miércoles, 15 de febrero de 2012

Tras un rumbo propio

La educación en gerencia es fuertemente criticada por el exceso de teoría en las clases ¿Cuál es la postura de las facultades de administración del país?
 Tan solo les tomó 9 páginas al reconocido autor Warren G. Bennis y al profesor James O'Toole para formar un alboroto con su artículo Cómo las escuelas de negocios perdieron el rumbo, del Harvard Business Review. En pocas palabras, Bennis y O'Toole plantean que en las últimas décadas las escuelas de negocios en Estados Unidos adoptaron un modelo de excelencia académica que resulta contraproducente pues les hace perder relevancia; “en vez de medirse a sí mismas por las competencias de sus egresados o por qué tan bien entienden sus profesores el mundo empresarial, se miden casi exclusivamente por sus investigaciones científicas”, sostienen. La controversia tomó fuerza por el picante texto que incluye frases como “hoy es posible encontrar profesores que jamás han puesto un pie en una empresa real excepto como clientes” o “la gente de negocios está descubriendo que los profesores saben más acerca del mundo editorial académico que acerca de los problemas reales en el lugar de trabajo”.

Por supuesto, las críticas al modelo estadounidense de educación gerencial no son ninguna novedad ni tampoco se deben tomar de forma generalizada. Pero en esta oportunidad provienen de la propia casa. A respetados autores como Henry Mintzberg, quien ha liderado esta polémica con su libro Managers Not MBAs, ahora se suman decanos como Dipak Jain. Además, para encender aún más la hoguera, en julio pasado el texto de Bennis y O'Toole tuvo respuesta de los autores Harry y Linda DeAngelo con su artículo What´s really wrong with U.S. Business Schools? (¿Qué es lo que realmente está mal en las escuelas de negocios de Estados Unidos?). En él plantean que el problema no es tanto que se haya perdido la práctica, sino que los distintos rankings que publican revistas como Business Week y el Financial Times hacen que las facultades se obsesionen con resultados inmediatos, lo cual las lleva a implementar estrategias de corto plazo que comprometen la calidad de la educación. “Las escuelas están siendo presa de los grandes peligros que tanto predican del cortoplacismo”, dicen los autores.

¿Cómo se perdió el rumbo?

En las últimas décadas, las escuelas de negocios, en particular en Estados Unidos –paradigma de la educación gerencial–, han gozado de una reputación que cualquier empresa privada envidiaría. Los exagerados costos de un MBA en ese país evidencian la confianza que se les deposita. Pero según Bennis y O'Toole, cada vez más se pone en entredicho su capacidad para impartir habilidades útiles, formar líderes con valores e incluso conseguir buenos empleos para sus egresados. Esto, explican, se debe a que el modelo de educación se ha hecho más restringido y menos relevante para los que operan en el mundo real. ¿Cómo llegaron a esto?

En sus inicios, las escuelas de negocios emergieron del mundo empresarial. Bennis y O'Toole explican que a comienzos del siglo XX, estas “escuelas de comercio” estaban conformadas principalmente por profesores que debían tener éxito en las empresas. “Muchos eran viejos simpáticos que contaban historias de la guerra, transmitían sabiduría popular y uno que otro consejo práctico”, recuentan. Sin embargo, pronto las empresas y las escuelas se dieron cuenta de que algo no estaba funcionando. “Era una educación útil, aunque incompleta y poco profesional”.

Entonces en 1959, las fundaciones Ford y Carnegie realizaron una investigación devastadora sobre la calidad de la educación gerencial estadounidense. En ese momento las escuelas empezaron a perder el rumbo, plantean Bennis y O'Toole. En vez de seguir un modelo profesional, como el de la medicina o el derecho, que valora ampliamente el contacto con la práctica, optaron por seguir modelos como el de la economía y la física, tratando de identificar caminos seguros a partir de la investigación científica. “En este modelo, la universidad existe ante todo para apoyar los intereses de los expertos académicos y no los de las empresas”, afirman los autores.

