lunes, 22 de octubre de 2012

¿Pueden los tecnócratas apoyar a los emprendedores?

Mientras algunos gobiernos logran transformaciones sin precedentes apostándole eficientemente al emprendimiento, otros despilfarran cantidades exorbitantes de dinero en este campo sin mayores resultados.



Para 1965, año en que la república de Singapur logró su independencia, tenía un nivel de desarrollo similar al de Jamaica. Para esa época, el PIB per cápita de Jamaica (US$2.850 actuales) era ligeramente superior al de Singapur (US$2.650). Ambas islas tenían en común su pequeña población, haber sido colonias británicas, un puerto propio y una marcada vocación capitalista. Incluso, Jamaica tenía la ventaja por su turismo y recursos naturales.

Sin embargo, cuatro décadas más tarde, en 2006, Singapur alcanzó un PIB per cápita de US$31.400, mientras Jamaica se había estancado en US$4.800 ¿Qué podría explicar esta abismal diferencia? Si bien la inversión en educación, infraestructura y la estabilidad macroeconómica en Singapur son parte importante de la respuesta, sus políticas en favor del emprendimiento merecen un crédito especial.

Singapur tuvo inversiones y subsidios focalizados en industrias de alta tecnología, como el proyecto Biopolis, una de las iniciativas en biotecnología más exitosas del mundo. Instituciones claves como el Techno Investment Found, el tercer fondo soberano en tamaño en el planeta, y la agencia de apoyo al emprendimiento Spring, marcaron la diferencia. Mientras Singapur sentó las bases de un emprendimiento de alto impacto, Jamaica quedó relegada a un “emprendimiento por subsistencia”, según muestra el Global Entrepreneurship Monitor (GEM).

“Por cada experiencia exitosa de un Estado creando focos de emprendimiento como el Silicon Valley, Tel Aviv, Bangalore, Taiwán, Dubái y las provincias de Guangdong y Zhejiang en China, existen docenas, incluso cientos de intentos fallidos, en los cuales los recursos públicos no han tenido ningún impacto en la actividad emprendedora”, asegura el profesor Josh Lerner, de la Escuela de Negocios de Harvard, en su libro Boulevard of Broken Dreams: Why Public Efforts to Boost Entrepreneurship and Venture Capital have Failed - and What to do About It.

Dicha publicación llega en buen momento. A pesar de que muchos gobiernos reconocen que el emprendimiento puede transformar una sociedad, según el profesor Lerner, todavía nuestro entendimiento sobre el impacto y diseño de este tipo de políticas es muy limitado. Es decir, paradójicamente, es un campo relativamente nuevo de estudio aquel de la pregunta sobre cómo pueden los gobiernos apoyar eficientemente a los emprendedores.

“Para muchos gobiernos invertir en emprendimiento es como apostar en un gran casino”, argumenta este autor. Luego de estudiar diversos casos en todo el mundo, el profesor Lerner llegó a la conclusión de que “la inmensa mayoría de intentos por fomentar el emprendimiento son fallidos”. Pero lo más importante, en su opinión, es que hubiéramos podido predecir cuáles iban a fracasar.

Con la reciente crisis financiera vimos surgir el fenómeno de gobiernos invirtiendo inmensas cantidades de dinero en compañías en dificultades. Por ejemplo, Estados Unidos invirtió US$150.000 millones para salvar AIG y el gobierno suizo pagó US$60.000 millones por el 10% de UBS a pesar de que este monto equivale al 20% de su PIB. Para el profesor Lerner, es curioso que, en medio de esta discusión, nadie se hizo esta pregunta: si los gobiernos pueden actuar como un gran inversionista, ¿por qué hacerlo en las empresas peor gerenciadas y no en proyectos nuevos de gran potencial?

Sin embargo, Lerner explica que se requieren más que recursos y buenas intenciones para triunfar apoyando a los emprendedores.

