jueves, 2 de febrero de 2012

Un botón para poder volar




Pablo Picasso alguna vez dijo “todos los niños nacen artistas. El problema es que sigan siendo artistas mientras crecen”. Eso somos cuando somos niños: soñadores. En mi caso particular cuando tenía entre 4 y 6 años mi mayor orgullo era simplemente hacer parte del grupo de amigos de la manzana 9 en el barrio la Campiña de Suba. No sé si era el color del pasto o los atardeceres con esos tonos rojizos, pero desde muy temprano sentía que momentos así no volvería a repetir. La palabra es magia. El lugar era mágico en todo sentido.   

Aunque la mayoría de las veces la zona comunal estaba llena de amigos, tardes enteras jugando ponchados, en algunas ocasiones la encontraba sola. En esa época me compraron una bicicleta roja marca Standard. Esta cicla tenía un significado especial para mí porque la fábrica quedaba justo al lado en donde mi padre tenía una fábrica con mi abuelo en Soacha.

Unos bloques de cemento hacían un caminito por todo el borde de la zona comunal. Pase muchas tardes dando vuelta tras vuelta sin parar de soñar. Pero lo más valioso que recuerdo es que esta, como no era una cicla moderna, tenía cuatro grandes tornillos de donde se desprendía el manubrio.   

Son muy claras estas imágenes en mi mente. Las mil veces en que soñé con oprimir uno de esos tornillos para salir volando. Desde hacía tiempo no tenía esta sensación en mi vida. Que solo hace falta soñar para poder volar.


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