Llegar muy lejos en este modelo cientificista puede tener grandes complicaciones. Sobre todo en temas de gerencia en los cuales el cambio, la incertidumbre y la toma de decisiones con información incompleta son el pan de cada día. “Después de todo, tener el coraje de tomar una decisión a ciegas es uno de los sellos del liderazgo”, afirman. De hecho, sugieren, que las publicaciones empiezan a ser más del interés de los académicos que desean demostrar su rigor teórico frente a los físicos y economistas que de los empresarios mismos. Así, los temas de interés para ejecutivos, pero que no se pueden validar científicamente, no se publican, y ellos, al tratar de encontrar soluciones, cada vez más buscan respuestas en revistas profesionales y en los best sellers.

Bennis y O'Toole lanzan críticas muy agudas. Consideran que la razón de que este modelo se haya afianzado en muchas escuelas es la conveniencia de los profesores. “El modelo avanza las carreras y satisface los egos del profesorado. Y, honestamente, facilita las cosas: si bien las técnicas de la investigación requieren habilidades en estadística o diseños experimentales, no exigen mucho conocimiento perceptivo de los complejos factores humanos y sociales, ni mucho tiempo en terreno descubriendo los problemas verdaderos que enfrentan los ejecutivos”, afirman. Por ello, opinan que los profesores que escriben para revistas profesionales, como HBR y como Dinero, corren el riesgo de perder su empleo aun cuando tengan la oportunidad de llegar a un número mucho más grande de personas. El sistema se retroalimenta cuando se contratan profesores jóvenes sin experiencia real en empresas y sin contactos en el mundo empresarial que dedican su vida entera a la academia.

Bennis y O'Toole no están planteando que el modelo estadounidense de educación gerencial regrese a los tiempos de “escuelas comerciales”. En su opinión esto sería un error. Pero sí creen que han olvidado otras formas del conocimiento más humanistas y que deben estar más en contacto con el mundo real para adquirir relevancia. “Volver al paradigma de la escuela comercial sería un desastre. Pero se debe encontrar un equilibrio entre el rigor científico y la parte práctica”, concluyen.

La respuesta de las facultades del país

Aunque estas críticas se dirigen a las escuelas de negocios estadounidenses, que de por sí han alcanzado altos estándares de calidad y, no se puede negar, tienen una cultura de estrecha colaboración entre academia y empresa, vale la pena conocer las opiniones de quienes están al frente de la educación en las principales facultades de Administración en Colombia. “Son momentos históricos y estructurales distintos. Estamos buscando nuestro propio rumbo. Hay que seguir trabajando muy fuerte en la calidad académica, sabiendo de antemano que no podemos olvidar el mundo real”, afirma Humberto Serna Gómez, profesor titular de la Universidad de los Andes.

Rodrigo Muñoz, quien está al frente del doctorado en Administración de la Universidad EAFIT, de Medellín, conoce las distintas críticas a las escuelas de negocios estadounidenses. Muchas de ellas, explica, provienen de otras regiones del mundo, como Europa. Junto con el decano Francisco López Gallego, Muñoz ha estado alerta ante los peligros de seguir a ciegas los lineamientos y modas de las escuelas en Estados Unidos. “La disyuntiva no es escoger entre el rigor científico y la relevancia práctica”, asegura. EAFIT reconoce la diferencia de estos mundos y los aborda desde perspectivas distintas. “El objetivo es combinar bien investigación pertinente con formación pertinente. Para los temas más cuantitativos, hay herramientas de enseñanza pero también las hay para los temas humanos”, explica.

Para Marco Fidel Rocha, exrector del Colegio de Estudios Superiores de Administración CESA, muchas de las críticas de Bennis y O'Toole tienen sentido en el campo colombiano. “Estos artículos deben abrir los ojos para hacer correctivos a tiempo. Los planes de estudio deben tener un equilibro entre lo práctico y lo teórico. Infortunadamente, durante una época fuimos muy flexibles con dejar crear muchas instituciones de educación superior. Al tratar de hacer correctivos, nos fuimos para el otro lado”, relata. Es por esto que al CESA se le reconoce por atraer profesores que han tenido éxito en el mundo real.