Ya en el pasado, frente a una inmensa cantidad de recursos, como es el caso de la burbuja de las .com a finales de los 90, se han gestado grandes problemas. Tal vez por esto, muchos escépticos dudan del rol de los gobiernos para fomentar el emprendimiento. De todas formas, el profesor Lerner es enfático en afirmar que “los gobiernos son fundamentales para crear las bases de una cultura emprendedora”. Por ejemplo, a partir de la historia empresarial demuestra que, contrario a lo que muchos creen, la mano del gobierno en Estados Unidos fue fundamental para crear el Silicon Valley y toda la industria de capital de riesgo, gracias a instituciones como la American Research and Development (ADR) (1945) y la Small Business Investment Companies (SBICs) (1958).

Concretamente, el profesor Josh Lerner argumenta que existen tres grandes vacíos por los que una política de emprendimiento suele fracasar: incompetencia de las personas a cargo, corrupción y falta de conocimiento sobre el proceso del emprendimiento. Respecto al tercer factor, está ampliamente demostrado que el emprendimiento es una actividad riesgosa con altas tasas de fracaso que requiere de tiempo, incluso décadas, para madurar. “Sin embargo, en la mayoría de los casos, políticos y tecnócratas parten del supuesto de que el éxito es el resultado más probable”, argumenta en su libro.

Adicional a esto, el profesor Lerner opina que los gobiernos pueden organizar sus políticas de emprendimiento en dos campos: lo primero es crear las condiciones necesarias para que surja el emprendimiento y, luego, actividades concretas para fomentarlo. “Los políticos suelen preferir apoyar directamente a los emprendedores, dejando a un lado la crucial tarea de crear el ambiente propicio para que crezcan”, explica el autor.

En lo que el profesor Josh Lerner llama “organizar la casa para el emprendimiento”, tal vez la tarea más difícil pero necesaria, los gobiernos deben permitir el acceso a tecnologías de punta, simplificar las leyes, educar a los emprendedores y crear políticas de impuestos exclusivos para ellos. Por ejemplo, en Inglaterra, para las empresas nacientes el impuesto a la renta se redujo del 40% al 10%. Iniciativas similares se han implementado en Estados Unidos y otros países desarrollados.

En cuanto a las iniciativas de apoyo directo al emprendimiento, el profesor Lerner identificó dos tipos de desafíos: diseño e implementación. En 2000, Malasia quiso repetir la experiencia de Singapur invirtiendo US$150 millones en el centro de biotecnología BioValley con resultados desastrosos y, a pesar del éxito de Dubái al crear un cluster de tecnología, ninguno de sus vecinos lo ha podido replicar.

Es decir, el profesor Josh Lerner explica que, respecto al diseño de políticas de emprendimiento, la mayoría fracasan por no entender lo que quiere el mercado. “Todo el mundo no puede hacer lo mismo”, asegura. Adicionalmente, según este autor, es importante tener en cuenta el tamaño del programa, ni muy pequeño, que no tenga ningún impacto, ni muy grande, que se haga burocrático, al igual que la posibilidad de que sea flexible. Finalmente, respecto a la implementación, el profesor Lerner sugiere prestar atención a dos aspectos centrales: la medición de los resultados y la vocación internacional de las iniciativas.

Tel Aviv es un caso particular que demuestra ambas consideraciones. Para fomentar la industria de capital de riesgo, el proyecto Yozma Venture Capital arrancó en 1992 con recursos por US$100 millones y el objetivo de aliarse con las mejores firmas de todo el mundo. Una década más tarde, estos fondos iniciales manejan recursos por US$2.900 millones, más otras 60 nuevas firmas que suman US$10.000 millones adicionales y hacen de Israel, de lejos, el país del mundo con mayores recursos per cápita de capital de riesgo en el mundo.

Autor: Carlos Andrés Vanegas
Para la sección Management de la Revista Dinero

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