School of Management, Dipak Jain (actual decano en INSEAD), sus estudiantes contaban como en tiempos de crisis él mismo se esforzaba horas enteras por llamar y conseguir trabajo para sus alumnos. Como muchas cosas en la vida esto tiene que ver más con un interés genuino, en vez de delegar la tarea en un departamento aislado encargado del tema. Por supuesto, hoy existen ferias empresariales, hay bases de datos con ofertas laborales, pero al final del día los estudiantes sienten que al momento de conseguir trabajo, después de pagar una millonada por su educación, las universidades los dejan solos. ¿Y qué tan costoso puede ser mejorar en esto? ¿Crear equipos de gente altamente calificada haciendo contactos en las empresas para sus estudiantes?

Creo que los padres de familia y los estudiantes tenemos que empezar a exigir más de nuestras universidades. La responsabilidad para una universidad no puede seguir siendo simplemente entregar un título ¿de qué sirve si este no nos permite vivir dignamente? Si bien es cierto que la academia no puede vivir al servicio de los intereses particulares y la vida empresarial, también es cierto que lo que se aprende debe servir para lo que los estudiantes están pagando: vivir dignamente de sus profesiones. Prácticamente todas las universidades en Estados Unidos entregan un reporte semestral en donde muestran las compañías que contrataron a sus egresados, después de tres meses qué porcentaje ya consiguió trabajo y cuánto es su salario promedio. Esta es una cultura que tiene que llegar a Colombia, por lo menos, por respeto a lo que los estudiantes están pagando. 

Autor: Carlos Andrés Vanegas

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