Otra facultad que se identificó con los planteamientos de Bennis y O'Toole, aunque desde su propia perspectiva, fue la de la Universidad Javeriana. “Parece que el programa lo hubieran diseñado estos autores”, comenta Guillermo Galán, decano de la facultad de Ciencias Económicas y Administrativas. Como el enfoque de la Javeriana acoge los principios humanistas de la comunidad jesuita, la perspectiva de no concentrarse solo en las herramientas de Bennis y O'Toole, sino en formar buenos seres humanos, tiene sentido para esta facultad. Para Galán, la administración es una disciplina académica que tiene tanto de arte como de ciencia. Con distintas estrategias para acercarse a la empresa, que incluyen semestres sociales, su objetivo es formar personas que tengan la empatía para vincularse y aprender.

“Nada más práctico que una buena teoría”, es la posición del profesor titular Carlos Dávila Ladrón de Guevara, de la Universidad de los Andes. Dávila piensa que en el país se ha logrado formar buenos egresados con conocimientos sólidos de la administración. “Gente pragmática se puede aprovechar de un artículo de alguien serio como Bennis. En las universidades estadounidenses se podrían realizar estas críticas, pero no en un país como Colombia”, agrega. De hecho, las mediciones regionales de calidad en la educación muestran el sentido de sus planteamientos. En el ranking de la revista América Economía, el único programa que aparece entre los primeros 10 lugares por su calidad académica es el MBA de los Andes.

Su compañero de trabajo Humberto Serna opina de forma similar. “No podemos abandonar este camino que ha demostrado ser fundamental en la formación de nuestros gerentes. El tema central en Colombia seguirá siendo la seriedad y la calidad de nuestros egresados. Pero no podemos por esto olvidar otros aspectos fundamentales como liderazgo y valores. De ellos, la inteligencia emocional ocupa un lugar central pues es el puente que les permite a los estudiantes aplicar lo que saben”, ASEGURA Serna.

Héctor Ochoa, decano de la facultad de administración del ICESI, es optimista respecto al rumbo de las escuelas de negocios. “Muchas de las principales escuelas nacieron del empuje de los empresarios con la creación de Incolda. Esto nos ha llevado a mantener un vínculo con las empresas”, sostiene Ochoa. En esta facultad, por ejemplo, de los profesores de tiempo completo, el 85% llegó de las empresas y de ellos, 13 han hecho doctorado por la facultad. La posición de Oswaldo Chacón, director del pregrado de administración en la Universidad Externado, también favorece esta perspectiva. “Insistir en establecer una brecha entre teoría y práctica es una discusión estéril. El objetivo es establecer planes de estudios que impartan conocimiento, pero también la habilidad de aplicar este conocimiento. Además, esto se debe complementar con la comprensión de los contextos”.

En suma, el gran compromiso del país por el momento es continuar trabajando en consolidar la calidad académica en la que todavía hay un largo trecho por recorrer. No es posible favorecer escuelas que no cumplan estos requisitos de calidad. Pero ya se conocen de antemano los riesgos de olvidarse del mundo real sobre todo en un país tan necesitado de una mayor interacción entre academia y empresa. 

2 comentarios:

  1. Pero, me asalta la duda. Es mejor formar personal para administrar o mejor forma emprendedores? porque administradores miopes, tecnicos, existen a granel

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    1. La idea es que una buena facultad de Administración debería hacer bien ambas cosas: ejecutivos con valores y capacidad de lograr grandes cosas y emprendedores innovadores.

      Así lo hacen las mejores escuelas de negocios del mundo... forman tanto a los emprendedores que revolucionan los negocios como a quienes llegan a ser los gerentes de las empresas.

      Pero usted tiene razón... para el caso de la educación en emprendimiento llevar la práctica a la Universidad es aun más importante.

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