sábado, 5 de mayo de 2012

El segundo acto


En el futuro las personas dejarán de añorar un retiro para descansar y descansar. Van a cambiar este sueño por una segunda etapa de su vida profesional dedicada a trabajos con mayor sentido e impacto social. Algunos pioneros ya están labrando el camino.


A pesar de que su corazón carga con años de experiencia, sus manos aún tiemblan frente al espejo del camerino. Este viejo actor disfruta su cuerpo pues entiende que este es el mejor de los instrumentos. Sus ojos fijos observan su rostro ya poblado de arrugas. Su corazón palpita con fuerza. Y allí repite el mismo pensamiento, “Dios, tengo 65 años pero solo Tú sabes cuánto deseo y soy capaz de trabajar”. Esta es la historia de aquellos actores que deciden agregarle a su vida como artistas, antes de que se apaguen las luces, un acto más.

Aun cuando la sociedad pensó que ya no eran útiles, ellos quisieron revivir un viejo sueño de su juventud en un segundo acto de su vida profesional. Cuando se abran los telones van a presenciar un público distinto. Todavía sus manos serán ambiciosas, pero su sueño habrá cambiado. El propósito ya no será tanto el dinero, sino más bien aportar desde trabajos con sentido e impacto social.

Tras bambalinas

La imagen de este experimentado actor no es desconocida para la sociedad contemporánea. Representa esa inmensa masa de la fuerza laboral que se aproxima con rapidez a su jubilación o retiro. Por estos años un primer grupo de los llamados baby boomers, personas que nacieron entre 1946 y 1964, están ingresando a sus 60's. Nunca antes en la historia de la humanidad había existido una base de capital humano con tal preparación y experiencia.

Aun así, lo que actualmente la sociedad les ofrece “al finalizar sus carreras”, es dedicarse a una vida de “descanso, viajes y lectura”. Y en la mayoría de los casos, de pobreza. Tan solo en Estados Unidos los boomers representan 80 millones de personas, el segmento de mayor crecimiento de la oferta laboral, a quienes se les acerca la hora de redefinir su destino.

Tras las bambalinas de este escenario se esconde una dura paradoja. Tal vez el logro más importante de la humanidad — extender la vida, vivir más y más saludablemente — se ha convertido, extrañamente, en una pesadilla para los mercados. Para 2030 la mayoría de los países pronostican una hecatombe fiscal por no tener los recursos para las pensiones de estos boomers. Pero el destino no está escrito, y como decía el filosofo de la gerencia Peter Drucker “la mejor forma de predecirlo es construyéndolo día a día”. Y es el futuro en donde viviremos el resto de nuestras vidas. Es por esto que hoy los adultos entre 55 y 65 años tienen por delante una decisión determinante por tomar.

Al respecto, el reconocido autor en temas sociales, Marc Freedman expone en su reciente libro Encore: Finding work that matters in the second half of life, una visión distinta del futuro. Una imagen novedosa para el pensamiento convencional.

Sueños y marionetas

A Marc Freedman le causa curiosidad que una institución relativamente reciente, de apenas pocas décadas, como lo es el retiro, se tome como algo inamovible en los pronósticos de los economistas. Freedman explica que los distintos movimientos de los trabajadores, principalmente de la industria automotriz y del acero, luego de la recesión económica de los años 30 empujaron este tipo de medidas de bienestar en los países desarrollados. Adicionalmente, tanto en Estados Unidos como en Europa, se requería abrir espacios para los jóvenes que regresaban de la Segunda Guerra Mundial.

Retirarse pronto o pensionarse se convirtió en un propósito de los gobiernos y fue ampliamente promocionado por las instituciones financieras, quienes entendieron la oportunidad de negocio. El hombre mismo creó el sueño de “pensionarse”. En pocos años la población laboral mundial por encima de los 65 años cayó a menos del 20%.

