domingo, 23 de septiembre de 2012

¿Un país solo para javerianos y uniandinos?



Autor: Sergio Ocampo (Analista)
Fuente: Larepublica.com.co

“Un país donde el presidente es un Santos, el director del primer periódico del país está casado con una Santos, el director de la revista más importante es un Santos, el que está trabajando tras bambalinas por la paz es un Santos y el que le hace la oposición es un Santos, no existe ni en África”.

La frase, lúcida, crítica, ligeramente pretenciosa y quizá expiatoria, no proviene de ningún representante de la tradicional y resentida izquierda colombiana, sino de Francisco Santos, ex periodista, ex vicepresidente y desde la semana pasada ex director de noticias de RCN radio. Y digo pretenciosa, no porque haga alarde de su linaje administrando tantas posiciones de poder, sino porque se autocalifica como “el que le hace la oposición” a su primo presidente. Y digo expiatoria porque de ese modo “Pacho” parece confesar que estaba en la radio para servir de caja de resonancia de los odios e intereses uribistas, y no para hacer periodismo.

Pero lo verdaderamente importante es que la frase resume (¿a consciencia?) uno de los males más inveterados e insolubles de este país, que lo hacen a la vez uno de los más feudales y con peor pronóstico de desarrollo humano real. Hablo de la profunda exclusión social.

El tema es sin duda muy traqueado, pero vuelve a cobrar plena vigencia por los diálogos de paz que empiezan a abrirse paso. En mi mente están las palabras de Lucía González, guerrillera del ELN y delegada para los acercamientos entre la insurgencia y el gobierno en 1991, que arrancaron en Cravo Norte (Arauca) y se hundieron en Tlaxcala (México): “Mientras en Colombia el 98% de la tierra sea del 1% de la población, no habrá nada qué hacer, ni dialogar, ni negociar”, decía ella.

Tal vez las cifras de Lucía no eran muy precisas, pero iban bien encaminadas. De acuerdo con el informe de Luis Jorge Garay “Crisis, exclusión y democratización en Colombia”, en la actualidad un 1,08% de los propietarios posee más del 53% de la tierra del país. El propio Garay revela además que el acceso a los activos financieros también ha estado restringido a unos pocos, tanto que los primeros 1.500 acreedores más grandes copan el 75% de toda la cartera de los bancos. Y de colofón, según la última Encuesta de Calidad de Vida, de Fedesarrollo, el 10% más rico de la población se queda con el 51% del PIB, mientras que el 10% más pobre apenas se reparte el 0,6.

Pero más que económico, el asunto de la exclusión es político y es cuestión de decisión política no disminuirla, y en lugar de ello profundizarla y, sin duda alguna, perpetuarla de modo intergeneracional.

Eso hace que, sin mérito alguno y apenas por la inercia de la cultura política y las relaciones de poder, Julio César Turbay Quintero (Junior) haya terminado siendo contralor general (en una de las peores gestiones, por demás); o que Simón Gaviria sea presidente de la Cámara y director del Partido Liberal, a los 31 años. Carolina Hoyos Turbay, sobrina de Junior justamente y viceministra de Tecnologías, lo resumía perfecto en una entrevista en 2008 cuando era comisionada de Televisión. A la pregunta de si no creía que se le estaba demorando el nombramiento en un Ministerio, ella respondía algo como un ya llegará. “Sé esperar. Soy una Turbay”, decía con la lógica de quien cree que aquello hace parte del orden natural de las cosas.

Hace unos días, por cuenta del remezón en el gabinete ministerial, La República publicó una serie de informes sobre los ministros de los últimos 21 años. Allí se comprueba que, por ejemplo, Mauricio Cárdenas, hijo del zar del café, ha sido titular en 18 años en Minas, Hacienda, Transporte y en Desarrollo, cuatro carteras todas económicas, pero muy distintas. Independiente de los grandes méritos de Cárdenas, un país incluyente habría pensado en cuatro colombianos para esos cuatro cargos. Y hay más datos: los 149 ministros que ha habido desde 1991 en los 16 ministerios del Ejecutivo, son egresados en un 62% de solo cinco universidades: Javeriana, Andes, Bolivariana, Nacional y Rosario. Solo las dos primeras suman el 44%. ¿Dónde está el resto del país?

Sin duda, esta forma de organizarse bajo el esquema de excluir a las enormes mayorías y preservar para sí casi todos los espacios en el campo del poder es útil y funcional para las élites pues les permite mantener intactos sus privilegios y sus patrimonios en todo sentido, social, económico, simbólico; sin embargo, es una estrategia miope y torpe en el largo plazo porque frena el verdadero desarrollo y la expansión social de masas enormes, no necesaria y exclusivamente pobres.

“Pacho” tiene razón. Esto no pasa ni en África.

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