Es necesario replantear el futuro de los
MBA. De acuerdo a un reciente estudio, crece la percepción de que este título
ha perdido el valor que tenía.
“A
simple vista, la industria de la educación gerencial parece sana y próspera”,
opinan Srikant Datar, David Garvin y Patrick Cullen, profesores de la Escuela
de Negocios de Harvard.
Por
años, el título de Master of Business Administration (MBA) ha sido para muchos “un
tiquete dorado” para ingresar a las mejores empresas y obtener abultados
salarios. La dinámica de esta industria durante las últimas décadas la
envidiarían muchos sectores económicos: los estudiantes, el costo de las
matrículas y los programas de MBA a nivel internacional no han parado de
crecer.
Tan
solo en Estados Unidos, el número de graduados con una maestría de estas pasó
de 21.561 en 1970 a 150.211 en años recientes. Así mismo, mientras a finales de
la década del 90 se creaban cerca de 50 programas de este tipo anualmente surgen
en promedio 641 cada año a nivel global. En cuanto a las matrículas, para el
caso de Estados Unidos, el costo promedio de un MBA se duplicó en menos de seis
años. Hoy en día realizar un MBA en ese país podría costar más de US$150.000.
A
simple vista, esta es una industria que parece rentable, en crecimiento y sin
mayores síntomas de debilitamiento. Sin embargo, Datar, Garvin y Cullen no
piensan lo mismo. Tras realizar un exhaustivo estudio de los programas, datos y
metodologías de los más prestigiosos MBA del mundo, en el que participaron
decanos, estudiantes y empleadores, concluyeron que existen razones para
preocuparse por el futuro de estos, según los resultados publicados en el
libro: Rethinking the MBA: Business
Education at a Crossroads.
“En
ocasiones, escuelas respetables están teniendo problemas para llenar sus clases”,
asegura en el libro uno de los decanos entrevistados. Un gerente de recursos
humanos, por su parte, afirmó: “Descubrimos que nuestro mejor talento joven
pudo dar el salto en la compañía sin necesidad de estudiar un MBA. Esos dos
años de entrenamiento simplemente no son necesarios”.
Al
escudriñar los datos de los MBA, los autores encuentran nuevas tendencias. Por
ejemplo, anotan que hasta hace pocos años, cuando se mencionaba el título de
MBA, por defecto, se entendía que era el programa de tiempo completo de dos
años.
Sin
embargo, hoy este formato tan solo representa el 40% de los programas
acreditados ante la Association to Advance Collegiate Schools of Business
(AACSB). En Europa, la modalidad de MBA de tiempo completo de un año es hoy el
programa dominante, al tiempo que ganan importancia en el mundo entero una gran
variedad de substitutos como los MBAs ejecutivos, de tiempo parcial, a
distancia o especializados.
Al
analizar las cifras de los primeros 20 MBA del mundo, sus resultados no han
cambiado sustancialmente en el tiempo, pero Datar, Garvin y Cullen muestran que
las cosas son diferentes en la medida en que se desciende en el ranking. Para
las escuelas de negocios en los puestos 21 a 36, las aplicaciones para
programas de MBA de tiempo completo cayeron de 5.527 en 2000 a 4.642 en 2008,
cediendo terreno frente a los programas ejecutivos y de tiempo parcial.
“Los
estudiantes están votando con los pies”, aseguran los autores, pues sostienen
que estos formatos no tiene la misma calidad académica. Esta tendencia es
importante porque, según ellos, este sería el abrebocas de un movimiento mucho
más grande que, tarde o temprano, le llegará a todos los MBA. “La realidad es
que ya no es seguro para nadie que tras obtener su título de MBA conseguirá un
trabajo bien remunerado. Si quieren permanecer relevantes, las escuelas de
negocios deben reevaluar sus creencias más arraigadas”, aseguran los autores.
Descontento creciente
Este
libro se suma a una serie de críticas de distintos expertos respecto a la
educación gerencial. El mensaje que promulgan es muy simple: las empresas sienten que los estudiantes no
están preparados para enfrentar los desafíos de los negocios. Previo a la
crisis financiera global, los graduados de MBA hallaban protección en sectores
como el de servicios financieros y consultoría, asegurándose salarios elevados.
Por ejemplo, más del 65% de los graduados de Harvard escogían estos sectores.
Pero,
tras la crisis, la mayoría de estos puestos desaparecieron. Muchos programas de
MBA quedaron desnudos ante el mercado y descubrieron que no estaban formando
suficientes emprendedores y líderes para diversas industrias. Varias
publicaciones han llegado a la conclusión de que las escuelas de negocios se
han ganado un puesto en las universidades por su rigurosidad académica a costa
de una falta de realidad en los negocios.
Sin
embargo, Datar, Garvin y Cullen llegan más allá de este argumento. Además de
enfatizar en la gran dificultad de un exceso de tecnicismo en la educación
gerencial, identifican otros aspectos concretos en los que los programas de MBA
son débiles.
“Hoy
en día un MBA aporta mucho menos en conocimientos nuevos que en el pasado. En
la mayoría de los casos ese conocimiento ya está afuera. Existe un proceso de comoditización entre los MBA, en la
parte técnica, a veces las empresas forman mejor a los jóvenes que en la
universidad”. Paradójicamente, a pesar de que se les crítica a los MBA su
excesivo tecnicismo en las entrevistas, estos autores descubrieron que los
empresarios no sienten que estos programas aporten buena teoría en el trabajo.
Este
es un primer desafío: hacer crecer el
conocimiento en gerencia a favor de la vida empresarial.
Adicionalmente,
los autores identificaron aspectos concretos para mejorar. Lo primero es que, a
pesar de que el liderazgo es el aspecto esencial en la misión de las mejores
escuelas de negocios del mundo, realmente no están logrando formar líderes. Un
decano entrevistado aseguró: “Estamos entrenando personas en lo que somos
buenos, pero somos débiles en motivar, formar equipos, lograr proyectos”.
Además,
los autores del libro sostienen que los MBA tienen todo un camino por recorrer
en su componente internacional. Otro decano dice que “la globalización es algo
que nadie ha logrado captar realmente”. Tan solo un MBA, el del Insead, de
Francia, cuenta con un programa de tiempo completo en otro país, en este caso China.
Por otra parte, “muchos MBA parecen un supermercado de cursos de mercadeo,
estrategia, finanzas”, asegura otro decano.
Falta
mucha creatividad para integrar los aprendizajes e innovar en nuevas
metodologías de enseñanza. Los autores muestran que hay escuelas de negocios,
como la de la Universidad de Yale, que están liderando este proceso de integrar
conceptos. Por otra parte, las empresas se quejan de que los estudiantes no
logran pensar creativamente.
Esto
demuestra la increíble dificultad de propiciar la creatividad y la innovación
desde la academia.
La
crisis puso en evidencia otros campos para trabajar: entender el alcance de las
teorías y los mercados, el componente político en las organizaciones, la ética
y la gerencia de riesgos. En buena parte de los escándalos corporativos y la
desenfrenada avaricia de la crisis financiera han estado involucrados los
programas de MBA.
Por
último, a la ya clásica discusión entre el saber y el hacer en la formación
gerencial, estos autores agregan un tercer aspecto esencial: el ser. A partir
de varios estudios de caso, muestran que los líderes en esta industria están
despertando a los nuevos desafíos, tal y como ha sucedido con anterioridad en
este campo.
Autor:
Carlos Andrés Vanegas
Para
la sección Management de la Revista Dinero
Me da la impresion que hay mucho cacique y poco indio. Quien trabaja?
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