martes, 22 de mayo de 2012

El ego

Aquella poderosa arma que al mismo tiempo es letal veneno para la vida personal y profesional.


Cuenta la leyenda que Damocles alzó la mirada y encontró una espada que pendía justo sobre su cabeza, atada tan solo a un pelo de crin de caballo.
Damocles era un adulador en la corte de Dionisio II en la Siracusa (Sicilia) del siglo IV a.c. Dionisio, consciente de su codicia, le ofreció ser rey por un día. Pero, en medio del festín, Damocles alzó la mirada y estaba allí: una espada de doble filo fija frente a sus ojos.

Desde entonces, la Espada de Damocles simboliza a aquellos que ostentan un poder vacío lleno de inseguridad. Muchos tenemos una espada similar, de dos filos, en el trabajo y en nuestras relaciones personales.

Dicha espada está forjada en tres letras: ego. Empuñarla nos hace sentir fuertes, pero cuando su peso es demasiado grande, realmente nos debilita. El ego se apodera de nuestra personalidad al punto que empaña cada conversación, relación, pensamiento o acción. Muchas veces es lo único que de nosotros se puede ver. Nos caracteriza y nos hace sufrir. Por culpa del ego perdemos mucho: confianza, respeto, influencia, cariño y desarrollo profesional.

Pero he aquí, en esta arma, un interesante acertijo. ¿Por qué para llegar lejos necesitamos un ego robustecido que nos saque adelante, pero al mismo tiempo, este mismo ego puede tirarnos al suelo en lo alto de la cima?

Egonomics

¿Qué tan potente es el impacto del ego en la sociedad? ¿En nuestros hogares? ¿Qué tanto merece ser estudiado? Y es que en cuestiones de ego a veces no hay ni siquiera santos. Una vez elegido Papa Benedicto XVI, el 19 de abril de 2005, este alzó sus manos en señal de victoria.

Muchas veces los más grandes descalabros y crisis empresariales han sido empujados por un mismo sentimiento. “El ego representa esa línea oculta en los balances de cualquier compañía”, aseguran los autores David Marcum y Steven Smith en su libro Egonomics: What makes ego our greatest asset (or most expensive liability.

De hecho, según estos autores, el 63% de los ejecutivos en Estados Unidos afirman que el ego afecta negativamente su trabajo. Incluso, el 51% de la gente opina que comportamientos egocentristas pueden representar entre 10% y 15% de las pérdidas anuales de un negocio.

Sin embargo, esta es solo la mitad de la historia. En su investigación, David Marcum y Steven Smith realizaron un interesante hallazgo. Contrario al pensamiento convencional de que el ego es el demonio, este también tiene su filo positivo.

“Sorpresivamente, el problema de muchas personas es que les hace falta ego. La definición del ego suele estar acompañada de confianza en sí mismo. Nos empuja a salir adelante, da el coraje para enfrentar dificultades y el nervio para tomar nuevos rumbos”, aseguran los autores.

Usted necesita el ego suficiente para que se note que está allí parado. Acá estoy. Que es capaz de lograr cosas, que vale, y que no es posible pasar por encima de usted sin dar la pelea.

Un arma de doble filo

Entonces, ¿cómo es que el ego se pone en nuestra contra? Básicamente esto se explica porque el ego, cuando crece desmesuradamente, tiene la facultad de convertir nuestras habilidades y talentos en amenazas. En esencia, el ego se nos sube a la cabeza.

Nadie duda de que un ejecutivo o empresario con una visión clara de su futuro va un paso adelante de los demás. ¿Pero, qué pasa cuando ya no escucha a nadie más? En la completa investigación del libro Por qué fracasan los ejecutivos brillantes  el autor Sydney Finkelstein identificó que la principal razón de la quiebra de empresas es una visión errónea de un líder que nadie se atreve a refutar.

¿No le ha pasado que a veces una abultada confianza raya en ingenuidad? En general existe una delgada línea entre ser directivo y dictador, diplomático y político, listo y sabelotodo, carismático a manipulador.

En fin, según David Marcum y Steven Smith usted puede, gracias al poder del ego, convertir cada una de sus competencias profesionales en un dolor de cabeza para usted y los demás.

Con métodos de estudios rigurosos a gerente el investigador Paul Nutt de la Universidad de Ohio quien, mediante distintas pruebas hechas con gerentes, encontró que, cuando el ego está presente se suelen tomar el doble de decisiones erradas y no evaluar mejores alternativas.

Los síntomas

Con el ego nos pasa un poco como con los anticuerpos. Protegen nuestro cuerpo de virus y bacterias; pero en exceso, nos hacen sentir malestar. Es decir, si estamos hablando de que el ego es bueno pero en su justa medida, debemos aprender a reconocer los síntomas de cuándo se nos está saliendo de las manos.

Para Marcum y Smith existen cuatro síntomas que nos indican cuándo, respecto al ego, vamos por mal camino. “Lo más sorprendente en nuestras investigaciones, y en cientos de entrevistas, es que la gente no se percata de que tiene dificultades con el ego. En cambio, para el resto que la rodea, el tema es evidente”, señalan los autores.

El primer síntoma desagradable del ego es evidente cuando nos estamos comparando constantemente. Al parecer el ego tiene bases sólidas siempre que nos afanamos por saber si ¿soy mejor que tal persona? o ¿este mes voy a superarlo? Por alguna razón estamos más acostumbrados a ¿cómo ser mejor que tal? que a ¿cómo ser mejor de lo que soy? Lamentablemente la envidia es un gran motivador, pero una pésima guía.

