El
profesor James Tooley de la Universidad de Newcastle tiene la capacidad de
soñar despierto. Ese espíritu soñador lo llevó a buscar su primer empleo como
profesor de matemáticas en Zimbabue, pocos años después de su independencia del
Reino Unido en 1980, con el objetivo de ayudar a los más pobres en el naciente
gobierno socialista del militar Robert Mugabe.
Sin
embargo, estando allí, sus superiores afirmaron “que no iban a desperdiciar su
talento en las zonas rurales”, y por ello lo asignaron al colegio de clase alta
Queen Elizabeth High School, justo en el centro de Harare, la capital. Pocos
años después, Tooley logró su objetivo de ayudar a los niños más pobres y allí
se enamoró de África. Poder vivir en carne propia con los más necesitados desde
muy joven le hizo pensar que algo anda mal en el pensamiento tradicional sobre
los países en desarrollo.
En
entrevista exclusiva Tooley afirmó que “todo el mundo piensa que los más pobres
necesitan desesperadamente nuestra ayuda. Que los países en desarrollo no
pueden triunfar por su propia cuenta… que se requiere más y más ayuda porque
están allá sentados pacientemente esperando a que llegue”. Pero toda su vida
académica y profesional le ha demostrado justamente lo contrario.
Gracias
a su experiencia en África, en el año 2000 el profesor James Tooley fue
comisionado en un proyecto del Banco Mundial, irónicamente, para estudiar la
calidad de algunos colegios de élite en países en desarrollo. Con su particular
rebeldía, una tarde, estando en India, Tooley quiso conocer personalmente los suburbios
de la ciudad de Hyderabad, una de las zonas más deprimidas en todo el país.
Aunque
su conductor le aconsejó no seguir, el profesor Tooley se dejó llevar por unos
niños hasta que se topó con el letrero de un colegio de nombre Students Circle
High School & Institute. Intrigado, continuó su camino y empezaron a
aparecer uno y otro más. Incluso, logró relacionarse con el señor Fazalur
Rahman Khurrum quien dirigía una asociación con más de 500 colegios con estas características.
En
su compañía visitaron juntos, entre otros, el colegio Peace High School
dirigido por el joven de 27 años Mohammed Wajid. Este colegio era el legado de
su madre y para esa época atendía 285 niños con 13 profesores. Al preguntar por
los costos Wajid le contestó a Tooley que cobraba 60 rupias mensuales (es decir
cerca de US$1,3 de la época).
Este
día cambió la vida del profesor James Tooley ¡algunos colegios operan en India
cobrando menos de US$15 al año! Incluso algunos aceptan gratis niños cuando son
huérfanos o tienen dificultades serias. Esto es algo que definitivamente debía
contarle al mundo.
De
regreso a las instalaciones del Banco Mundial en Nueva Delhi, Tooley les contó
exaltado a sus compañeros los hallazgos en Hyderabad. Lamentablemente, no
compartieron su entusiasmo. En repetidas ocasiones el mensaje fue muy claro “Tooley
debe haber perdido la razón. En los países en desarrollo existen colegios
privados para los ricos y públicos para los pobres”.
Una
compañera suya le recomendó el libro del premio Nobel de Economía 1998, Amartya
Sen, India: Development and Participation.
En sus páginas Tooley encontró que en los años 90 en India colegios privados de
bajo costo podrían representar hasta el 80% de la oferta en educación en
algunas zonas urbanas y el 30% en rurales. Aun así, Amartya Sen no parecía
darles mayor crédito en importancia, muestra del desconocimiento casi completo
de estos colegios en la literatura especializada.
Es
por esto que el profesor Tooley se dio a la tarea de emprender una
investigación global para verificar si lo que encontró en Hyderabad se
replicaba en otras partes del mundo. Finalmente, la John Templeton Foundation
decidió tomar el riesgo de financiar el proyecto que le tomaría los siguientes
años de su vida.
Cazador de colegios
Así,
de la noche a la mañana, el profesor James Tooley se convirtió en una especie
de cazador de colegios privados para los más necesitados. Su travesía lo llevó
desde las calles de Hyderabad en India a las periferias de la ciudad de Lagos
en Nigeria, a Kibera conocida como el suburbio más grande de África en Kenia, a
las zonas más deprimidas de Accra, la capital de Ghana, y a las regiones más
pobres en el norte de Somalia. Incluso en China, luego de un extenso viaje,
Tooley encontró colegios de bajo costo para los más necesitados en los valles
de la provincia de Gansu.
La
historia se repetía una y otras vez. Al preguntar por estadísticas oficiales,
la respuesta era contundente: acá no
existe tal cosa como colegios privados para los pobres. Pero Tooley
insistía. El libro The Beautiful Tree: a
Personal Journey into How the World´s Poorest People are Educating Themselves
es el relato personal del viaje del profesor James Tooley identificando miles
de estos colegios.
Pero
una pregunta clave salta a la vista ¿Si en estos países existen colegios
públicos por qué muchos padres de familia deciden pagar una mensualidad que
puede representar hasta el 10% de sus ingresos?
Joshua,
padre de Victoria, una hermosa niña del colegio Supreme Academy en Ghana, fue
uno de los miles de padres que Tooley entrevistó para entender por qué escogían
pagar una mensualidad a pesar de que muchos de estos colegios no tienen la
infraestructura requerida y profesores certificados. Tooley encontró que en
estos países un profesor puede ganar hasta 7 veces más en un colegio público
que en los privados de bajo costo.
Según
Tooley, la respuesta es que los líderes de estos colegios, como todos los
emprendedores, trabajan para satisfacer a sus clientes. “Aunque los expertos en
educación no lo acepten, familias pobres escogen estos colegios privados de
bajo costo porque tienen el respaldo que no encuentran en colegios públicos
plagados de ausentismo de los profesores”, sostiene Tooley en el libro. Los
resultados de su investigación de varios años son muy concretos.
Con
una muestra de 24.000 niños de distintos países, Tooley encontró que: en
promedio, las clases son de menor tamaño en los colegios privados de bajo costo
– cerca de 20 estudiantes contra 40 de los públicos –, en algunas muestras como
en India, el ausentismo de los profesores en estos colegios fue inferior al 38%
mientras en los públicos en algunos casos era superior al 70% y, respecto a la
calidad, los niños de los colegios privados de bajo costo tuvieron resultados
superiores en campos como inglés y matemáticas.
Con
su libro The Beautiful Tree el profesor James Tooley logró poner en los ojos
del mundo las experiencias de los más pobres educándose a sí mismos. En
entrevista Tooley comentó que, gracias a su aporte, la fundación R.F. Chandler
tiene un fondo por más de US$100 millones para apoyar estos colegios. En la
literatura y las organizaciones globales enfocadas en la educación, estos
colegios ya no son un tema oculto.
Tooley
comentó que en América Latina han hecho investigaciones en Guatemala y en el distrito
de Aguablanca en Cali.
En
su opinión, hay tres estrategias para apoyar estos colegios: permitir que
crezcan, crear fondos y recursos para apoyar su crecimiento y programas en
donde se entreguen subsidios a los más pobres para que puedan escoger los mejores
colegios. Estamos acostumbrados a escuchar grandes historias de emprendimiento.
Pero el legado del profesor Tooley es entender que pequeños emprendedores
también pueden cambiar el mundo.
Autor:
Carlos Andrés Vanegas
Para
la sección Management de la Revista Dinero
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