Sin embargo, este autor explica que esta obra no siempre ha sido actuada en la misma forma. “Gran parte de las civilizaciones antiguas operaron más bien con la filosofía de que a nadie se debe desaprovechar”, expone en su libro. Pero en los años 60 el sueño del retiro, conocido como los “años dorados”, adoptó nuevas dimensiones. El empresario estadounidense Delbert Webb fue pionero al crear “paraísos del descanso” para que la clase media de este país pudiera “jugar golf” el resto de sus vidas. La gente no solo perdió el temor a retirarse, sino que empezó a querer hacerlo lo más pronto posible.

Tristes máscaras

Es decir, algún día dejar de trabajar se convirtió, por más ilógico que parezca, en el principal sueño y la motivación de ir al trabajo diariamente. Como resultado, “la institución del retiro creó la primera masa de aristócratas de la vida modera”, sostiene el autor. Esto, también afirma, contribuyó a que el siglo XX marcara el inicio de una visión perversa sobre los adultos mayores, quienes empezaron a ser vistos como inútiles, figuras sin belleza y sin propósito en la vida. Actualmente, en medio de tanta adulación por la juventud, no es raro que todo lo que sepa a vejez sea de temer.

Pero hoy estamos empezando a reconocer que el sueño prometido de “los años dorados” carece de sentido. Los psicólogos llaman “la ética de sentirse ocupados” a la actitud de los jubilados de llenarse de actividades. Ahora viven más, viajan más, tienen más salud, pero muchas veces su vida carece de un propósito. Distintos jubilados aseguran que la pensión se ha convertido en algo insoportable y muchos no quieren vivir 30 años de algo que parece “un fin de semana que nunca termina”.

Hoy cuatro de cada cinco boomers aseguran que desean trabajar luego de su retiro. “Antes se pensaba que el trabajo afectaba la salud, hoy estamos empezando a entender que dignifica, y ayuda tanto al bienestar físico como emocional”, asegura Freedman.

El nuevo libreto

El libro Encore es principalmente la historia de un grupo de pioneros, adultos mayores, que asumen una visión totalmente distinta de su futuro. Por ahora son pocos, tanto en países desarrollados como en Colombia, pero Marc Freedman espera que en poco tiempo representen el cambio más dramático en la fuerza laboral desde que ingresó la mujer a ocupar cargos de hombres en el siglo pasado. Como ejemplo, a los 50 años de edad Bill Gates anunció que se retiraba de su cargo en Microsoft para dedicarse de lleno a trabajar por la salud, la educación y otros temas sociales.

En su discurso de la época Gates dijo “este anuncio no significa un retiro, sino un cambio de prioridades”. Es cambiar dinero por propósito. Pero esta historia no solo es de multimillonarios, sino que la comparte gente normal en todo el mundo, aunque todavía pocos, con deseos de aportar con su experiencia al bienestar de los demás.

Entre las distintas chispas de pioneros colombianos que le apuestan a este tema se destaca la Fundación Amar y Servir. Ellos tienen un plan de jubilación “dirigido a personas que han culminado su etapa laboral y desean seguir aportando sus conocimientos y experiencia en proyectos de carácter social”. El padre jesuita Jorge Serrano, director de la fundación tiene clara su meta de identificar los mejores perfiles para colocarlos al servicio de la comunidad. Es evidente que ciudadanos con mayor sentido, pueden crear una sociedad con mayor sentido.

Marc Freedman cree que distintas fuerzas se están tramando para que la gente cambie su sueño. “Ya no soñar en trabajar para algún día dejar de trabajar, sino trabajar para algún día poder elegir en dónde aportar”. En un estudio realizado por la MetLife Foundation en el mercado laboral de Estados Unidos, personas entre los 55 y 65 años manifestaron un gran deseo de cambiar su trabajo actual por algo con mayor sentido social y realización personal.


Hay que recordar que el grueso de los baby boomers transcurrió su juventud en los años 70 en donde textualmente soñaron con cambiar el mundo. Bien, para estos pioneros que tienen todavía décadas de vida tras su retiro, esta es la oportunidad perfecta para regresar a su sueño inicial.