El síntoma de la comparación constante puede llevarnos a tomar decisiones gerenciales equivocadas. Henry Ford solía decir que “el competidor a temer es aquel que no se preocupa tanto por lo que haces. Sino el que todo el tiempo está pensando en cómo mejorar su negocio”. Este es el tema clave con la comparación. Por compararnos, ser mejor que tal, podemos asumir proyectos que no nos convienen o que no están a nuestro alcance.

Pero la comparación es solo el primero de los tres síntomas del ego.

Feos hábitos

En segundo lugar tenemos el hábito de ser defensivos. Y aquí es valioso aclarar: no hay nada de malo en defender sus ideas, pero esto es muy distinto a actuar permanentemente en forma defensiva. Según Marcum y Smith, cuando el ego es muy grande, en cada debate sentimos que somos nosotros, y no las ideas, los que estamos siendo atacados. Por supuesto un debate vigoroso es valioso para cualquier organización, pero actuando de forma defensiva nadie tolera ninguna retroalimentación. Con tal de defender el punto de vista incurrimos en uno que otro hábito no tan agradable, como exagerar, manipular y filtrar la información.

La viva estampa del ego está representada en el tercer síntoma. Se trata de aquellos que siempre están mostrando qué tan brillantes son, aunque esto es en realidad falta de seguridad. Para muchos ejecutivos, algunos muy brillantes, este hábito representa los centavos que le faltan al peso. Mucha gente reconoce, “es muy capaz, pero trabajar a su lado es...”.

Los autores aseguran que mostrar brillantez tiene un efecto perverso. Cuando la persona es muy mostrona, los diálogos se convierten en monólogos. Aun siendo las ideas excelentes, la gente escucha menos y menos. Aun cuando todos los logros son compartidos, la sociedad nos empuja a pensar en el líder solitario.

Finalmente, tenemos a las personas que todo el tiempo buscan aceptación. Esta en realidad es una manifestación de falta de ego. Al respecto es normal todas las cosas que hace un niño para ser aceptado por sus compañeros. Lamentablemente algunos llevan esta actitud al trabajo. Y aquí es donde aparecen los sí a todo. Curiosamente, todo lo contrario, el camino indicado para encontrar respeto y aceptación es manteniendo un criterio fortalecido.

El poder de la humildad

Para muchos, el libro de negocios más influyente de los últimos tiempos es Empresas que sobresalen (2001) del autor Jim Collins, que en esencia solo tiene un mensaje: las empresas que son capaces de dar saltos sorprendentes están dirigidas por líderes humildes, comprometidos y de puertas abiertas.

¿Cómo contrarrestar los síntomas del ego? Acá está parte de la respuesta: para David Marcum y Steven Smith, la humildad es la conducta apropiada para colocar el ego en su justa medida. Representa ese punto de equilibrio entre tener mucho ego y tener muy poco. Lamentablemente la palabra humildad tiene connotaciones despectivas como falta de carácter y 'berraquera'. Todo lo contrario se viene constituyendo en la cualidad esencial, sinónimo de fortaleza, en los negocios modernos.

El ego transita en la vida un rumbo caprichoso. Cuando las personas van alcanzando logros, empiezan a sentir que tienen todas las respuestas, y entonces la caja del aprendizaje empieza a cerrarse. La espada de Damocles toma fuerza. Nuestros triunfos pasados nos ciegan. La pérdida del deseo de aprender y mejorar es en gran parte responsable de las crisis en las carreras profesionales de los ejecutivos.

El rol de la humildad entonces es mantener esa caja abierta, rodearse con respeto y asignarle el valor que se merecen a los demás. Una vez sentimos que no tenemos nada que aprender es cuando realmente empezamos a envejecer.

Curiosidad voraz

El empresario más aclamado del Reino Unido, Sir Richard Branson, fundador de más de 360 empresas y del conglomerado empresarial Virgin Group tiene una particularidad especial en su personalidad. Sus empresas abarcan sectores tan diversos como hotelería, aviación, alimentos y entretenimiento, entre otros.

Branson es una esponja humana que se alimenta de curiosidad. Se dice que no pierde un solo segundo de su vida en relacionarse con cualquier tipo de persona preguntándole cosas. Branson fue honrado con el título de caballero por ser el icono del emprendimiento en Europa, gracias a su visión inquieta de los negocios. En el modelo Marcum y Smith la curiosidad, sumada a la humildad, es la mejor forma de contrarrestar los síntomas de un ego enardecido.

Sin embargo, no son suficientes la curiosidad y la humildad para aterrizar un ego arrollador. El tercer aspecto para tener en cuenta, resaltado por estos autores, es una gran dosis de veracidad. Los seres humanos vamos madurando y encontramos límites a nuestras competencias. Conocernos muy bien es el último de los antídotos para los síntomas del ego.

Muchos sufrimos por cuenta del ego sin darnos cuenta de que en realidad tenemos una oportunidad. Podemos aprender a controlar esos comportamientos desagradables que nos alejan de la gente. La humildad, curiosidad y veracidad no solo nos deben empujar a pensar distinto, sino a ser distintos. De alguna forma, debe aprender a disfrutar y aprovechar su ego. Y si el problema es que tiene muy poco, ya conoce el camino a transitar.    

Autor: Carlos Andrés Vanegas
Para la sección Management de la Revista Dinero 

2 comentarios:

  1. Debemos dedicar nuestros esfuerzos a construir autoestima, que es verdadera, el ego, es vació como bien lo dices y debemos dedicarle tiempo a mantenerlo en su mínima expresión, que no es tarea fácil!

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  2. Hay que buscar un equilibrio en el ego porque o nos eleva mucho o nos hunde, todo es cuestión de actitud, de humildad.

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