La escenografía

El escenario se está equipando para dar inicio a una nueva oleada de segundos actos enfocados a lo social. Lo primero es el cambio demográfico. El instituto Max Planck en Alemania sostiene que el ser humano ha agregado 2,5 años por década a su expectativa de vida desde 1840. Los diseños iniciales de las pensiones no estimaron estos cambios. Hay un dicho que dice “haz algo grande mientras tengas tiempo para agregar a tu biografía”. Y para esto hoy, luego del retiro, los seres humanos tienen todavía 15, 20 ó 30 años de aporte.

Otra consecuencia de la longevidad es que ni los bolsillos de los gobiernos, ni los de las personas, van a soportar tanto tiempo de inactividad. Filas interminables de seres humanos cobrando un cheque es la primera imagen que tenemos de los pensionados. Entonces las personas van a requerir fuentes adicionales de ingresos, en algunos casos no tan grandes porque son de carácter social, pero también aportarán con el pago de impuestos al fisco nacional. Además es importante destacar que los trabajos con esfuerzo físico se han disminuido en todo el mundo a menos del 8%.

Actores por lo social

Aquí vale la pena aclarar que la vida enfocada a lo social no es la única alternativa de un segundo acto en la vida profesional. Algunas querrán hacerse empresarios, o seguir trabajando como ejecutivos. Esta será la etapa de retomar sueños impredecibles. Pero lo social, el cuidado de las nuevas generaciones y de los adultos mayores verdaderamente necesitados; la salud, la cultura, la educación, y todos los campos del bienestar social, merecen un empujón especial. En todo el mundo hay una escasez gigantesca de talento y experiencia en los sectores sociales que debemos llenar.

En un segundo acto social, por supuesto, influye fuertemente la faceta espiritual del ser humano. Cuando haya que rendir cuentas en el más allá, muchos no se van a sentir tan cómodos por sus logros de vender más o lograr una mayor participación de mercado en sus negocios. En la recta final se empieza a entender el dicho “yo soy lo que sobrevive de mí”, y entonces dejar un legado empieza a convertiste en prioridad.

Manos a la obra

Aunque algunos baby boomers están abriendo el camino hacia este nuevo futuro, la sociedad tiene que darles la mano para que entre todos puedan transformar la sociedad. Que la gente trabaje más tiempo, preferiblemente en lo social, es buen negocio tanto individual como general. Entonces ¡manos a la obra! A nivel empresarial las compañías deben empezar a entender el valor de la experiencia y de las personas ya retiradas.

“Lo que hemos presenciado es que las empresas han echado para atrás ese pensamiento de preferir a los jóvenes a toda costa. Se han visto obligadas por los resultados mismos a entender el valor de sus ejecutivos más experimentados”, asegura este autor. El aporte de las empresas se puede entender con el caso de IBM que recientemente montó un programa de transición en el que forma a sus ejecutivos mayores para que luego del retiro se conviertan en profesores en temas relacionados con tecnología.

Los gobiernos también tienen mucho que aportar para hacer más fuerte esta segunda ola de actos sociales. Hay que transformar esos incentivos perversos que no los hacen atractivos para las empresas. Distintos segmentos de la economía se tienen que preparar para este nuevo mundo. Las universidades deben ser pioneras para apoyar estos tránsitos de lo corporativo a lo social. Se deben crear redes de apoyo con conocimiento para que las personas puedan identificar e ingresar en aquellos lugares donde aporten más. Aquí también serán protagónicos aquellos que decidan ser empresarios sociales en esta etapa de la vida.

Hoy los adultos mayores tienen la oportunidad de transformar nuevamente la historia. De que ellos lo logren depende que las otras generaciones los sigan. Cambiar de sueño y algún día poder decir “ya me queda poco para arrancar mi segunda carrera y empezar a aportarle más decididamente a este país”.


Autor: Carlos Andrés Vanegas
Para la sección Management de la Revista Dinero 

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